Misiles Tomahawk: la precisión letal que Ucrania necesita para atacar Rusia
Los misiles Tomahawk permitirían a Ucrania atacar en lo profundo del territorio ruso con golpes quirúrjicos a objetivos de alto valor

Los misiles Tomahawk pueden transportar una ojiva explosiva de hasta 450 kilogramos Crédito: Shutterstock
Los misiles Tomahawk son una de esas armas que parecen sacadas de una película de ciencia ficción: invisibles, inteligentes y casi imposibles de detener. Ahora, en pleno 2025, Ucrania está presionando a Estados Unidos para conseguir su aprobación y poder usarlos contra Rusia, algo que podría cambiar profundamente el curso de la guerra. Pero ¿qué hace tan especial a este misil y por qué causa tanta preocupación en Moscú?
¿Qué hace tan temidos a los Tomahawk?
El BGM-109 Tomahawk es un misil de crucero de largo alcance, diseñado para atacar objetivos estratégicos con una precisión quirúrgica, incluso desde más de 994 millas de distancia. Su fabricante, Raytheon Technologies, lo denomina como “el misil de crucero más avanzado del mundo”, y lo cierto es que tiene motivos para hacerlo.
Cada Tomahawk mide más de seis metros de largo, pesa alrededor de una tonelada y media y puede transportar una ojiva explosiva de hasta 450 kilogramos. Además, vuela a baja altitud para no ser detectado por radares enemigos, avanzando a una velocidad subsónica cercana a los 550 mp/h. Todo esto lo convierte en una especie de fantasma: destructivo, discreto y casi imposible de interceptar antes de que alcance su blanco.
Lo más impresionante, sin embargo, no es su potencia, sino su precisión absurda. Gracias a sistemas de navegación que combinan GPS, correlación de terreno digital (DSMAC) y sensores de última generación, el Tomahawk puede impactar con un margen de error de menos de diez metros. En conflictos pasados —desde la Guerra del Golfo hasta Libia o Siria—, estos misiles demostraron su efectividad destruyendo bunkers, radares y centros de comando sin poner en riesgo pilotos ni tropas en tierra.
La obsesión de Ucrania: atacar más lejos
Ucrania lleva meses pidiendo a Washington una capacidad que aún no tiene: golpear profundamente dentro del territorio ruso. A pesar de haber recibido misiles Storm Shadow y drones de fabricación local, su alcance máximo ronda apenas los 155 millas, lo cual deja fuera de su radio de acción buena parte de las bases logísticas y aeródromos rusos.
Los Tomahawk cambiarían eso de inmediato. Con un alcance de entre 994 y 1,550 millas, Kiev podría atacar desde su propio territorio objetivos en la retaguardia rusa, incluyendo centros de mando, plantas energéticas e incluso puertos en el mar Negro. En palabras de funcionarios ucranianos, sería “la diferencia entre resistir y ganar”.
La administración de Donald Trump ha reconocido públicamente que está considerando la solicitud. “Zelenski quiere Tomahawks, y tenemos muchos”, dijo el presidente estadounidense en una declaración reciente, aunque el tema sigue siendo sensible por sus posibles consecuencias geopolíticas. Washington teme que dotar a Ucrania con un arma tan poderosa provoque una respuesta agresiva de Moscú, que siempre ha visto este tipo de misiles como una amenaza directa a su seguridad nacional.
Un misil con historia y reputación
El Tomahawk no es nuevo en el campo de batalla. Desde su debut en los años 80, ha sido un protagonista silencioso en casi todos los conflictos en los que participó Estados Unidos. En la Operación Tormenta del Desierto (1991), se lanzaron más de 280 de ellos para inutilizar defensas aéreas iraquíes. En 2011, fueron claves en los ataques de la OTAN contra las fuerzas de Gadafi en Libia, y en 2017, durante el gobierno de Trump, 59 misiles Tomahawk destruyeron una base aérea siria tras un ataque con armas químicas.
Su fama se debe a una combinación poco común: autonomía, precisión y adaptabilidad. Las versiones más recientes, como el Bloque IV y el Bloque V, incluyen capacidades para modificar su trayectoria en vuelo, revisar imágenes del objetivo en tiempo real y hasta volver a atacar si el primer impacto no destruye completamente la meta. Algunos modelos incluso pueden coordinar ataques múltiples junto a otros proyectiles, ajustando el momento de impacto para maximizar el daño.
Gracias a esas funciones, puede destruir un objetivo militar estratégico sin necesidad de que un solo soldado se acerque. Y eso explica por qué el Pentágono los mantiene a bordo de casi todos sus submarinos nucleares y destructores modernos. El misil puede ser lanzado tanto desde la superficie como desde el fondo del mar, saliendo del tubo como un torpedo antes de volar bajo hacia su presa.
Por qué Rusia le teme tanto a los misiles Tomahawk
Para Rusia, el Tomahawk representa mucho más que un misil enemigo. Simboliza la capacidad occidental de destruir infraestructura crítica sin entrar en combate directo. Moscú sabe que, si Ucrania consigue esa capacidad, su red militar y energética en el oeste del país quedaría en peligro. Los Tomahawk podrían impactar bases aéreas, nodos ferroviarios o depósitos de combustible esenciales para su logística en el frente oriental.
Ucrania no los quiere solo por su potencia, sino por lo que significan: una herramienta para llevar la guerra al corazón del territorio ruso. La posibilidad de que Estados Unidos apruebe su venta es el tipo de noticia que puede alterar el equilibrio en el conflicto. Porque, al final, cuando se habla del Tomahawk, no se trata solo de un misil, sino de una estrategia entera de disuasión moderna que combina tecnología, precisión y poder devastador.
Y si finalmente llega a manos ucranianas, será difícil no pensar que estamos ante un nuevo capítulo en la historia de la guerra moderna.
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