Raúl Castro: te paran por parecer hispano
Raúl Castro, el único exgobernador mexicano de Arizona: “que te paren por parecer hispano es la historia de este estado”
Phoenix, Arizona – Que a las personas de apariencia “mexicana” las detengan las autoridades en Arizona no es algo nuevo. Si no pregúntele a Raúl Castro, quien a sus 95 años recuerda cómo le ocurrió en más de una ocasión, aún cuando era juez y hasta cuando era gobernador del estado en la década de los setenta.
“Esta es la historia de Arizona”, comenta Castro quien ahora vive en Nogales, “a pocas yardas de la frontera”, como el mismo dice. Raul Castro tiene una vida llena de primeras veces: el primer latino abogado del condado de Pima, el primer juez de la Corte Superior de Pima, el primer y hasta ahora único gobernador mexicano de Arizona.
En una entrevista telefónica desde su casa en Nogales, Castro habla con soltura y total lucidez, a pesar de estar a punto de cumplir los 96 años.
“Esa enmienda (de ley) que pasaron a mí me parece muy mal, tremendamente mal”, comenta Castro respecto a la SB 1070. Respecto a la gobernadora Jan Brewer se niega a dar su opinión. “Es de muy mala ética ir criticando a otros gobernadores”, dice. Sin duda, ética del viejo mundo que ya casi no existe en la política de hoy.
Castro y su familia vinieron a los Estados Unidos de su nativa Sonora cuando el joven Raúl tenía 10 años. Ambos padres eran originarios de Baja California. El padre de Raúl era minero y fundador del sindicato de mineros. Huyó de México tras declarar una huelga que fue declarada ilícita.
“Y acá nos vinimos, Estados Unidos aceptó a mi padre y acá vinimos y nos hicimos ciudadanos”, dijo.
Raúl trabajó desde joven y eventualmente logró el sueño de recibir su grado de leyes de la Universidad de Arizona. Tras practicar por un par de años se lanzó y ganó el puesto de abogado del condado de Pima y luego de Juez de la Corte Superior.
A finales de los años cincuenta estaba en su rancho de Nogales pintando una cerca cuando llegó un carro de la patrulla fronteriza. ¿Tiene tarjeta? Le preguntaron.
“No tengo tarjeta”, les contestó. “¿Por qué está pintando esa cerca?”, le preguntaron, bajándose de la patrulla para arrestarlo. “¿Usted ve esa placa sobre la puerta? Familia Castro? Yo soy Raúl Castro, el juez Raúl Castro”.
Más de 50 años después, Castro está molesto de que una ley sancione y estimule la continuación de ese tipo de discriminación racial en Arizona.
“El caso es que el problema de esa ley digan lo que digan es que al momento que una persona tiene apariencia de ser hispano, es suficiente para que lo molesten”, indica.
“Entre Tucson y Nogales hay un área de inmigración unas 15 millas fuera de Nogales, siempre lo paran a uno cuando lo ven con esta apariencia. Muchos residentes de Sonora van a Tucson a gastar su dinero y las van molestando siempre”, agrega el que es hoy el gobernador viviente de más edad en los Estados Unidos.
La culpa la tiene, según Castro, “la desidia del hispano que no vota por miedo de que les hagan veinte mil preguntas”.
Esa actitud “prevalece” hoy en día, dice Castro, aunque dice que está viendo un poco más de actividad, después de la SB 1070. “Creo que sí está mejorando. Con frecuencia voy a Phoenix y veo más entusiasmo entre los grupos comunitarios”.
Como político local Castro alcanzó tal prominencia que el presidente Lyndon Johnson lo nombre Embajador en El Salvador en 1964, y luego en Bolivia hasta 1969. Al regresar a Arizona se dedicó a la präctica del Derecho Internacional y en 1974 se lanzó a la gubernatura.
“Me dijeron que estaba loco, que no lo lograría jamás”, dice Castro. ¿Cómo lo hizo?. “Puerta por puerta, pidiendo el voto”.
Castro termina la entrevista señalando que su papá, “muy activo en interés por la política”, estaba subscrito al periódico La Opinión. “Siempre me leía las notas del periódico cuando yo era joven para que estuviera empapado de todo lo que ocurría”.
Castro aún está activo en política. Las organizaciones latinas aún lo buscan, es una figura reverenciada y conocida por todos en Arizona.
“Lo que ha pasado es lo de siempre, en los tiempos buenos, cuando la economía está bien, nadie se molesta en quejarse de los inmigrantes que llegan”, dice. “Pero cuando viene una recesión, una crisis, todo el mundo se queja”.