Muerte en Cuba
El fallecimiento del disidente Wilman Villar a causa de una huelga de hambre cuando estaba en manos de las autoridades cubanas es una condena despiadada contra el régimen represivo en la isla.
El gobierno cubano ha tomado en los últimos tiempos una serie de medidas para abrir paulatinamente la participación privada en la economía, sin embarga ese tipo de apertura esta ausente del ámbito político.
El indulto a 2,900 presos cubanos realizado en diciembre y las negociaciones con la Iglesia liberó a gente de la cárcel fueron gestos significativos del gobierno de Raúl Castro. Pero también la opositora Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN) ha señalado una intensificación en el hostigamiento de personas por motivos políticos. La Comisión dijo que en diciembre se registraron 796 detenciones temporales de disidentes.
Villar fue detenido y condenado a cuatro años en noviembre pasado por delitos de desacato y atentado a la autoridad. Hace 50 días él inició una huelga que lo condujo ayer a la muerte.
En Cuba se le ha quitado importancia a este acontecimiento diciendo que Villar era un delincuente común, a pesar de que Amnistía Internacional precisamente lo estaba designando ayer como preso de conciencia. La misma categoría que tenía el disidente Orlando Zapata cuando murió también en una huelga en febrero del 2010.
A los nombres de Villar y Zapata se le debe unir el de Wilfredo Soto que fue detenido en una protesta antigubernamental en mayo de 2011 y murió bajo arresto por haber sido golpeado.
Cuba quiere seguir el modelo chino de apertura económica y cerrazón política. Eso es inaceptable y Cuba, por muchos motivos, no es China como para pretender seguir sus pasos.
La muerte de Villar vuelve a colocar la atención en un régimen que se resiste a dejar de ser una dictadura, donde los críticos son detenidos, hostigados y condenados a prisión injustamente. Pero tanto para Villar como para Zapata todo eso no fue suficiente para impedirles un último acto de protesta.
