Buena o mala suerte
Son conocidas las historias de ganadores de la lotería que, no mucho tiempo después de convertirse en millonarios de la noche a la mañana, se quedan con menos aún de lo que tenían antes del premio… ¡y hasta con deudas nuevas! Darse “la buena vida” cuando cae dinero del cielo no está mal, pero también hay que imitar a la ahorrativa hormiguita que —a diferencia de la alegre cigarra que solo cantaba en el verano— guardó para el invierno su buena provisión para no pasar necesidad… mientras la cigarra se moría de hambre.
Para que una buena cantidad de dinero ganada no se convierta en la maldición de tu vida, sigue estos consejos básicos:
No tomes decisiones importantes apresuradamente: nada de mansión ni carros de lujo, ni dejes tu empleo, ni te comprometas financieramente con nada ni nadie.
Date un tiempo de reflexión durante el cual recurrirás a un buen asesor financiero que te guíe y te explique las ventajas, posibilidades y peligros de tu situación.
Ahora date un poquito de lujos… pero asegúrate antes de haber hecho un testamento bien claro, de haber pagado tus deudas, de asegurar tu techo y el pago de los estudios futuros de tus hijos, de invertir en un buen fondo de retiro, y de donar aunque sea un 10% de lo que obtuviste para compartir tu buena suerte.
Hay quienes cometen un error tras otro al encontrarse —quizás luego de una vida de necesidades— con demasiado dinero. Digamos que ganas la lotería, te toca una herencia millonaria, inventas la cura del catarro o pones un negocio que sube como la espuma. En esos casos, nunca “metas la pata”…
Olvidándose de establecer un fondo de emergencia (con al menos el dinero que gastas en tres meses).
Empezando a regalar dinero a manos llenas y pagando las deudas ajenas de “parientes” que salen de todos lados.
Haciendo inversiones apresuradas con personas poco expertas que probablemente lo que quieren es aprovecharse.
No pagando los impuestos por el tesoro obtenido.
Gastando más allá de lo que tienes.