Los días con Eduardo Galeano
El escritor uruguayo caminó por las calles de Oakland y San Francisco con su viejo hábito, contar historias... luego presentó su libro más reciente: 'Los hijos de los días'
SAN FRANCISCO.— Caminar y escuchar más que conversar con el escritor, Eduardo Galeano, me permitió comprobar que estamos hechos de átomos, pero sobre todo de historias, como él mismo cuenta.
El hombre de los abrazos y de las palabras andantes, que naciera en Uruguay hace 73 años, visitó el Área de la Bahía. En Oakland presentó su más reciente libro: Los hijos de los días, ante un auditorio que llenó el First Congregational Church.
Compartí con él varias de sus horas, durante las cuales no solamente me habló sobre su más reciente libro, sino de su vida, en Uruguay, sus amigos y una que otra anécdota.
Quien en estos tiempos disminuye el paso para observar, oler y admirar la belleza de las flores, tiene cualidades excepcionales, al menos para mí. Ese es Galeano, quien mientras camina, va observando y escuchando a los demás, a los otros, los que para él no son invisibles, son personas que tienen historias por contar, son hijos de los días.
El personaje del cual escribo, también de ejercicio periodista, reúne al arte, a los niños perdidos, a los aguafiestas, a los medios de comunicación, a los fabricantes de lágrimas, a los indignados y a las voces de la noche en 366 historias, que no son otra cosa que un original calendario al estilo de la crónica “Galeana”.
El título, “Los hijos de los días”, está inspirado por la cultura maya. El autor dijo haber escuchado en un poblado maya que todos somos hijos de los días y que por lo tanto todos tenemos algo que contar en el espacio y en el tiempo.
Los que hemos leído a Eduardo Galeano sabemos que en sus páginas encontramos poesía, investigación y una crónica que invita a la reflexión sobre las lastimadas páginas de la historia latinoamericana y del mundo.
En este libro, el autor de Las venas abiertas de America Latina pone a hablar a los desaparecidos con los héroes, en un espacio intranquilo. Al mismo tiempo que nos recuerda por qué masacramos a los indígenas.
Por qué dedicó el 23 de marzo a la masacre de indígenas, le pregunté a Eduardo Galeano; respondió: “El lema militar que en Guatemala guió las aventuras siniestras: ‘Hay que acabar con las semillas'”, o sea, dice Galeano, “la semilla eran los niños, los bebes indígenas. Era una guerra racista de una minoría blanca contra la gran mayoría indígena maya y toda su maravillosa cultura que es la que le dio título al libro; proviene de una frase que escuché en una comunidad maya hace muchos años. La frase decía: Somos hijos de los días, porque los mayas creen que el tiempo funda el espacio, y nosotros somos hijos de los días”.
El hombre de la palabra se refirió al lenguaje del silencio como el más comunicativo: “Soy un hombre de palabras, pero esas palabras son el resultado de un largo proceso de asesinato de las palabras que sobran. Voy suprimiendo todas las palabras que no son mejores que el silencio. Yo quiero desnudar las palabras, quitarles toda la carga retórica que traen”.
Y qué bueno sería, dice: “Que todos los que trabajamos con la comunicación tuviéramos un cartelón inmenso ante los ojos diciendo eso. Las únicas palabras que tendrían que existir son las palabras mejores que el silencio y esa lucha no es fácil porque competir con el silencio es casi imposible, el único lenguaje perfecto es el del silencio porque es el único que dice callando”.
Libros como Los hijos de los días existen porque este mundo sigue contando con escritores como Galeano, que aún sueñan con poder cambiar al mundo, al mismo tiempo que lo van creando.
Escucha la entrevista de Chelis López retransmitida en Tu Ritual Virtual, de Radio Indígena: