Civilidad y espíritu de servicio
Hay una gran frustración con nuestro mundo político
Nunca, en los años que tengo de escribir en La Opinión he recibido tanta correspondencia de personas que, como yo, están hartos de mil cosas de nuestro mundo político y oficial, de sus abusos y de lo que “cobran” por abusar.
Tan solo para facilitar mi comentario los he clasificado arbitrariamente. A algunos les contestaré aquí, a otros con cartas personales, con mi agradecimiento para todos.
En el primero coloqué a la mayoría que son los que aprueban las medidas de ahorro público dictadas por Francois Hollande, presidente de Francia, y lo consideran un ejemplo a seguir en todas las democracias aunque algunos expresan temor de que todo sea demagogia; que yo en lo personal descarto.
Un presidente, como Hollande, que acaba de tomar posesión no tiene por que gastar su capital político en algo riesgoso, como lo es esta medida, si no creyera en ella.
En otro grupo coloqué a los que siempre le buscan la cuadratura al círculo; los que no están de acuerdo ni con ellos mismos.
Y en otro más, los demás, que son muchos, pero no hay uno solo que le falte el respeto a Hollande, y eso en política es un triunfo.
Entre los que me escribieron están algunos de los que me siento amigo, como de Sam Soto cuyo desacuerdo semanal con mis puntos de vista es agradecida y ritual. En esta ocasión me echa un torito preguntando: “Bien, ahora: ¿Qué hacemos?”.
Bien, lo intentare más adelante.
A Joaquín Lara que me dice: “Lástima que usted ya no esté muy tiernito, podría encabezar una campaña para reducirles sus sueldos y prestaciones a todos esos zánganos”.
Tiene razón, tiernito ya no estoy pero huesos viejos son difíciles de roer.
Enrique Chávez, en una carta llena de “jajajas”, habla de la necesidad de formar un “PSPP” (Partido Sin Políticos Profesionales), pero dice que eso ni en el cielo funcionó que Dios tuvo que expulsar algunos ángeles que, desde entonces, andan en la tierra con hábitos de políticos.
Hay una carta que me llegó al alma porque es la voz de los humildes que casi nadie quiere oír. Me la manda Don Gustavo Acosta, originario de El Salvador y dice:
“El cambio de Hollande es perfecto, ojalá y nuestros gobiernos hicieran lo mismo que está haciendo él. Mi hermana y yo vivimos en Los Ángeles en una ciudad pequeña, Cudahy se llama. Tenemos 30 años ya de estar por acá somos de El Salvador, Santa Ana Ya somos viejos, hemos trabajado toda el tiempo, ya estamos retirados, con 700 dólares al mes. ¿Cómo cree que se hace para vivir con ese triste cheque, pagando renta, luz, demás cuentas, más el mantenimiento del carrito que aquí no es un lujo… Nos damos cuenta lo que ganan todas estas personas, que usted tan sabiamente dice, y nosotros nos damos cuenta acá de todo esos grandes sueldos que ellos tienen. Acá hay mucha gente paupérrima, no pobres, pobres vivirían bien… Muchas gracias don Rodolfo, me es grato escribirle y espero comprenda nuestra situación… somos sus leedores todos los domingos y perdone lo mal escrita de mi carta, Gustavo Acosta {fito. [sic]”.
Amigo Gustavo: Cuando se escribe con el alma toda carta está bien escrita. Gracias por leerme y más aun por escribirme.
Abraham Gonzalez de Los Ángeles me comenta: “Lo que usted no dice, don Rodolfo, es que todo lo que esos políticos reciben y las pensiones que disfrutan de por vida es dinero que no reciben las escuelas donde se educan nuestros hijos. Es tan fácil quitarle al que no tiene para darlo a quienes no lo necesitan, ni lo merecen”.
Ahora a lo nuestro: Aquí a los políticos se les llena la boca hablando de la necesidad de reducir los gastos por eso de la crisis y el desempleo; dos cosas que ellos no padecen. Solo que empezamos de abajo para arriba. Hay que reducir Medicare, hay que bajarle al Medicaid y hay que modificar las pensiones por edad avanzada. Pero ninguno, a no ser quienes quieran desaparecer ciertos departamentos del Gobierno federal, quiere empezar por arriba. Ahí es donde se despachan con la cuchara grande. Ninguno, que yo sepa, ha dicho que es un honor servir al país y por ello no van a cobrar por hacerlo.
Y en la desastrosa (por costosa) campaña política en que hay quien aporta millones para destruir la imagen del “otro” no hay que ahorrar. Hay que comprar influencias a base de dar millones, cuando con ese mismo dinero podría ponerse remedio a muchos males. O, cuando menos, no poner las ideas en función del dinero .
Yo desearía que volviera la civilidad a la política y espíritu de servicio en todos aquellos que se dediquen a las funciones burocráticas. Que existiera honestidad y no solo todo en función del dolar.
Se que nada de eso es fácil y solo espero que el ejemplo dado por el presidente de Francia, Hollande, no se vea rechazado por las enemistades políticas que una medida de ahorro de ese tipo político puede producir.