Calderón, los años que vienen

Felipe Calderón se quiere quedar en México para refundar el PAN

En las últimas semanas el presidente Felipe Calderón cambió el tono de sus discursos y sus objetivos. ¿Le recordó sus odios al PRI la apabullante derrota del PAN? ¿El castigo a su gobierno lo empaparon de culpas? ¿Le pesa que el sexenio sabático que tuvo que tomar su esposa Margarita Zavala de la política activa? ¿O será simplemente que el papel de republicano, como se comportó durante la elección al no entrometerse y el vía del voto, cuando reconoció la diferencia de Enrique Peña Nieto, entró en contradicción con su alma guerrera? Nadie, salvo él, lo sabe, pero todos pueden ver cómo después del1 de julio, todo cambió.

Calderón se había mostrado confiado en que él no sería el presidente panista que regresaría a Los Pinos al PRI. Jugó su ánimo y su deseo por Ernesto Cordero para la candidatura presidencial, pero cuando Josefina Vázquez Mota parecía imbatible, reunió a su equipo en la casa presidencial, dividido por querencias políticas y les dijo: “Lo peor que puede pasar, es que gane Josefina”. Lo que generó inquietud entre los corderistas, quedó claro para el resto. Quien ganara la candidatura de los dos, sería el abanderado que respaldaría.

El equipo de Cordero se quejó durante la contienda por la nominación que había pagado los costos de ser el delfín pero nunca tuvo los beneficios; es decir, que no recibió el apoyo que un heredero pueda esperar, ni en la presión política a quien dudada, ni en los dineros que podrían haber ayudado la conquista de la nominación. El equipo de Vázquez Mota critica todavía hoy al Presidente de que en la campaña no la apoyó, ni políticamente, ni con recursos, y que la abandonó de tal forma que incluso se percibió públicamente que la habían aislado.

Calderón, sin embargo, sí hizo su trabajo en los dos tiempos de la campaña panista para la presidencia. Cuando Cordero era precandidato, hubo un acoso al equipo más cercano de Vázquez Mota y su Gobierno llegó a niveles tan ruines para debilitarla, bloquear conferencias y asesorías externas de sus asesores con lo cual no sólo les quitaban la entrada de recursos, sino sus formas de sobrevivencia en los tiempos donde no generaban otro tipo de ingresos. Pero cuando ganó la candidatura, la Secretaría de Hacienda cerró todas las llaves presupuestales a los gobiernos y a los sindicatos priístas, mientras la PGR difundía expedientes negros de ex gobernadores, políticos y empresarios vinculados a ese partido, y Calderón liberaba a sus cercanos para que fueran al rescate de su campaña.

Si Vázquez Mota no ganó la presidencia, se puede argumentar, fue porque se equivocó de estrategia en la primera mitad de la campaña. Lo dijo Calderón en una entrevista con El País de Madrid, cuando sin mencionarla directamente dijo que una campaña “diferente”, cuando sus niveles de aprobación estaban por encima del 60%, nunca a captó los positivos de la Administración. En otras entrevistas, el Presidente admitió que el costo de la violencia cobró su cuota en las urnas, pero que fue la crisis financiera internacional, que tiró el nivel de aprobación del PAN al 29%, lo que terminó sepultando las aspiraciones de mantenerse en el poder.

Calderón tenía pensado desde hace meses en irse al extranjero una vez terminado su sexenio. Era uno de los principales candidatos para manejar el cambio climático dentro de las Naciones Unidas -por vocación y por el respeto que se ha ganado en la comunidad internacional como buen mediador en este tema-, y esta primavera inició gestiones para dar clases en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, en la Universidad de Harvard, de donde tiene el grado de maestro. Pero en vísperas de la elección, dio señales de haber cambiado de opinión.

El primer momento fue en el cierre de campaña en Guadalajara de Vázquez Mota, donde afirmó que de ser electa presidente, nombraría a Calderón como su procurador general. Lo que pareció una ocurrencia había sido en realidad, una petición expresa de Calderón para que lo dijera. El segundo, días después de la elección y con las heridas profundas de la derrota, en un conclave con todos los lideres panistas con el propósito público de abrigar a Vázquez Mota en Los Pinos, se metió brutalmente en la política interna del partido y dijo que habría que refundarlo.

Calderón conoce perfectamente el partido del cual es un producto nato, por lo que sabe de su autonomía y su espíritu libertario del poder. Su postura generó la reacción inmediata del líder, Gustavo Madero, quien públicamente lo retó al decir que la refundación no era necesaria y que sólo era una idea de Calderón, y luego al sumarse a la izquierda, contra la postura del resto del PAN, en la impugnación presidencial. Calderón apretó y la semana pasada realizó varios discursos sobre la estrategia futura y se comprometió “a volver a sacar al PRI de Los Pinos”.

En el extranjero no lo podría hacer. Retirado de la vida política activa, tampoco. Calderón ha sugerido que no se quiere ir de México, que desea quedarse para encarar la afrenta, y que quiere ser el que encabece esa refundación del partido que, de paso, podría recuperar rápidamente a Margarita Zavala para la política doméstica, donde es un activo que se acrecentó durante el sexenio por su prudencia pública, su activismo invisible y su sencillez e inteligencia.

Lo que desea solo lo conversa con él, pero las señales que emite el Presidente es que perdió pero no se dará por derrotado, y que si eso significa cambiar sus planes de vida, está dispuesto a hacerlo.

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