Podría salvarse restaurante chino del ‘mesero antipático’

Un restaurante chino de San Francisco conocido en algún tiempo por tener el "mesero más antipático del mundo" es posible que después de todo no cierre sus puertas

SAN FRANCISCO.– Un restaurante chino de San Francisco conocido en algún tiempo por tener el “mesero más antipático del mundo” es posible que después de todo no cierre sus puertas en forma definitiva.

Los propietarios del restaurante Sam Wo deben abogar por su caso ante el Departamento de Salud Pública en una audiencia que se celebrará mañana martes.

Julie, la hija del propietario David Ho, informó al San Francisco Chronicle que el restaurante se cerraría durante el fin de semana, pero que no había previsto nada definitivo para después de esa fecha.

“Este restaurante es mi vida”, le dijo al periódico.

Las autoridades sanitarias exigieron cambios después de determinar infracciones a los códigos sanitarios, como ser la presencia de roedores, pero los propietarios del restaurante dijeron que el cuchitril en Chinatown con 100 años de trayectoria era sencillamente demasiado antiguo.

Tenían pensado servir los últimos platos en las primeras horas del sábado.

En la reunión del martes, los propietarios deberán presentar sus planes para lograr que su restaurante vuelva a cumplir con los códigos, señaló al Chronicle Eileen Shields, portavoz del Departamento de Salud. A su vez, esos planes deberán ser aprobados e implementados antes de que Sam Wo pueda volver a abrir las puertas de su negocio.

“Implica mucho tiempo y dinero”, dijo Shields. “Pero las personas son muy fieles a este restaurante, y San Francisco es una ciudad donde nada tiene un fin fácil. Soy optimista, pero también espero que los vecinos y defensores organicen una manifestación”.

Las noticias del cierre del restaurante entristecieron a sus clientes, que el viernes hicieron fila en la cuadra para poder sentarse en una de las ocho mesas a la hora del almuerzo.

“Sé que los cambios son buenos, pero a veces uno quiere aferrarse a los recuerdos felices”, dijo la clienta Marlene Lee, de 71 años, que hace 60 años que visita el restaurante y sus precios accesibles le permiten disfrutar de platos que la hacen sentir bien y le recuerdan a su hogar.

Para las personas que no pasaron su infancia visitando el restaurante de Sam Wo, este lugar se convirtió en un puntal cultural en la década de 1970 a través de las crónicas del excolumnista del San Francisco Chronicle, Herb Caen, y las novelas de Tales of the City de Armistead Maupin.

Ambos hombres inmortalizaron el restaurante al escribir sobre las fechorías de Edsel Ford Fung. Llamado “el mesero más antipático del mundo”, Fung se hizo famoso por abusar verbalmente a sus clientes y lanzar con fuerza los platos sobre la mesa.

El “Soup Nazi” es un Dalai Lama en comparación con Edsel Ford Fung, señaló Sam Begler, un cliente de toda la vida del restaurante, mientras disfrutaba de sus rrollitos de cerdo y chow mein. “Es el Don Rickles de los restaurantes”.

Fung murió en 1984 a los 57 años de edad, pero un cartel con las reglas del restaurante que reflejaba su personalidad áspera se mantuvo colgado durante mucho tiempo. Algunas de las advertencias eran: “No alcohol… no baile, café, leche, refrescos ni galletas chinas”.

Begeler, encargado de un servicio de comidas que acostumbraba a cenar en Sam Wo desde 1976, recuerda cómo Fung se negaba a servir a las personas que no les gustaba su apariencia y rezongaba a los clientes que se atrevían a quejarse si les servían los platos equivocados. Nunca quedó del todo claro si su aspereza era genuina o era parte de una actuación, pero siempre era una experiencia, especialmente para los locales que llegaban a las 3 a.m., aprovechando la tardía hora de cierre del restaurante.

Otro cliente devoto que solía visitar el restaurante, Michael Lyons, dijo que le parecía raro que ahora los inspectores municipales tomaran medidas contra los encargados de Sam Wo por no establecer técnicas modernas para la seguridad de los alimentos, cuando los métodos anticuados del restaurante, como cortar y preparar platos con carne en una mesa de madera cerca de la puerta principal, eran parte de su encanto.

“Siempre lo tomé como una prueba de fuego para una amistad nueva”, dijo Lyons sobre las personas que llevaba al restaurante. “Si podían apreciar la sencillez de un lugar como este, entonces lograban aprobar la prueba”.

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