Cerebros, la otra migración de México

Alrededor de un millón de mexicanos altamente calificados abandonó el país en los últimos años

Luis Velasco es un científico mexicano que trabaja en JPL de la NASA en Pasadena.

Luis Velasco es un científico mexicano que trabaja en JPL de la NASA en Pasadena. Crédito: J. Emilio Flores / La Opinión

MÉXICO, D.F.— La crema y nata del intelecto en México emigra a Estados Unidos. O al menos uno de cada tres doctores y uno de cada cinco maestros y otro tanto de licenciados graduados. Se trata de ingenieros, médicos, agrónomos, biólogos, matemáticos, físicos, químicos y de todas las ramas de las ciencias.

La estadística documentada en estudios del Banco Mundial, el local Sistema de Educación Superior y la Comisión para el Intercambio Educativo y Cultural México- Estados Unidos (Comexus) visibiliza además una constante para alrededor de un millón de mexicanos altamente calificados que se fueron de aquí en los últimos años: la falta de oportunidades al nivel de su ambición.

Dejaron el país apenas proyectaron su futuro a largo plazo como le ocurrió a Ricardo Godínez, doctor en Biología evolutiva de la escuela de graduados en ciencias y artes de la Universidad de Harvard, quien hoy lidera novedosos proyectos contra la diabetes y sobre el genoma de miles de vertebrados.

Godínez estudió la licenciatura en Investigación Biomédica Básica en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero quería codearse con los nóbeles de la biología, que éstos fueran sus tutores, que escucharan y dieran cabida a sus “raras” propuestas como científico.

“Esa estructura de trabajo aún no existe en México además de que no hay presupuesto para experimentar y es muy difícil conseguir dinero”, detalla en conversación a distancia desde Boston, donde radica desde el 2005.

“Ahora desarrollo un tipo de moléculas para tratar la diabetes y en tres meses pude conseguir medio millón de dólares para el proyecto; en México, hacer lo mismo me hubiera tardado cinco o 10 años porque allá todavía no se entiende el impacto de la ciencia”.

Todavía el presupuesto gubernamental de la inversión en ciencia y la tecnología en este país es de apenas 0.44% del Producto Interno Bruto(PIB); es decir, siete veces inferior que la inversión estadounidense en el mismo rubro, que es de 2.9% de su PIB.

Las limitantes económicas conllevan a uno de los principales problemas de la educación del país: la falta de eficiencia en las instituciones de educación superior para retener talentos, repatriarlos o detectarlos desde temprana edad.

Así se escapó apenas terminó el bachillerato Luis Enrique Velasco, inadvertido por su potencial que lo llevaría a trabajar para la NASA en el Jet Propulsion Laboratory desde el 2004.

Nadie reparó que este chiapaneco, nacido en Tuxtla Gutiérrez (sur), podría convertirse en un creador de software para sistemas aeroespaciales o que desarrollaría robos exploradores del espacio, tras graduarse como ingeniero mecánico en la Universidad de Brigham Young (BYU) en 1996.

“El plan no era quedarme en Estados Unidos, me fui porque tenía familia allá y me pareció lógico que aprender a hablar inglés me daría ventajas en la vida, luego me enganché a las ciencias, sin querer”, recuerda al teléfono desde Pasadena.

Pensó regresar a México al terminar la carrera sin tener en cuenta una realidad aplastante: aquí ninguna empresa lo esperaba mientras en Estados Unidos dos empresas se peleaban sus servicios. Después se casó con una americana, tuvo cinco hijos, se fue a la Nasa…

“El tiempo me ganó, pero aún no pierdo las esperanzas”. Velasco pone el dedo en la llaga. ¿Puede México repatriar a esos cerebros que emocionalmente siguen conectados al país?

El estudio de movilidad estudiantil de Comexus concluyó que en el período 2002-2005, alrededor del 33% de los receptores de doctorado mexicanos en los EE.UU. tenía planes definidos para quedarse y casi el 40% lo pretendían.

“Regresar significaría perder por mucho en términos salariales, calidad de vida y profesionalmente”, dice Alma Maldona, coautora del análisis.

José Luis López, un ingeniero químico con maestría en negocios formado en Guadalajara, pero reclutado por Hewlett Packard en Texas, visualiza un ideal que sería el justo medio para revertir el daño de la fuga de cerebros mexicanos: “la migración altamente calificada debe tener un pie aquí y otro allá, vincular proyectos bilaterales”.

Pero el sueño camina a pasos muy lentos. Tanto López como los científicos Velasco y Godínez forman parte de la Red de Talantos del Instituto de Mexicanos en el Exterior que desde 2005 pretende articular proyectos de emigrantes altamente calificados con sus contrapartes mexicanas que siempre se frenan por falta de plata.

“Al final de cuentas tenemos que mantener a nuestras familias y sin un incentivo ecoanómico muchos se desmotivan y vuelven a sus propias cosas, lejos del país”, observa Velasco que aún ve en México un potencial para la ciencia.

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