Mitos y realidades de un seguro de vida
Quizás seas una de esas personas que creen que “se las saben todas” acerca de los seguros de vida, y tal vez pienses (muy equivocadamente, por cierto) que son un pérdida de tiempo y de dinero. Sin embargo, esas pólizas que tan fácilmente pueden adquirirse a precios que se adaptan a tus propias finanzas son excelentes recursos que aseguran el bienestar de tus seres queridos en caso de que tú faltes, y que, por eso mismo, te pueden dar una gran tranquilidad mental.
Hoy en día hay seguros de vida que te devuelven el dinero que inviertes en ellos si nunca llega a usarse en el plazo de tiempo para el que lo compres. Estoy hablando de un tipo de póliza de seguro de vida para menores de 55 años de edad que protege a tu familia, pero que te reintegra todo lo que has pagado si no la usas y si ya no la necesitas cuando se vence su plazo.
Así es: esta póliza de vida -que se llama Return of Premium o ROP- te reembolsa el 100% de tus pagos después de cierto plazo de tiempo si no mueres. ¡Un verdadero premio por mantenerla y sobrevivir! Por ejemplo, digamos que quieres protección por 20 años y estás pagando 75 dólares al mes; entonces, al cabo de ese tiempo recibirías los 18 mil dólares que pagaste, un dinero que ahora puedes usar para tu retiro, la educación de tus hijos o lo que tú quieras.
Entonces, si son tan pero tan importantes y ofrecen tan buenos beneficios, ¿por qué muchas personas a quienes les harían tanta falta no adquieren seguros de vida y se evitan muchos problemas en el futuro? Pues porque tienen ideas preconcebidas y falsas sobre estas pólizas, mitos que quizás les han hecho pensar que si prescienden de un seguro de vida, se ahorrarán tiempo y dinero.
Entre los latinos abundan estos mitos falsos sobre las pólizas de seguro, pero según lo que he escuchado de lectores y oyentes, algunas de las ideas más comunes entre la comunidad hispana son las siguientes:
1. “Si algo me pasa, mi familia puede regresar a mi país de origen en América Latina”. Nada de eso, pues lo más probable es que tus hijos y tu cónyuge, después de haber vivido en EEUU durante muchos años, quizás, ya no quieran interrumpir sus vidas para regresar a una realidad que ya casi les es ajena, donde tal vez perderían sus oportunidades económicas, de estudio, de naturalización o relaciones personales.
2. “Mis parientes aquí o en América Latina se ocuparán de mi familia” . Lo más probable es que tus parientes ya tengan bastante trabajo con sus propios hijos y suficientes problemas financieros como para asumir a más familia.
3. “Dios se ocupará de ellos”. Admiro tu fe, pero recuerda que Dios ayuda al que se ayuda, y que -como decían en mi familia- “a Dios rogando, y con el mazo dando”.
4. “Mi mujer se casará de nuevo y la familia tendrá un nuevo padre”. No es para nada seguro que tu esposa vuelva a conseguir cónyuge si tu faltaras, y si ese fuera el caso, no puedes contar con que esa nueva persona vaya a ocuparse económicamente de los tuyos.
5. “Yo soy joven y saludable y no creo que me vaya a pasar nada malo”. Nadie tiene una bola de cristal para saber cuando le llegará su fin, pero sí se puede poner un dinero aparte cada mes para pagar una póliza que, pase lo que pase, le dará a tu cónyuge y a tus hijos la red de seguridad que necesitan para enfrentarse solos a la vida si ya no pudieran contar contigo.
Protege tu identidad
Tal vez hayas oído hablar del robo de identidad pero, en realidad, ¿sabes lo qué es, ya hasta qué punto te puede afectar? Si no es así, es esencial que te informes antes de que, sin quererlo, te conviertas en su víctima.
El robo de identidad es básicamente una transacción a tu nombre que no autorizaste. Aunque es ilegal, por desgracia sucede muy a menudo, y sus víctimas -tú, yo o cualquier persona con una identidad reconocida ante la ley- son quienes sufren sus terribles consecuencias.
Hoy quiero ayudarte a impedir, detectar y defenderte contra el robo de identidad. ¿Cómo puedes impedirlo? Pues, ante todo, no tires ningún documento importante a la basura sin triturarlo antes. Exactamente: tienes que hacerlo pedacitos, pues es necesario evitar que ese papel que contiene tu número de Seguro Social, tu dirección o cualquier otra información personal caiga en malas manos, y los ladrones de identidad registran hasta los latones de basura.
Además, no le des tu información personal por teléfono a nadie, a no ser que hayas sido tú quien inició la llamada y sabes muy bien que estás tratando con una compañía confiable.
Tal vez ya estés sospechando que algo no está bien. Si no te han llegado cuentas que esperabas, si has recibido cartas negando o haciendo referencia a deudas que no solicitaste, o si te niegan crédito porque tienes malos comentarios en tu historial y crees que no te lo mereces, es probable que alguien haya usado tu nombre sin tu consentimiento.
¿Qué hacer en este caso? Primero, debes saber que la ley te protege si le notificas a los tres burós de crédito y a tus tarjetas que sospechas de fraude. El máximo que pueden cobrarte por el uso de una tarjeta sin tu autorización es 50 dólares, pero esto por lo regular ni siquiera sucede.
Pon una alerta de fraude en tu historial con los tres burós -Experian, TransUnion y Equifax- y notifica a la policía para que se haga un reporte formal por si necesitas pruebas en un futuro. De estos tres burós nacionales, Equifax es el único que hasta ahora ofrece sus servicios en español.
También es urgente que avises del fraude a la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos (FTC) en su sitio de Internet http://www.ftc.gov. ¿Quieres saber cómo se hace? Pues visita mi sitio, juliestav.com, y hazle fuácata al botón que dice “Tu crédito y tu bolsillo”.