Cambio de Cecilia Muñoz

Después de ver el programa Frontline de PBS la semana pasada titulado “Lost in Detention”, sobre el efecto de las deportaciones en las familias y las violaciones de derechos humanos en centros de detención privados que ganan mucho billete con el negocio de la inmigración (un tema que yo describí con detalles en el artículo “El Negocio está en inmigración” publicado el 5 de julio de 2011), me quedé bastante perturbada.

Mi sensación de que algo estaba mal no se debió al contenido de lo que la colega María Hinojosa transmitió en ese programa, ya que los medios en español hemos venido machacando esto por años.

Lo que me dejó pensativa fue la entrevista que María le hizo a Cecilia Muñoz, quien luego de ser toda su vida una activista pro inmigrante, ahora trabaja en la Casa Blanca. Recuerdo que cuando Obama la nombró en 2008, las organizaciones latinas sonaron bombos y platillos elogiando que una latina defensora de los inmigrantes pasara a ser casi casi mano derecha del presidente.

Uno se imagina que eso quiere decir que la persona en cuestión tendrá una sólida influencia en la política que el presidente despliega sobre un tema o al menos puede recomendar. Ese es precisamente el meollo de tener representantes en el gobierno ¿no?

La señora Muñoz es hija de inmigrantes bolivianos y nació en Detroit, Michigan. En 2005 dijo por National Public Radio que una de las cosas que propulsó su carrera como defensora de los inmigrantes es el sentimiento de “indignación” hacia las injusticias que se cometen contra la comunidad.

“Estamos aplicando la ley de la nación”, dijo Muñoz la semana pasada, cuando María le preguntó sobre las deportaciones y que las mismas estaban causando dolor. “Cuando hay más de 11 millones de personas sin papeles en este país, la aplicación de la ley va a traer consigo alguna separación de familias. No nos tiene que gustar, pero es la realidad”.

Uno sigue sin entender la estrategia del presidente Obama y de la Casa Blanca. Es cierto que hay una ley que cumplir y que es bueno deportar a criminales, pero la inmensa mayoría de los deportados no lo son. También es cierto que en política, para lograr algo, hay que ceder. O sea que de tanto deportar gente, el presidente Obama hubiera conseguido algo de apoyo republicano para una reforma migratoria o que incluso varios demócratas no hubieran votado en contra del DREAM Act el pasado diciembre.

Pero lo que menos entiendo es cómo la señora Muñoz, de estar perennemente indignada por las injusticias, pase a justificarlas. Esperemos que tenga buena razón para ello, que en algún momento en los próximos cuatro años tanta buena obra en deportaciones nos traiga el consentimiento de un grupo bipartidario del Congreso para una reforma migratoria.

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