Un Papa de la casa
Mi candidato era el canadiense Marc Oullete que vivió muchos años en Colombia
Vista de El Vaticano. Crédito: Archivo / EFE
Papeles
Si hubiera sido el Espíritu Santo por una diezmillonésima de segundo, me habría gustado instalarles en el disco duro a los 115 cardenales el nombre del canadiense Marc Ouellet. Pero los cardenales hicieron uso de su libre albedrío y eligieron papa a ritmo de tango al argentino Jorge Mario Bergoglio, quien se llamará simplemente Francisco. (Si hay otro otro papa con el mismo nombre, ese sí se llamará Francisco II).
“Cherchez la femme” se dice en las novelas de detectives para significar que siempre hay una dama detrás de todo asesinato. En el caso del papa Francisco, detrás de su elección hay una bella historia de amor: “Si no me caso con vos, me hago cura”, le dijo a una novia suya de juventud. No hubo matrimonio y por eso hoy “habemus papam”.
De los papas dijo Borges, un ilustre paisano del nuevo pontífice: “El papa es un funcionario que no me interesa.”
Pero el canadiense Ouellet era mi candidato para el cargo porque desde Pedro, el papa al que Jesús le curó la suegra, no se había dado la opción de un candidato colombiano a pontífice que supiera cantar “¡Ay Manizales del alma!”, como lo hizo Ouellet.
El entrecomillado es parte de la letra de un pasadoble que evoca esta ciudad cafetera colombiana de la que se dice, por su difícil geografía, que fue “construida contra la expresa voluntad de Dios”.
Según lenguas viperinas del Vaticano, el papable Ouellet era el delfín del dimitente Benedicto XVI.
Ouellet vivió 11 años en Colombia, algunos de ellos en Manizales. Habla español en el que muchos quieren escuchar el que se habla en esa región. El único cardenal colombiano que participó en el conclave no sonó para nada.
Pero a Ouellet usted le puede poner conversación en inglés de Marilyn Monroe, francés de Brigitte Bardot, alemán de Marlene Dietrich, portugués de Sonia Braga, o italiano de Rossana Podestá, mis amores platónicos de siempre.
Me convertí en competencia de mi derrotado candidato cuando estudié en el seminario de los agustinos recoletos, cerca de la mencionada Manizales. Mi objetivo era el papado. Soy un cliente de aspiraciones.
Lo digo con cierta pedantería porque Ouellet era uno de los candidatos fuertes a montar gratis en ese rascacielos rodante que es el papamóvil. Bergoglio le ganó “por una cabeza…”. O por muchas. Nunca se sabrá.
Pero voy con el meollo de esta columna: Si Ouellet hubiera sido elegido papa le habría pedido que permitiera a los curas, tener suegra, como Pedro. Un papa que dé semejante paso, es capaz de introducir otros cambios que reclaman estos tiempos de goce pagano. No vinimos a sufrir.
Sé de qué hablo porque padecí los embates de la carne, cuando fui perplejo seminarista que soñó en latín. Descubrí que no poder desfogar la libido, impide desempeñarse creativamente.
Mi recomendación para el nuevo papa, el argentino Bergoglio, algo así como el Messi o el Maradona de Dios, es la misma que tenía para el canadiense: si bien León XIII vivía en compañía de un gato que ronroneaba mientras escribía encíclicas, y Benedicto XVI, su Álvaro Uribe, privilegia la compañía felina, nada remplaza el placer de roncar al rincón de apetitosa fémina.
Ahora, la pregunta que me hago es: ¿Alcanzará la quincena de un papa para mantener actualizado el ropero de su mujercita? “Doctores tiene la santa madre Iglesia que sabrán responder…”. .