Oasis en Centroamérica

Belice tiene una tasa de homicidios fluctuante, que se redujo en 2010, pero se elevó desde entonces. Ahora, los números bajan de nuevo

El presidente de Panamá, Ricardo Martinelli (i), y el primer ministro de Belice, Dean Barrow, hablan durante la XLII Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del SICA, el pasado 14 de diciembre, en Panamá.

El presidente de Panamá, Ricardo Martinelli (i), y el primer ministro de Belice, Dean Barrow, hablan durante la XLII Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del SICA, el pasado 14 de diciembre, en Panamá. Crédito: Archivo / EFE

En el mar de noticias apocalípticas que sale de Centroamérica, todavía hay algunas buenas nuevas.

Una que resalta es que Belice, al contrario de sus vecinos, podría cerrar el año con una reducción de un 24 % en los homicidios. Parece poca cosa, pero no lo es. Al finalizar 2012, Belice tenía una tasa de homicidio de 44 casos por cada 100 mil homicidios, una cifra que se asemeja a las de Guatemala y El Salvador. Es escandaloso considerando que la población en Belice ronda los 340 mil habitantes, aunque la tasa de homicidios per cápita en Belice está entre las más bajas del triángulo norte centroamericano.

La Ciudad de Belice contabilizaba 75 muertes violentas (en todo el año) para principios de diciembre de 2012. Un año después, sumaba 42.

Quizá en el resto del norte del istmo estos números son insignificantes, sobre todo en Honduras, donde San Pedro Sula (con 1.6 millones de habitantes) puede sumar esa cantidad de muertos en menos de un mes. Sin embargo, los beliceños se lo toman muy en serio. En mayo pasado, hubo un homicidio en Caye Caulker que causó consternación porque no ocurría una muerte violenta en ese lugar (de unos 1,600 habitantes) desde 2010. Debe haber pocos lugares en la región donde suceda lo mismo, aunque hay unos 100 mil beliceños que prefirieron emigrar a EE.UU., donde algunos han solicitado asilo por motivos políticos (por la violencia pandillera, o abusos policiales).

Belice, como otros países del istmo, tiene una tasa de homicidios fluctuante, que se redujo en 2010, pero se elevó desde entonces. Ahora, los números bajan de nuevo. Esta reducción significa que el gobierno algo está haciendo bien, pese a los problemas de corrupción que enfrenta como otros países de centroamericanos. También apunta a que algo podrían aprenderle los países vecinos.

En Guatemala, el gobierno anunció que el país cerrará 2013 con más homicidios que en 2012. Para junio en Honduras se estimaba una reducción mínima que hoy es imposible de comprobar porque el gobierno oculta información sobre las cifras de las muertes violentas. El gobierno de El Salvador asegura que redujo la tasa de homicidios, gracias a la supuesta tregua entre pandillas, aunque algunos miembros de la prensa independiente y la Procuraduría General en ese país la califican como una farsa. Aseguran que no hay información confiable que respalde las declaraciones oficiales.

Por su idioma oficial y cultura, Belice encuentra más eco en el Caricom, Caribbean Community, que aglutina a los países del Caribe, que en el Sistema de Integración de Centro América (SICA)—un distanciamiento que aumenta el absurdo reclamo territorial que Guatemala mantiene sobre la mitad de Belice. Pero esta distancia no detiene a miles de centroamericanos que encuentran en Belice la tranquilidad económica (un dólar estadounidense vale dos dólares beliceños, un mejor cambio de moneda que en los países vecinos) y una relativa seguridad ciudadana que no tienen en Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua.

En Belice, por ejemplo, se encuentran centroamericanos como un vendedor de tajadas de plátano y yuca, que se marchó hace 30 años de Guatemala y no piensa volver, a una recolectora de basura que dejó Nicaragua hace más de 10 años, a un taxista salvadoreño que huyó de la guerra civil en su país hace más de 25 años, y a un barrendero y pintor con dos décadas de haber dejado Honduras sin la intención de regresar. Son cuatro casos de miles.

Pero como en todo, el truco está en la constancia. Ojalá Belice sostenga el ritmo, y que siga reduciendo los números rojos, por los beliceños y otros centroamericanos que han hecho de Belice su “plan B”.

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