Economía: Los factores para el 2012
No sólo se trata de un año electoral, en donde las presiones políticas se irán acentuando hasta desembocar en los resultados del próximo otoño. Es indudable que las posiciones y apuestas de los partidos, y de los grupos de interés, se centrarán en la continuidad o cambio del Presidente Obama. Pero este no es -ni mucho menos- el único factor fundamental que influirá este año en la economía.
Existen componentes externos sobre los cuales la nueva globalización hace profundizar su influencia y que repercuten directamente en el desempeño productivo del país. Sobre estos últimos, es muy escasa o poco significativa la influencia que pueden generar los ámbitos políticos estadounidenses.
Entre esos factores externos se incluyen aquellos que se refieren al posible crecimiento económico de Canadá y Japón, el desempeño de la confianza del consumidor y del empleo en el propio Estados Unidos, en los desenlaces que se tendrían en lo que por el momento se avizora como un callejón sin retorno ni salida para Europa, y el riesgo de una implosión de burbuja especulativa en China.
Aunque Canadá se mantiene como el principal socio comercial de Estados Unidos -condición que perdería a favor de China, en tan sólo seis años si continúa la tendencia actual- y a pesar de que el vecino del norte tiene aproximadamente un 10% de la población estadounidense, un repunte de crecimiento podría aliviar en algo el déficit de comercio externo.
No sólo el crecimiento canadiense ayudaría, sino también el de Japón. Esta última potencia tecnológica trata de dejar atrás altibajos productivos que aspirarían a consolidarse en alzas, luego de una racha de tumultuosos tiempos productivos que se inició en la década de los noventa. Japón con 120 millones de habitantes, aproximadamente un 10% de población de China, produce casi lo mismo que esta última potencia económica de Asia: 6 billones –seis millones de millones de dólares al año.
En efecto, no sólo se trataría de demandas de economías que crecen, en ello también se dejaría sentir la influencia de un dólar “débil” es decir de un dólar fuerte para exportar. Como se sabe, la relativa devaluación de la moneda hace que los productos que se venden en el exterior sean más competitivos. Exactamente todo lo contrario de lo que los candidatos republicanos han estado reiterando en las diferentes actividades de las campañas electorales de las que emergerá el competidor de Obama.
Tal y como están las cosas, de Europa no pueden venir muchas esperanzas. Mientras los gobiernos del Viejo Continente continúen con sus deudas atadas a los “mercados financieros” léanse los grandes bancos, por ciento “rescatados” hace poco de inversiones poco comedidas, mientras los egresos no se compensen con sólidas condiciones de las cuentas corrientes de los países, ni exista la voluntad política firme de coordinación estricta en lo fiscal, la Eurozona seguirá empantanada, manteniéndose a la deriva en el desempeño económico.
Existe además un elemento respecto al cual uno quisiera equivocarse y que no ha recibido mayor atención en la prensa especializada: el riesgo de una implosión de la bolsa de valores de China. Algo que estaría relacionado con sobrevaluación de bienes inmuebles, similar a lo ocurrido en Estados Unidos. No obstante Pekín tiene un componente determinante a su favor: la directriz política no se anda con contemplaciones a la hora de dictaminar lo que debe hacerse. Se formula y se impone. Un rasgo evidente del centralismo político.
Y por supuesto que el evento electoral de final de año es decisivo en el rumbo económico. La esperanza de los republicanos no se basa en la consistencia de su propuesta, se sustenta en increpar a Obama falta de generación de resultados, precisamente en ámbitos públicos en los que los más conservadores han bloqueado todas las iniciativas. Los republicanos obstruyen propuestas para luego, una vez los resultados no se obtienen, culpar a la Casa Blanca de incompetencia. Para algunos, el sólo ver a Obama les enferma.
Existen radicalismos tan cavernarios entre los republicanos especialmente los del “tea party”, que están decididos a destruir el edificio –-léase el país- con tal de sacar al inquilino, en este caso la Administración Obama.
Es de esperar que los electores no se confundan dejándoles de nuevo el poder a quienes fueron precisamente responsables de generar desastres de históricas magnitudes.