Editorial: La crisis de agua no es solo en Flint

El Congreso debe aprobar con urgencia la ayuda federal para esa ciudad de Michigan

Un especialista de la Guardia Nacional carga agua embotellada para los vecinos de Flint.

Un especialista de la Guardia Nacional carga agua embotellada para los vecinos de Flint. Crédito: Sarah Rice | Getty Images

La crisis de agua en Flint, Michigan, es un microsmos de las dificultades por las que pasan las comunidades pobres frente a estrategias empresariales de gobierno que enfatizan el ahorro de dinero por sobre el bien público. Es un problema con características propias, pero pone sobre el tapete un problema que afecta a mucha ciudades.

El gobernador Rick Snyder, un empresario elegido por el Tea Party, estableció un sistema de “administradores de emergencia” para lidiar con los temas que surjan. Dos de estos administradores cambiaron la fuente y las cañerías de donde Flint obtenía el agua para ahorrar dinero. Durante varios años el agua potable estuvo contaminada en una población mayormente afroamericana en una ciudad que alguna vez fue centro de la industria automotriz. El agua ya proviene de la fuente original, pero la corrosión de las cañerías todavía la contamina con exceso de plomo.

La responsabilidad del gobierno federal recae en la Agencia de Protección al Medio Ambiente (EPA) que no fue asertiva en su reclamo por el agua contaminada. Hoy el Congreso tiene la posibilidad de enviar por lo menos 300 millones de dólares para que, junto con fondo estatales, se cambien las cañerías de la ciudad. Los republicanos se oponen hasta que no haya recortes de presupuesto. Seguramente que la reacción, desde el gobernador a los senadores, sería distinta si los perjudicados fueran blancos adinerados y republicanos en vez de pobres, afroamericanos y demócratas.

Pero el problema de Flint y sus 8 mil niños que puedan tener problemas de desarrollo, debido al exceso de plomo en el agua,  ocurre en numerosas  ciudades del país desde New Jersey a California, desde Pensilvania hasta Louisiana. Incluso Washington D.C. necesitó en 2001 millones de dólares para reemplazar sus cañerías tóxicas.

Se estima que puede haber seis millones de millas de cañerías que llevan agua contaminada a los hogares. El National Resources Defense Council calculó en 2011 que hay 19 ciudades grandes como Phoenix, San Diego y Denver con una plomería deteriorada y agua con un alto nivel de contaminación.

El caso de Flint deja muchas lecciones. Una de ellas es la necesidad de una regulación federal estricta y vigilante en un área tan importante como el agua potable. Para eso es necesario una mayoría del Congreso que no vea el EPA y sus regulaciones como los enemigos.

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