El universo de su lado Demián Bichir habla de Savages, de Oliver Stone, y en la que también actúan John Travolta, Benicio del Toro y Salma Hayek
Demián Bichir conversa sobre su carrera y su más reciente papel, Savages, filme que ha dirigido Oliver Stone y en el que participan Benicio del Toro, Salma Hayek, Sandra Echevarría y John Travolta
Una simple nominación al Oscar es lo que sirvió al mundo para descubrir finalmente a Demián Bichir.
Por supuesto, antes de ser candidato al Premio de la Academia por A Better Life estatuilla que terminó en manos de Jean Dujardin por The Artist, ya era notablemente popular en su México natal y en otros países de habla hispana.
Al fin y al cabo, su carrera empezó cuando era tan solo un adolescente en telenovelas como Rina o Vivir enamorada, siguió al actuar en filmes como Sangre, pudor y lágrimas o Bendito infierno, y antes de A Better Life ya hab´ía entrado en el mercado internacional gracias su papel de Fidel Castro en Che y a su intervención en la serie Weeds.
Pero los meses de promoción de su nominación fueron decisivos y han dado a su carrera y a su vida un giro radical.
A pesar de eso, Demián Bichir sigue siendo… el Demián Bichir de siempre.
Es un placer establecer una conversación con él, obtener su perspectiva de cualquier tema y tratar de averiguar hacia dónde dirigirá una trayectoria artística cuyos únicos límites él mismo se establecerá.
Mañana estrena Savages, la curiosa (y violenta) cinta de Oliver Stone en la que se adapta el libro de Don Winslow, en el que dos traficantes de marihuana californianos (Aaron Johnson y Taylor Kitsch) se enfrentan a un cartel mexicano liderado por una mujer (Salma Hayek).
Todo ello visto a través de los ojos de la joven (Blake Lively) que comparte su vida con los dos primeros en un fascinante triángulo amoroso y sexual.
Bichir da vida a Alex, la muy elegante mano derecha de esa “reina del sur” tan peculiar a la que encarna con notable convicción la también mexicana Hayek.
Vaya reparto… La combinación de actores, estilos, procedencias es considerable. ¿Tienes un botón donde te modulas a ti mismo?
Efectivamente, hay actores de diferentes escuelas y diferentes “backgrounds”. Solo un director de orquesta de la calidad de [Oliver Stone] puede poner a todos los músicos en el mismo tono y tocar la misma obra. Eso es fascinante como espectador. Yo, desgraciadamante, no tuve oportunidad de verlos a todos en acción. No tuve escenas con John Travolta, por ejemplo, que me hubiera encantado. Tuve solo una con Salma Hayek. En tres meses de rodaje yo filmé siete días. Fue muy poco. A mí me gusta mucho el futbol, pero no me gusta jugar solo siete minutos. Me gusta jugar el partido completo. Me quedé con las ganas de verlos todos en acción.
El guión es muy “oliverstoniano”: camina por un límite entre la farsa y la realidad, la crudeza y la comedia. ¿Cómo caminaste por ese límite?
Tengo que empezar por decir que sí, la novela de Don Winslow está hecha a la medida de Oliver Stone. Su cine es salvaje. La película que haga es salvaje. Pero esta, no solo por el título, sino por la trama y la forma de haberse escrito, está hecha a su medida. Yo veo una película salvaje pero hermosa. Brutalmente bonita. Transitar por ese margen es una de las cosas que a la mayoría de actores nos seduce muchísimo. Es algo que busco constantemente. Yo digo sí a los proyectos cuando no sé qué hacer con ellos. Cuando sé que va a ser difícil, cuando hay un reto interesante. Sí, puede ser que de pronto sacarle la risa al espectador en situaciones tan crudas puede ser peligrosos. Pero solo lo es si no tienes un ojo bien educado. Hay una linea finísima donde de un lado está el ridículo y del otro está la precisión. Solamente un director como Oliver Stone y un reparto de actores como este puede manejar esa línea como una verdadero acróbata.
¿Es Oliver Stone un cineasta desconcertante? Los guiones que lleva al cine poco tienen que ver con la estructura visual de sus películas…
Él es como un padre. Los padres tienen que ser muy estrictos, pero quieren mucho a sus hijos. Es un director que se las ingenia de la mejor forma posible para que tú mismo te encuentres con tus propias limitaciones y las puedas romper. Es un director que te orilla hacia eso. La diferencia con Oliver Stone y otros directores tiránicos es que él no te deja solo es esa orilla o en el precipicio: él te acompaña o está cerca. Él es un comandante de pelotón que no te arroja al suicidio. Él no está en la retaguardia, sino en la vanguardia, con el fusil mejor preparado. Es como una combinación de cosas: te pide que arriesgues, pero no solo.
… Y es un director que sabe sacar un provecho extraordinario de actores que están infravalorados, como en este caso Salma Hayek.
