Es una sátira entrañable
The Book of Mormon, de Trey Parker, Matt Stone —creadores de South Park— y Robert López –Avenue Q–, es un espectáculo musical clásico con toques irreverentes
El miércoles por la noche, Hollywood Boulevard a la altura del Pantages Theatre fue un caos absoluto.
Estrellas de todo tipo -como las televisivas Lisa Kudrow (Friends), Neil Patrick Harris (How I Met Your Mother) o Jesse Tyler Ferguson (Modern Family) o las cinematográficas Zoe Saldaña (Avatar) y Alicia Silverstone (Batman and Robin)— y cineastas de renombre -Garry Marshall (Pretty Woman) o Taylor Hackford (An Officer and a Gentleman)—, además de miles de invitados, se apresuraron a descubrir cuál ha sido el secreto del éxito de The Book of Mormon, el musical creado por Matt Stone, Trey Parker (estos dos responsables de la extraordinaria serie South Park) y Robert López (autor del también musical Avenue Q).
Tras su paso por Broadway, donde sigue siendo uno de los musicales más exitosos de su cartelera (y donde ganó nueve premios Tony, entre ellos el de Mejor Musical), ahora la gira nacional llega a Los Ángeles y, a tenor de su recepción en el estreno oficial, parece que aquí su triunfo no será menor.
¿Se lo merece? Sin duda. The Book of Mormon es una experiencia teatral de primer orden: original, pero tradicional; hilarante, pero entrañable; ofensiva, pero no insultante.
No obstante, la fama que la precedía era excesiva: quienes están acostumbrados a South Park -serie con la que The Book of Mormon comparte estilo y, en cierta forma, formato (una situación cómica deviene una lección moral)- es posible que echen en falta un humor más incisivo, más Cartman, por decirlo de algún modo.
La historia sigue a dos jóvenes misionarios mormones, Elder Price (Gavin Greel) y Elder Cunningham (Jared Gertner), a Uganda, donde deben impartir las lecciones aprendidas en el centro educativo de su iglesia en Salt Lake City.
Pero en este país africano, sus habitantes no parece que estén muy dispuestos a escucharlos, afectados por guerras tribales, hambre y el sida.
De ahí que el primer número musical en tierras africanas sea el profano (pero divertidísimo) Hasa Diga Eebowai, que aquí no se puede traducir…
La obra gira en torno a las diferencias entre los dos personajes principales y su forma de tratar de convencer a los nativos de su necesidad de bautizarse para ser salvados: Price sigue el libro mormón al pie de la letra (lo que le provoca una crisis de fe… dolorosa, literalmente), mientras que Cunningham adorna sus enseñanzas con referencias a Star Wars, Star Trek, The Lord of the Rings, The Lion King… y una rana que se convierte en símbolo sexual.
El primer acto de The Book of Mormon sucede con una intensidad musical y ritmo arrolladores: la brillante labor de todo el reparto es incuestionable.
Temas como Hello, que reune a todos los jóvenes misioneros mormones (atención al extraordinario Grey Henson, como Elder McKinley, con sus propias dudas acerca de su sexualidad), el muy Lion King, Hasa Diga Eebowai,
Turn It Off (donde Henson vuelve a brillar) o Man Up (en el que un sensacional Gertner descubre su verdadero don como misionero, aunque para ello tenga que mentir… o “usar su imaginación” como él mismo dice) conducen a la impresión de estar ante un musical con pie firme en su historia y cómo terminarla (aunque canciones como Sal Tlay Ka Siti, cantado por Samantha Marie Ware -la menos interesante del reparto-, quien da vida a la nativa Nabulungi, ralenticen su eficacia).
Pero el segundo acto se muestra mucho más débil.
Spooky Mormon Hell Dream, liderado por Creel, se alarga en exceso (a pesar de contar con la presencia de personajes “invitados” como Adolf Hitler, Genghis Khan y Johnnie Cochran, el abogado de O.J. Simpson, todos en el infierno), y lo mismo sucede con Joseph Smith American Moses, en el que los africanos reinterpretan a su manera el libro de John Smith.
Pero es de nuevo Creel quien salva la función: su rendición de I Believe, el tema más popular del musical, es apoteósica.
The Book of Mormon, a pesar de sus diversos vaivenes narrativos, comunes también en South Park, termina resultando una sátira de la religión (todas las religiones) pero vista desde un prisma afectuoso y eminentemente tradicional, desde un punto de vista musical.
Parker, López y Stone han sabido crear un mundo nuevo siguiendo las lecciones clásicas de los legendarios compositores. Solo por eso, merecen la ovación que recibieron el miércoles por la noche.