‘Lincoln’, el nuevo Steven Spielberg, convierte la historia del presidente en un filme inteligente y fascinante
Crítica de cine: 'Lincoln' convierte los últimos meses de vida del Presidente en un largometraje tan fascinante como arriesgado, obra de la mano maestra de Steven Spielberg y de la portentosa actuación de Daniel Day Lewis
Eche una mirada a la (impecable) trayectoria de Steven Spielberg y descubra como, desde que debutó en el campo del largometraje en 1974 con The Sugarland Express, no hay ni una sola de sus películas desde Jaws hasta War Horse pasando por Close Encounters of the Third Kind, E.T., The Empire of the Sun, Schindler’s List, Saving Private Ryan, Minority Report, Catch Me If You Can o cualquier entrega de las sagas Jurassic Park o Indiana Jones que tenga nada que ver con lo que ha conseguido en Lincoln (solo la fallida Amistad podría citarse, pero ese es un título que mejor será olvidar…).
Sí, Lincoln, su nuevo filme, que se estrenó ayer en cines selectos del país y ha sido clasificada PG-13, es puro cine: una verdadera lección de cómo detallar un acontecimiento histórico la aprobación de la enmienda 13 a la Constitución, que prohibió la esclavitud en Estados Unidos empleando resortes cinematográficos que van desde el drama bélico, el melodrama generacional, la comedia sutil y, especialmente, el suspenso (histórico).
El año es 1864, a pocos meses de la conclusión de la Guerra Civil. Lincoln insiste en que la Enmienda 13 pase en el Congreso, a pesar de la oposición de algunos miembros de su propio gabinete, como el Secretario del Estado, William Seward (David Strathairn), pero le faltan los votos.
Para que su voluntad se cumpla, empiezan una serie de maquinaciones políticas (y no tan políticas), con el fin de convencer a los miembros de su propio partido (Republicano) y, especialmente, a los demócratas, estridentemente opuestos a la abolición de la esclavitud.
A su lado están Preston Blair (Hal Holbrook), un conservador que desea el fin de la contienda bélica, y el congresista Thaddeus Stevens (Tommy Lee Jones), un abolicionista radical.
Con el fin de decantar la balanza a su favor, Lincoln encarga a Seward que convenza uno a uno a miembros del Congreso, y este, para ello, contrata a un trío de “negociadores” (interpretados por John Hawkes, Tim Blake Nelson y James Spader) que llamarán, literalmente, puerta por puerta, a aquellos que consideran que están indecisos.
Las negociaciones políticas tanto para que la enmienda pase como para que la Guerra Civil concluya suponen la mayor parte del ágil metraje de la cinta, que además se ve amenizado con episodios dedicados a la vida familiar de Lincoln su esposa Mary Todd Lincoln (Sally Field), aún afectada por la muerte de su hijo pequeño, y sus otros dos hijos, Robert (Joseph Gordon-Levitt), que desea alistarse, y Willie (Chase Edmunds), profundo admirado de su padre a pesar de su temprana edad y a las historias que el presidente narra con pasión y emotividad.
Hay tanto instantes absolutamente arrebatadores en Lincoln que es difícil elegir un puñado: la impecable sucesión de episodios, diseccionados con mano maestra por el guionista Tony Kushner (que escribió el libreto de Munich, el muy infravalorado filme de Spielberg sobre los crímenes y las consecuencias de la matanza de deportistas israelíes durante las Olimpiadas de 1972), convierten a la película en una versión histórica de The Social Network.
Así, los diálogos son inteligentes, ajustados, brillantes: cada palabra, cada entonación, cada mirada, cada movimiento tienen una razón de ser en un conjunto liderado no solo por la elegante y preciosista cámara de Spielberg, sino también por una simplemente extraordinaria labor de 145 actores, un reparto que encabeza con su habitual brillantez Daniel Day Lewis.
Su voz quebradiza pero determinante (ver el enfrentamiento con su esposa, asegurándole que él, cada segundo de su vida, sigue pensando en su hijo fallecido), su porte carismático, su ademán reconciliador pero nunca débil, hacen de su Lincoln un personaje apasionante.
Dejar de lado las contribuciones del resto de actores sería injusto: entre ellos, apuntar un Tommy Lee Jones sensacional, una Sally Field arrebatadora y un James Spader simplemente excelente.
Como en toda película del autor de The Color Purple, Lincoln es pura perfección visual y sonora: los sentidos se dejan seducir por los sonidos de la música de John Williams, por las imágenes del director de fotografía de Janusz Kaminski, por la cadencia del montaje de Michael Kahn y por el detallista diseño de producción de Rick Carter, todos ellos colaboradores habituales de Spielberg.
Lincoln, de nuevo, muestra que tras más de cuatro décadas, este sigue teniendo muchon qué decir.
Y muchas obras maestras que presentar.