‘Hello y bye’ a Sabina en LA

El cantautor ofreció uno de sus tres shows en EEUU

No se sabía quién estaba más contento: el tipo flaco del bombín y voz rasposa que repasaba sus mejores temas sobre el escenario o el público fiel, que se sabía todas las letras y las coreaba, totalmente entregado en lo que aquel fácilmente describió como complicidad. Debajo del sombrero, la sonrisa de Joaquín Sabina era permanente; las pantallas del Teatro Nokia la amplificaban y el público, aunque no colmaba el recinto, la recibía agradecido.

Tardó décadas para que el rockero andaluz debutara en Los Ángeles; increíble pensar de que el concierto del jueves marcara el debut de uno de los grandes cantautores contemporáneos de la lengua española en una ciudad que se jacta de ser capital mundial de la industria musical (y donde “artistas” de mucha menos envergadura pueden llenar teatros muchos más grandes que el Nokia).

Pero el tamaño no importa, se imagina uno que diría Sabina, que encantó y capturó a aquel público desde que él y sus seis músicos acompañantes iniciaran, apropiadamente, con Esta noche contigo. Y que después de un delicioso Tiramisú de limón, pronunció las palabras que pocos pensaron llegarían a escuchar: “Good evening LA,” dijo en el primero de varios usos de un inglés simpático, para después darle el más apropiado reconocimiento a sus fans de esta ciudad: “Buenas noches Los Ángeles, provincia de México”.

Sabina mismo se rió de su ocurrencia con un “de qué modo conmocionamos a los gringos” para después confesar su genuina emoción de haber debutado en esta ciudad y de haber compartido un camerino con fotos de Jimmi Hendrix y Bob Dylan, dos de sus referentes musicales americanos.

“Espero que mañana pongan una pequeña foto de Panchito”, dijo en cariñosa alusión a su más cercano cómplice, su guitarrista (y frecuente coautor) Pancho Verona.

El público sabía del amor genuino de Sabina por América Latina y por México en particular, y recibió encantado su canción dedicada a Chavela Vargas, El boulevard de los sueños rotos, para la cual el escenario se iluminó de verde, blanco y rojo. La primera parte del show concluyó con un Llueve sobre mojado que extendió para dedicarle sendos versos a cada uno de sus seis músicos acompañantes.

En el primero de varios breves descansos, el repertorio Sabina continuó con algunos de sus temas interpretados por los otros músicos; pero él regreso para concluir Yo quiero ser una chica Almodóvar, que ya había hecho suyo la espectacular corista Marita Barros.

Lo mejor estaba por llegar, porque todavía faltaban Y sin embargo (le agradó ver que el público angelino podía cantar uno de sus versos a capella, como se acostumbra en sus conciertos) y 19 días y 500 noches, en la cual cantó en inglés su más famosa estrofa (“She said: hello and goodbye…”).

Su súper éxito Princesa concluyó formalmente el concierto, pero hubo tres bises en los que pudo incluir infaltables como Contigo, Noche de bodas, Y nos dieron las 10 y las 11 y Pastillas para no soñar, una canción que bien define la filosofía de vida de Sabina (“si lo que quieres es vivir 100 años, no vivas como yo,” canta en una de las estrofas).

El concierto del jueves fue la segunda parada para El penúltimo tren, la minigira estadounidense de Sabina que comenzó esta semana en Nueva York y que concluye mañana domingo en Miami.

Más que debut tardío, fue una oportunidad para comprobar que a sus 62 años, Sabina sigue teniendo la voz de siempre, la de una suerte de Dylan hispano al que sí se le entiende lo que canta. Pero más que nada fue una oportunidad de comprobar que nadie escribe una declaración de amor como Sabina; solo hace falta escuchar la letra de Contigo (especialmente cuando reemplaza “Hollywood” por “Venecia” en una de las estrofas).

Ahora que se están delineando las fechas para la gira de 2012 con otro de su grandes cómplices, Joan Manuel Serrat, es difícil creer que el tren Sabina vuelva a parar pronto en Los Ángeles. Pero del público del Nokia, nadie se fue a la farmacia a comprar pastillas para no soñar.

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