Cómo se compara la violencia actual de Ecuador con la de Colombia en los años 80
El asesinato de Fernando Villavicencio ha dado nuevas razones para hacer la comparación entre el Ecuador actual y la Colombia de los 80. Y aunque sí hay elementos similares, son más las diferencias
La comparación de Fernando Villavicencio con Luis Carlos Galán es inevitable: un candidato presidencial que promete luchar contra las mafias es asesinado en un mitin de campaña cuando el país está azotado por la violencia y el narcotráfico.
Al primero lo mataron el miércoles en Ecuador. Al segundo, el 17 de agosto de 1989 en Colombia.
“¿No teme terminar como Galán?”, le preguntó el periodista Carlos Vera a Villavicencio el pasado domingo. Y dijo: “Este país necesita un liderazgo valiente y honesto”. Vera repreguntó: “Pero ¿no cree que para eso tiene que sobrevivir?” Y respondió: “Se sobrevive perdiendo el miedo”.
La comparación entre Villavicencio y Galán es la última de las razones que parecen sustentar una idea: “Ecuador es la nueva Colombia”.
Durante los últimos cinco años, Ecuador ha vivido un auge del narcotráfico con efectos múltiples: se quintuplicaron los homicidios, las cárceles se volvieron escenario de la guerra entre pandillas, los asesinatos políticos como el de Villavicencio se han vuelto comunes y decenas de jueces y oficiales militares y policiales han sido acusados de colaborar con el crimen.
Incluso los ecuatorianos están emigrando del país como nunca antes.
Y todo eso también pasaba, en términos generales, en Colombia en la década de los 80.
Este año, además, Ecuador desplazó a Colombia como el primer exportador de cocaína del mundo, según datos de la ONU, aunque Colombia sigue siendo el principal productor.
“Como parte de una reconfiguración del mercado de drogas, para los narcotraficantes se ha vuelto más rentable exportar por Guayaquil que por el Pacífico colombiano, porque las fuerzas de seguridad son menos sofisticadas que en Colombia y porque Guayaquil tiene una vieja tradición portuaria”, dice Elizabeth Dickinson, analista del Crisis Group, un centro de estudios.
El día que lo mataron, en la mañana, Villavicencio prometió hacer una depuración en la policía y el ejército para luchar contra la corrupción pagada por el narco.
“Toda esta ola de violencia en el Ecuador —dice Renato Rivera, analista de crimen organizado en Quito— no ha generado una respuesta contundente de la justicia; al contrario, vemos una cooptación de policías y militares en organizaciones criminales y eso llegó a fiscales y jueces”.
Y esa cooptación del sistema también, de alguna manera, se dio en Colombia: los narcos financiaron campañas presidenciales, algunos incluso llegaron a ser congresistas y controlaron decenas de gobiernos locales en el país.
Pero, como suele pasar con las comparaciones, hasta ahí es que podemos hablar de semejanzas entre el Ecuador actual y la Colombia de los años 80.
En realidad, son más —y más de fondo— las diferencias.
Diferencia 1: la coyuntura política
Empezando por la comparación entre Villavicencio y Galán.
El ecuatoriano no era el favorito para ganar ni hacía parte de un movimiento nacional. El colombiano, en cambio, era el elegido de uno de los partidos más grandes, el Partido Liberal, y lideraba las encuestas.
En ese momento Colombia, además, vivía una suerte de consenso nacional frente a la lucha contra la corrupción y el crimen.
Eso generó una movilización social de estudiantes que terminó dando, en 1991, con una nueva Constitución que a su vez logró firmar procesos de paz con guerrillas y crear cierta estructura para atender la crisis de violencia.
Colombia, pues, vivía lo que los politólogos llaman un “momento constituyente”: una reflexión nacional sobre las causas y efectos del crimen.
En Ecuador la situación política es distinta: las protestas registradas en los últimos años no tienen una búsqueda concreta como la Constituyente, la clase política no tiene mucha credibilidad, el Congreso está disuelto y el presidente —no solo el actual, sino el que sea elegido— no parece tener el liderazgo suficiente para impulsar un cambio de fondo.
“Esa situación es lo que hace que el voto en Ecuador esté muy disperso y no haya mucho consenso acerca de cómo seguir”, dice Rivera.
El asesinato de Villavicencio puede sacudir el tablero político ecuatoriano, pero es difícil pensar que su fórmula vicepresidencial, Andrea González, o su movimiento, que registraba 6% en las encuestas antes del asesinato, termine ganando la presidencia. El candidato que remplazó a Galán, César Gaviria, ganó cómodamente.
Diferencia 2: las dinámicas del narcotráfico
Una diferencia incluso más de fondo es que la industria del narcotráfico hoy tiene poco que ver con la de cuatro décadas atrás: la cadena productiva tiene más instancias y es más sofisticada y las grandes organizaciones no tienen la estructura del cartel de Medellín o el cartel de Cali.
“Los grupos criminales en Ecuador no son tan grandes: son subcontratistas que solo sirven para un par de puntos de la cadena del tráfico”, dice Jeremy McDermott, director de InsghtCrime, una publicación especializada. “Ecuador es una nación de tránsito para las drogas“.
Los carteles colombianos, en cambio, controlaban la producción, la exportación y la distribución de la cocaína. Un actor así ya no existe en la industria.
Pero además, en Ecuador hay algo que en Colombia no hubo en ese momento: la presencia de organizaciones transnacionales. Allí están no solo carteles mexicanos, como el de Jalisco y Sinaloa, sino también grupos europeos.
“El mundo está hoy más globalizado y Ecuador tiene una economía muy conectada al comercio mundial, sea legal o ilegal, lo que hace que el país tenga este rol atractivo de exportador en la industria”, dice Rivera.
Diferencia 3: las causas del problema
Ecuador y Colombia fueron y son actores clave del tráfico internacional de drogas, pero por razones distintas.
“Ecuador es atractivo para el narcotráfico porque tiene una legislación gris que facilita el lavado de activos, porque al estar dolarizado genera una conexión fluida con el resto del mundo y porque no tiene una gran capacidad de monitoreo por parte de las fuerzas de seguridad”, dice Daniel Rico, un economista colombiano especializado en crimen organizado.
El auge del narcotráfico en Colombia tuvo que ver con los incentivos socioeconómicos que llevaron a los campesinos a cultivar hoja de coca. En Ecuador el narco floreció por otra cosa: la conexión del país con un mundo globalizado.
Además, a la ecuación colombiana se añadió la presencia de guerrillas que ejercían control sobre los campesinos productores, una alianza especial con Estados Unidos que fortaleció a las Fuerzas de Seguridad y una desigualdad estructural que impedía la movilidad social y estimulaba las economías ilegales.
Lo de Ecuador, en cambio, no parece tan relacionado a la estructura socioeconómica del país, sino producto de la corrupción y las dinámicas internacionales del narcotráfico que el país no ha logrado controlar.
Fernando Villavicencio y Luis Carlos Galán marcarán la historia de sus países, pero de maneras distintas. Quizá Ecuador no sea la nueva Colombia, pero los ecuatorianos sí están ante una complejidad tan grande como la que vivieron los colombianos.
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