Pareja guerrerense celebra Día de Acción de Gracias como residentes legales
Llevaban tres décadas como inmigrantes indocumentados, viviendo en las sombras en Los Ángeles
Después de tres décadas de vivir en las sombras, los esposos Silvia Molina y Armando Mojica van a disfrutar su primera Cena de Acción de Gracias, agradecidos por finalmente ser residentes permanentes de Estados Unidos.
“Llegué en 1991 a este país cuando tenía unos 15 o 16 años. Venía a trabajar de baby sitter de los hijos de mis hermanos que ya vivían en Los Ángeles”, recuerda Silvia.
Fue en una fiesta que se encontró con su paisano Armando. Ambos son de Colonia Juárez, un pueblo al suroeste del estado mexicano de Guerrero; y de inmediato se hizo la conexión entre Silvia y Armando. Ya llevan 22 años de casados y son padres de cinco hijos varones, cuyas edades van de los 23 a los 7 años.
“Yo trabajo en una lavandería industrial; y mi esposo en un reciclaje en Long Beach”, dice Silvia, quien tiene 47 años, y Armando, 53.
La pareja logró arreglar su estatus migratorio a través de Armando, su hijo mayor nacido como todos sus hijos en Estados Unidos.
“Mi hijo siempre me había dicho, ‘mamá vamos a ver si podemos arreglar’; y cuando cumplió 21 años, y ya estaba trabajando en la construcción, hicimos la petición de residencia”, dice.
Silvia no oculta su felicidad: “Se nos hizo realidad el sueño. Primero me llegó la residencia a mí, y luego a mi esposo”.
Y comenta que su caso fue muy emocionante. “Cuando fui a recibir el permiso de trabajo, me encontré con que era la residencia. Así que ha sido un milagro muy grande. No tuvimos que salir del país ni acudir a ninguna cita con migración”.
La nueva residente recuerda que ella y su esposo vivieron durante muchos años con miedo.
“Siempre andábamos preocupados, más cuando nos decían que andaban haciendo redadas. Fue ahí cuando caímos en la trampa de un abogado nos vendió una aseguranza por $1,500. Supuestamente al comprarla, si nos agarraba, él nos iba a sacar rápido de la detención. La pagamos, pero después para renovarla, nos quería subir el precio a $2,000 por persona”.
Dice que le dijo a su esposo, que no seguirían pagando la dichosa aseguranza que supuestamente les daría asistencia legal en caso de una detención por parte de migración.
“Otro abogado me quería cobrar $1,500 cada año, solo para avisarme cuando me llegara mi turno de solicitar la residencia, ya que mi hermano la había solicitado años atrás. Total que era una robadera por todas partes. Todo el mundo quiere lucrar con los inmigrantes”.
Silvia dice que tan pronto recibieron su tarjeta de residencia, ella y su esposo fueron juntos a celebrar a Tijuana, sin ningún miedo.
“Estamos contentos y felices. Nosotros somos muy católicos y encomendamos nuestra petición de la residencia al Señor de la Misericordia. Mi esposo prometió ponerle una banda a nuestro santo patrono en señal de agradecimiento. Y para marzo cuando el Señor de la Misericordia haga su recorrido por diferentes casas, y nos toque a nosotros recibirlo, cumpliremos nuestra promesa y le daremos las gracias con música de banda”.
Ya como residente permanente de Estados Unidos, Silvia dice que su sueño es comprar una casa.
“No pierdo la fe de que con la ayuda de nuestros hijos, lo podamos lograr”.
El abogado en migración Sergio Siderman, quien llevó el caso de los esposos Mojica-Molina explicó que una petición que el hermano de Silvia, Felipe Molina, hiciera para ella en el 2001, facilitó el proceso para que realizara su ajuste migratorio sin necesidad de salir del país con la protección de la ley 245-i.
Además dijo que la documentación presentada fue clara y precisa por lo cual no requirió entrevista para que se autorizada su residencia legal.
Siderman añadió que Armando, el hijo de la pareja, ejerció como ciudadano de Estados Unidos, su derecho de hacer la petición para sus padres través del formulario I-130, que pueden hacer todos los nacidos en el país para familiares inmediatos como padres, hijos solteros y cónyuges; y otros familiares, hermanos y hermanas.
Aunque el formulario es el mismo, la diferencia es el periodo de espera dependiendo de la cercanía del parentesco.
Para finales del año 2022, el Servicio de Migración y Ciudadanía (USCIS) registraba más de 1 millón 800 mil peticiones de residencia (I-130) para familiares presentadas por ciudadanos estadounidenses.
Aunque no se precisa cuántas corresponden a los hijos pidiendo el ajuste migratorio para sus padres.
Siderman hizo ver que hay mucho interés de los hijos nacidos entre 1999 y el 2002 para que sus padres obtengan la añorada Green Card (tarjeta de residencia) lo que atribuye a la campaña proinmigrante que inició hace varias décadas y que despertó el interés de toda una generación para ayudar a sus padres a salir de las sombras.
Los requisitos para someter una petición de residencia permanente para los padres son sencillos: llenar el formulario I-130, acta de nacimiento del peticionario y el pasaporte del país de origen del padre o la madre.
El periodo de espera es de 18 a 24 meses.