España: Justicia de luto
No se puede hablar con tranquilidad sobre la condición actual de la justicia en el mundo, más bien esta maltrecha y ahora acaba de recibir un nuevo golpe. El tribunal supremo (en minúsculas) de España se encarneció contra uno de los luchadores de derechos humanos más relevante en el mundo, ha suspendido al juez Baltasar Garzón por once años y falta la sentencia en dos juicios más. Este es un golpe rotundo no solamente contra Garzón, sino contra las causas por las que él lucha.
Conocí a Baltasar Garzón hace unos años, me invitaron a un curso de verano que organizaba en su pueblo junto con la Universidad de Jaén, y me sorprendió la cantidad de protección que existía. Yo lo atribuí a que en el encuentro participaron funcionarios de muy alto nivel del gobierno español, pero después comprendí que una buena parte de la seguridad era por él. No iba solo ni al sanitario.
Conforme fui indagando sobre sus actividades como juez, entendí que había razones para temer por su vida, aunque la agresión no ha sido fatal, su perversión tal vez sea mayor y llegó de la España que muchos daban por enterrada y que ahora respira con más fuerza que nunca. Los franquistas que están apoderados de las instancias superiores de la justicia en ese país, fueron a por él y lo atraparon, con toda suerte de triquiñuelas, lo condenaron en un proceso que antes que nada buscaba avergonzarlo, lo hicieron a un lado suspendiéndole la carrera judicial, aunque para suerte de muchos, su voz seguirá escuchándose, tal vez con más fuerza, es una más de las víctimas de ese abuso que combatió desde la Audiencia Nacional, entidad a la que enalteció.
Garzón se hizo famoso por la detención del dictador chileno Augusto Pinochet, aunque su acción fue mucho más significativa para ayudar a romper la tenaza que habían creado los militares argentinos sobre la democracia. Muy significativo fue para España su acción contra la banda terrorista ETA, sin sus acciones no se explicaría hoy el acorralamiento de ETA y su anuncio de cese al fuego. Aunque a los socialistas no les gusta, la acción del juez contra los batallones de ajusticiamiento (GAL) que termina por afectar la carrera política de Felipe González, es fundamental para entender la decencia que debe tener cualquier sistema que se reputa democrático y que no puede ir por las vidas de aquellos que se declaran enemigos del sistema.
Pero Garzón cometió un error que terminó por descarrilar su carrera. Indagó sobre la corrupción de las mafias que alimentan al Partido Popular, los encontró culpables, los encarceló y ellos, lograron, con la complicidad de la derecha recalcitrante en el tribunal supremo, deshacerse del juez. Uno de los corruptos obligado a renunciar, ahora fue declarado inocente y a otro de los mafiosos se le redujo la fianza para que pueda salir de la cárcel. Garzón, siendo consecuente, actuó para que les hicieran justicia a las víctimas, cuyas voces, gracias al juicio, han sido escuchadas en el tribunal. Pero los franquistas, incrustados en el tribunal, decidieron que el juez “rojo” había ido muy lejos, que podía tolerarse que desnudara y se castigara las infamias en otros lugares del mundo, pero nunca en su tierra. Buscaron callarlo y lo han expulsado de su posición como magistrado.
He escuchado críticas a Garzón. Que si es mediático, que si es protagónico, pero nadie le escamotea los grandes logros que alcanzó a riesgo de su propia vida. Pocos han hecho tanto por los maltrechos derechos humanos en el mundo, estando dispuestos a pagar un precio tan elevado como el que él ha pagado, pero más alto será el que pagaran las víctimas, pasadas y futuras, porque este es un espaldarazo a los déspotas del mundo. Sin embargo, siendo optimistas, debemos reconocer que hay magistrados y fiscales siguiendo el camino que desbrozó Garzón.
Hace unas semanas, en una presentación de Garzón lo compare con Zola, que motivado por su conciencia defendió al judío Alfred Dreyfus, acusado y sentenciado por su religión. Zola se enfrentó al poder y tuvo que abandonar Francia, yo hice votos porque Garzón no tuviera que abandonar su patria frente a la agresión de los derechistas en España, tal y como habían hecho en el siglo XIX los responsables de la persecución racial en Francia.
Las violaciones a los derechos humanos son muy viejas y están profundamente arraigadas en muchas mentes. Los optimistas creíamos que la legislación internacional y las voces que se levantaban en el mundo (varios premios Nobel así lo atestiguan) los obligarían a recular, la agresión contra Garzón nos vuelve a la realidad. Todavía hay mucho camino por andar.