Totalmente de acuerdo. Es uno de los mejores trabajos de Salma. Pero no lo puedes lograr si no tienes un director estricto. Oliver Stone no deja una sola pelusa sin estorbar. Ninguna toma se considera hecha si no está como queremos todos. Y eso es una maravilla, es un lujo para cualquier actor, tener esa seguridad, porque habrán proyectos en donde te vas a tu casa pensando: “¡La madre! Creo que no quedó. Ojalá pudiéramos hacer [la escema] de nuevo”. Con Oliver no pasa eso. Tampoco pasa con Steven Soderbergh [Che] o con Chris Weitz [A Better Life], con los que he tenido la fortuna de trabajar.
Tu personaje es tan encantador como perturbador. ¿Es ese el secreto de un buen vilano?
[risas] Eso dicen: que así es el diablo. Sin embargo, Alex es, de alguna manera, el brazo noble de esta organización [cartel]. Es quien redime a todos ellos…
¿Tienes algún límite, moral o visual, al aceptar escenas violentas?
Tiene que ser inteligente. No se le puede dejar una película como esta a cualquier cineasta. Si vas a hacer este tipo de género, tiene que ser Oliver Stone, Robert Rodríguez o Quentin Tarantino.
Pero como espectador, ¿hay imágenes violentas que te hagan cerrar los ojos?
No estoy seguro… Lo que pasa es que todos sabemos que es ficción… Y por muy bien que esté hecho el truco es muy difícil que yo diga: [en inglés] “¡Oh, no, please, no!”, y que me voltee. Más que asustarme o sorprenderme lo aplaudo cuando veo un efecto muy bien realizado en una película, porque celebro el trabajo del equipo de efectos especiales. Yo con el mismo equipo de efectos he trabajado dos veces, con Oliver Stone y con la nueva película de Robert Rodríguez [Machete Kills]. Son cabrones que se saben su tarea al derecho y al revés y lo hacen de manera brillante. Mi maquillaje tardó cuatro horas… con detalles que no se ven, porque son verdaderos artistas…
¿Definirías la película como un cuento de hadas ‘gone to hell’ (desviado al infierno), como dicen en inglés?
[risas] Yo digo que es “hardcore poetry”, poesía cruda… La película es salvajemente poética.
Cuando echas una mirada retroactiva a los últimos ocho meses, ¿harías algo distinto?
¡Ajá! No lo sé… no me he puesto a pensar en eso. Pero sí puedo decir que el universo ha sido mi aliado y ha acomodado las piezas de una forma impecable de una forma que no solo he podido vivir este tiempo de las nominaciones de A Better Life, sino también de haber hecho la temporada de teatro en México con 126 funciones exitosas, en un teatro con 900 butacas… Lo único que me duele de todo esto es haber perdido la película de [Pedro] Almodóvar… Perdí tres películas, pero la que más me dolió fue la de Pedro Almodóvar porque ese muchacho ha estado en mi lista de deseos desde hace mucho tiempo. Lo único bueno es que nos hemos prometido una nueva oportunidad para intentar hacer algo juntos de nuevo. Esa es la ventaja de todo lo que ha pasado: que más gente sepa de ti.
Y que puedas obtener un provecho profesional sin sacrificar los personal…
Yo creo que los artistas tenemos una responsabilidad social y sí estás obligado a dar tu opinión cuando sea necesario y cuando el bien común esté de por medio. Nosotros, ahora, estamos a punto de tener elecciones en México [esta entrevista tuvo lugar cinco días antes de las mismas] y yo he dejado claras mis opiniones con respecto a lo que pienso del movimiento YoSoy132. Yo no pertenezco a ningún partido político, pero hice un video, di una entrevista, donde dejé claro lo urgente que es cambiar el destino del país. Y también estoy siendo muy insistente termina con el encono en el que nos ha sumergido la clase política, donde familias enteras se han peleado, amigos se han separado… Eso no lo podemos permitir. A partir del primero de julio, todos tenemos que jalar como si fuéramos el mismo país y no como si fuéramos siete países distintos. Sin embargo sí que me mantengo al margen de cualquier otra cosa: nunca se verán por ahí cosas más personales mías, porque no creo que la vida de nadie sea mejor si se enteran de la mía. Si no, yo saldría ahorita en una gira por todo el país para hacer la vida de la gente mejor. Pero dudo mucho que yo sea un ejemplo para nadie. Por eso me concentro en mi trabajo.
¿No crees que esa situación que se vive en México es un microcosmos de lo que se vive en el mundo?
Sin la menor duda. El problema es que la crisis que tenemos en el mundo tiene diez o quince años. Pero la crisis que los mexicanos tenemos lleva 92 años… Y si vas hacia atrás, 100 años desde la Revolución y 200 desde la independencia… Y no han cambiado mucho las cosas. ¡Ese es el grave problema!