El calvario no termina para los damnificados del incendio Eaton
Dely Reyes, víctima de los incendios forestales, enfrenta miedo constante y daños en su hogar debido a la contaminación tóxica

“Salimos sin nada. No teníamos ropa, comida ni sabíamos qué pasaría”, narró Dely Reyes. Crédito: Huella Zero | Cortesía
Dely Reyes vive con miedo de visitar el parque que está cerca de su casa. “Yo no quiero ir. No me siento segura de ir a un parque donde todavía estamos contaminados”, dice.
Su temor nace de una pesadilla que ha durado meses y que todavía sigue viva. Dely es una de las víctimas del incendio Eaton, que destruyó 9,413 edificaciones y cobró la vida de 18 personas a principios de 2025.
Las llamas comenzaron al norte de Altadena, suburbio de Los Ángeles en las laderas de las montañas San Gabriel. Dely, su esposo y sus hijos estuvieron entre las más de 50,000 personas que recibieron orden de evacuación inmediata la noche del 7 de enero.
“Nos salimos sin nada. No teníamos ropa, no teníamos comida y no sabíamos qué es lo que iba a suceder”, recuerda Dely.
Los más de 3,000 bomberos dedicados a combatir el incendio lograron apagarlo en 24 días. A casi dos cuadras de la zona del desastre, el apartamento de Dely quedó en pie, pero sufrió daños por la densa nube de humo y ceniza que se extendió por millas. Pudo regresar a su hogar a finales de febrero.
“Teníamos ceniza y no podíamos regresar. La zona estaba, pues, muy contaminada y teníamos miedo de enfermarnos. Pero económicamente no tuvimos la oportunidad de encontrar otro lugar que pudiéramos pagar porque las rentas subieron muchísimo”.
El temor de Dely sobre las consecuencias de la exposición a los restos de la nube de humo y ceniza es compartido por el doctor David Eisenman, director del Centro de Salud Pública y Desastres de UCLA, quien se dedica a estudiar el impacto del cambio climático global en la salud de las personas:
“Estamos encontrando que las cenizas y el hollín en el suelo tienen altos niveles de metales pesados y otras sustancias tóxicas y hasta carcinógenas. El humo entra en los muebles, las paredes, en las alfombras y luego sale poco a poco. Muchas veces no se puede oler, pero contiene sustancias como benzina, formaldehído y otras sustancias tóxicas”, explica Eisenman.
Muchos de los afectados encontraron esta situación extremadamente complicada cuando volvieron a sus vecindarios.
“Al regresar y abrir tu casa, la encuentras llena de cenizas. Todos tus recuerdos, tus cosas. No sabes qué tirar, no sabes con qué quedarte. La aseguranza te dice: ‘Esto se puede limpiar, esto se puede conservar… pero aunque se limpie, después va a volver. Y al final es un riesgo”, añade Dely.
Hay empresas que se dedican a la limpieza y la restauración de viviendas después de un incendio. Al proceso se le conoce como remediación y está, por lo menos en teoría, cubierto bajo algunas pólizas de seguro.
“Mi esposo tuvo que terminar de pintar y yo terminé de limpiar. Porque las compañías de remediación… Yo pensé que nos iban a limpiar todas nuestras cosas, pero no. No limpiaron mis trastes, no limpiaron mis muebles”, explica Dely.
Además, la aseguradora no cubrió el costo por completo de la limpieza. Ella y su esposo terminaron como pudieron. Pero Dely no está sola. Son miles las quejas de clientes de compañías de seguros que las acusan de negar o demorar pagos.
Por ejemplo, el Departamento de Seguros de California anunció en junio una investigación debido a la gran cantidad de quejas contra State Farm. Sin embargo, la compañía que cuenta con más de 1 millón de clientes en el estado dice que está comprometida en ayudar a sus clientes a recuperarse.
La aseguradora señaló que hasta mediados de junio han recibido “aproximadamente 12,870 reclamos en total relacionados con incendios” y han pagado más de $4,000 millones a sus clientes de California.
Aunque ya se está conversando sobre modificaciones al sistema privado de seguros, no hay nada concreto aún. Mientras los damnificados siguen luchando por obtener la compensación que necesitan para reconstruir sus vidas, es fundamental que las autoridades estatales y federales, junto con las compañías aseguradoras, logren actualizar el sistema para mejorar la equidad, transparencia y resiliencia. Está más que comprobado que el sistema actual no es sostenible.
Mientras tanto, Dely y su familia seguirán lidiando con los efectos de un incendio de maleza que terminó con la tranquilidad de vivir en una comunidad libre de tóxicos.
“Nos da miedo. Yo tengo dos niños, uno de 10 y uno de 7 años. Mi hijo se preocupa muchísimo. Y a veces uno como papá les quiere decir: ‘No te preocupes, todo va a estar bien’. Pero por dentro estás con un miedo impresionante… Sé que tenemos que seguir adelante, pero es el miedo que no nos permite seguir tratando de seguir adelante”.
Este es el quinto y último artículo de cinco que se han publicado cada semana en La Opinión. Un análisis realizado por Unidad de Investigación Medioambiental de Huella Zero.