Maratonista deja huella ecológica
En su recorrido desde la Patagonia ha plantado árboles; su destino es Alaska
Henry Sánchez Pardo, un matemático colombiano de 39 años, cruzó a Estados Unidos desde Tijuana en agosto con las autoridades corriendo tras sus talones descalzos.
“Creo que he sido el único que entró corriendo a este país con el ICE atrás, pero no para alcanzarme, sino para escoltarme”, cuenta sonriente ya instalado en Los Ángeles, como una anécdota más de su larga travesía.
Es larga, sin duda, y llena de significado. Sánchez Pardo salió hace tres años, cinco meses y 16 días desde la Patagonia argentina y en agosto llegó a Estados Unidos, desde donde piensa seguir hacia Canadá y Alaska, que es su destino final.
Lo ha hecho trotando, descalzo y con un objetivo: plantar árboles, crear consciencia sobre el medio ambiente.
“Yo ya lo he asumido como una misión”, cuenta Sánchez.
En ese trayecto de casi 28,000 kilómetros, más de 15,000 millas por 15 países, incluyendo toda la zona oeste de Sudamérica y buena parte de Centroamérica -el único país que no tocó fue El Salvador porque le quedaba fuera de la ruta- ha visto las dos caras de la moneda medioambiental.
“He sido testigo de las maravillas naturales y de cómo hemos, los seres humanos, actuado contra ellas”, comenta. “Tenemos una naturaleza maravillosa, pero hemos hecho lo posible por destruirla”.
Con la ayuda de las comunidades, ciudades y países por los que ha pasado en su travesía, ha plantado más de siete millones de árboles. Esa monumental hazaña, impulsada por la voluntad de un solo hombre pero la participación de muchos cientos, comenzó con una idea y un puñado de árboles plantados en una universidad de Bogotá donde daba clases hace algunos unos años.
“Enseñaba una clase de ingeniería ambiental y empiezo a leer más y más sobre este tema y sobre los árboles y la tala indiscriminada de ellos y cómo con ello le hacemos daño al planeta en donde más le duele, sus pulmones”, indica.
Entonces, decide plantar unos árboles en forma simbólica en el campus de la Universidad. El rector se mostró algo escéptico pero se lo permitió. Dos años después, Henry pasaba frente al lugar donde estaban los árboles, ahora ya crecidos y vio a un alumno regando y cuidando de ellos.
“Allí se me prendió la idea, de que si plantando árboles puedes inspirar a otras personas, yo podría hacer eso. Luego pensé hacerlo desde el fin del mundo, el lugar más recóndito, porque cuando a uno lo quieren mandar bien lejos dicen ‘vete a la Patagonia'”, rie Henry. “Así que allí me fui y comencé a correr”.
Como bombero honorario en Colombia, Sánchez se fue comunicando con la red de bomberos voluntarios en cada país de Latinoamérica. Muchas veces pasó la noche en estaciones de bomberos en diferentes pueblos y ciudades.
“No conseguí patrocinadores, aunque lo intenté, pero en el camino, mucha gente, instituciones y hasta gobiernos me han ayudado”, comenta.
Hay puñados de recuerdos y anéctodas. Entre correr, plantar y conocer nueva gente y lugares surgen los encuentros fortuitos en Argentina, con un físico y profesor que le invitó a hablar a su clase justo en un momento en que ya no tenía recursos para seguir.
“Allí fui a dar una charla y como siempre ando con mi gorra, me la quité y la puse sobre la mesa. Cuando vine a ver, los estudiantes me la habían llenado de contribuciones”, recuerda sonriente.
En Bolivia, al llegar a Potosí, una de las ciudades más altas del mundo, se desplomó exhausto. Masticar hojas de coca, como es costumbre en ese país, no solo le curó de cualquier rastro de cansancio o del mal de las alturas, sino que le permitió entablar amistades en un país donde es mal visto el rechazar esa costumbre ancestral.
“Si no lo haces no te aceptan”, dijo.
En México se quedó 10 meses, hasta que logró su objetivo de plantar 1 millón de árboles en ese país y ya lleva tres meses en Estados Unidos, donde ha vivido la hospitalidad de las instituciones de colombianos y de empresas como La Curazao, que lo contrató para dar charlas a sus empleados y hacer eventos de siembra de árboles en el Sur de California.
Aunque aquí, en tierra estadounidense, las cosas se le han complicado un poco, burocráticamente hablando.
“No me había pasado en todo el trayecto, pero aquí hay que pedir permisos para plantar. Sigo con mi objetivo de 1 millón para todo el país, pero simplemente plantaremos los más que podamos”.
Darío Monsalve, quien encabeza el grupo Colombianos en Acción en Los Angeles, está ayudando a organizar actividades y promoción para la misión de Henry que, según él, no solo es buena para el medio ambiente.
“Está creando mucha unión dentro de la comunidad colombiana, porque hay un mensaje claro de cómo pueden ayudar y es algo que la gente alcanza a valorar”, indicó Monsalve. “Su mensaje también es espiritual aparte de ecológico, ya que eligió correr descalzo porque afirma que siente la vibración de la tierra a través de sus pies”.
“Cada vez que planto un árbol me siento vivo”, declara Henry en cada parada.