Pánico en Valle Luz

No creen que ataques de perros fuera de una jauría de animales

Pascuala Sánchez acepta la muerte de su hijo como consecuencia de su pobreza y no cree que hayan sido los perros.

Pascuala Sánchez acepta la muerte de su hijo como consecuencia de su pobreza y no cree que hayan sido los perros. Crédito: <copyrite>La Opinión - </copyrite><person>Gardenia Menodza< / person>

MÉXICO, D. F.— “Si tuviera dinero me hubiera ido hace mucho de aquí”. Pascuala Sánchez asume la desgracia de la muerte de su hijo como un condensado de su pobreza que incluye drogadicción, vandalismo, robo, narcomenudeo, hacinamiento, brujería y, por supuesto, perros callejeros que no cree culpables como apunta la versión oficial.

“Fue un loco, un asesino en serie o una banda de enfermos mentales, no esos animales que nadie por aquí ha visto que ataquen”, dijo sobre la forma en que murió su muchacho, Samuel Martínez, de 16 años, y a su novia Alejandra, de 15.

“Arrancamientos provocadas por presión, deslizamiento y perforación de tejidos blandos por mordedura de animal carnívoro”, describió la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal

“Oreja cercenada, no mordida”, opuso Enrique Martínez, el hermano enfermero de Samuel. “La novia, en cambio, tenía la dermis levantada como la piel de una papa hervida”.

Desde la ventana de su departamento de 30 metros cuadrados de la colonia Valle Luz, en la populosa delegación Iztapalapa (oriente de la capital mexicana), donde crió a sus cuatro muchachos, Pascuala observa con ironía algunos de los 120 mil canes callejeros que hay en la ciudad y con los que convive desde hace 34 años, cuando llegó de su natal Veracruz.

“No hacen nada”, asegura.

La policía de la ciudad opina lo contrario desde que el pasado 29 de diciembre cuando presuntamente ocurrió la primera muerte de la quinceañera Ana Gabriela Nataret por mordedura de perros.

La segunda semana de enero, envió a cien uniformados al afamado cerro de La Estrella —donde se realiza la mayor representación mundial de la Pasión de Cristo— y capturó a 57 presuntos “chuchos” asesinos que hubiera sacrificado de no ser por las múltiples protestas de grupos defensores de animales que calificaron a los abedules como “chivos expiatorios”.

Ayer las autoridades del Distrito Federal abrieron el proceso de adopción para 23 cachorros que fueron exonerados de toda culpa: después de análisis no encontró rastro de carne humana en su organismo ni conducta agresiva.

Al resto, aún los mantiene incomunicados en pequeñas jaulas de menos de un metro cuadrado.

Lejos de esa suerte, otros callejeros aún olisquean basura en la colonia Valle Luz donde también pasean desde el medio día y hasta la madrugada jóvenes sin trabajo ni escuela cargados cervezas y carrujos de marihuana.

Los vecinos señalan al ocio juvenil como el mal que atrae las peores acciones, desde los vicios hasta la superstición que en los últimos años acarreó ritos de santería y brujería en improvisados locales de las avenidas principales hasta en soledad del Cerro de la Estrella, donde encontraron los cinco cuerpos.

EL Cerro de la Estrella es un área natural protegida que concentra vestigios históricos de asentamientos previos a los aztecas que desde hace al menos unos tres años sirven de inspiración a hechiceros y charlatanes; limpiadores y brujeros, justo al lado de una pista para corredores.

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