Sicarios mexicanos tiran del tren a migrantes que no paguen

Inmigrantes centroamericanos son obligados a tirarse del tren ('La Bestia') en movimiento, en México, si no pagan

Gustavo Adolfo Garnica, indocumentado centroamericano.

Gustavo Adolfo Garnica, indocumentado centroamericano. Crédito: Agencia Reforma

COSOLEACAQUE, Veracruz.— Gustavo Adolfo Garnica es uno de los indocumentados centroamericanos que, por no haber pagado una cuota de cien dólares al crimen organizado, fue obligado a tirarse del tren (al que llaman “La Bestia”) en movimiento la noche del miércoles.

Asegura que él, como los otros más de 300 compañeros que iban en el lomo de los vagones, no traían dinero, por lo que suplicó que le permitieran seguir en la ruta, pero fue en vano.

“Tenía unos 25 minutos de haber salido de Coatzacoalcos, cuando se subieron cuatro sujetos que nos preguntaron que si habíamos pagado una dichosa cuota de cien dólares, pero la verdad casi todos no teníamos para pagar ni quién nos ayudara, pues sólo salimos de nuestro país con nuestra fe en Dios”.

“Pero ellos dijeron a los que no habían pagado: ‘¡O se bajan o los matamos!'”, recuerda el migrante indocumentado de origen hondureño de ese atraco a la altura del poblado Las Barrancas.

Tras la amenaza, dice, se aferró a no soltar las escalinatas del vagón, pero por los golpes de machete que recibió, se dejó caer y sufrió varios golpes, por lo que al igual que otros nueve fue rescatado por socorristas que acudieron al paraje y trasladado al Hospital General de Minatitlán.

Sin embargo, por la amenaza que sufrió, Gustavo Adolfo confiesa al abandonar el hospital, que no volverá a intentar viajar a Estados Unidos.

Para el Gobierno de Veracruz, los hechos violentos obedecieron a un riña entre los mismos viajeros, pero los testimonios, como los de Gustavo Adolfo, y al menos otra decena de ellos, advierten de un asalto masivo y violento por sujetos armados que atacan los vagones uno por uno.

“Venían de vagón en vagón, desde adelante hacia atrás. Unos siete que estaban armados con machetes y pistolas se quedaron en el primero, con los que pagaban; mientras que otros dos, uno con un machete y otro con una pistola, avanzaban por los techos de los vagones”, sostiene Luis Ortiz, quien es nicaragüense y se refugió en la capilla católica de Las Barrancas.

“A mí me tocó ver cómo los aventaban o se dejaban caer, pero el tren no paraba, venía con velocidad. Yo, y otros, apenas me bajé cuando me apuntaron desde lejos con el arma, pero a varios si les dispararon”, agrega.

“He viajado en tren en otras ocasiones a California, pero esta es la primera vez que sufro y ya no vuelvo a viajar, porque me tocó caer y rasparme todo el rostro y llegué hasta acá todo ensangrentado, porque preferí aventarme antes que lo hicieran”, lamenta el hondureño Carlos González.

“Ojalá y hagan algo las autoridades, porque nosotros no hacemos daño a nadie, sólo queremos trabajo”, dice a su vez el nicaragüense Pablo Valdivia.

Al mediodía, el director del Hospital General de Minatitlán, Ángel Lezama, reporta que solo quedan dos internados: Julio Martínez Gómez, quien tiene una herida de machete en la mano izquierda; y Saúl Roque, quien sufrió un balazo en el muslo.

Por lo pronto, testimonios de los migrantes hospitalizados fueron escuchados por visitadores de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).

Fray Tomás González, dirigente del refugio de migrantes La 72, localizada en Tenosique, Tabasco, asegura que se trata de una estrategia que desde inicios del 2013 instrumentó el crimen organizado para que, en lugar de acrecentar sus ganancias con secuestro, cobrarles a cada uno de los migrantes que viajan a bordo del tren, una “cuota” de cien dólares.

La mayoría de los migrantes agredidos buscó refugio en el poblado de Las Barrancas, donde los habitantes se organizaron y les brindaron auxilio en la capilla de Nuestra Señora de El Carmen.

“No nos dimos abasto. Uno de nosotros decidió hacer un perifoneo en el poblado y así fue que vinieron también los evangélicos para dar café y tamales de cenar. Hoy [ayer] fue que les dimos de desayunar y mucha gente les donó ropa y del Municipio, recibimos agua y colchonetas para ellos”, refiere Héctor Jara, encargado de la capilla.

A las 3:00 de la mañana, refiere Jara, elementos del Instituto Nacional de Migración arribaron al poblado con cuatro camiones vacíos para conminar a los migrantes a retornar a sus países.

“Sólo dijeron que quienes quisieran regresar o refugiarse en el albergue de Acayucan, ahí estaban los autobuses. Y los cuatro se los llevaron llenos, con unos 200”.

No obstante, a 24 horas del atraco, todavía hay una veintena de migrantes que permanece en la capilla y estiman que puede haber más heridos dispersos por las vías del tren.

“Yo creo que queda mucho más gente golpeada que aún anda por las vías”, dice Luis Cruz.

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