Solidaridad entre argentinos tras choque de trenes (fotos)

Testimonios de ciudadanos muestran un panorama de conmoción

Socorristas atienden a uno de los heridos en el accidente.

Socorristas atienden a uno de los heridos en el accidente. Crédito: EFE / Gustavo Gavotti

A las 7.04 el ruido de un impacto interrumpió el silencio y tranquilidad en la localidad de Castelar. Oscar Zein estaba a punto de terminar su turno como vigilante de una garita de seguridad, ubicada en Navarro y N. de Arredondo. A escasos metros, no podía creer que lo que veía: otra vez la línea Sarmiento, otra vez una colisión . Los gritos de los pasajeros se reproducían. “Era desgarrador”, dice.

“Escuché el ruido de una turbina y, a continuación, gritos. Con el accidente se cortó la luz del tren. La gente empezó a romper los vidrios para salir. No se veía nada”, cuenta Oscar a LA NACION. Lo primero que hizo fue llamar al 911, después, intentó- como la mayoría de los vecinos- ayudar.

A esa hora, cuenta, empieza a haber tráfico porque hay dos colegios cerca. “Los que podían escapar del tren saltaban las vallas, y corrían. Había humo y a lo mejor se podía incendiar el tren. Era un peligro. Corté el tránsito”, dice.

El ruido del choque despertó a Yaquelin Redondo. Llamó a los bomberos, despertó a su tía. Con nervios se asomó por la ventana para ver que sucedía. La imagen fue horrible. Un chico, de aproximadamente 16 años, asomaba su cabeza, atrapado en el vagón.

“Acá tembló todo. Parecía una explosión. Me crucé para ayudar. El chico que vio mi sobrina, es al que después le amputaron la pierna”, dice aún consternada, Paula Fernández.

Así, los testimonios se repiten. Luis Rizzo vive también en la zona. Sintió el impacto. “Fue como si se hubiese caído un avión”, dice. Iris Berges, que vive con su hijo, saltó de la cama al escuchar los ruidos. “Es una desastre. La gente corría por la calle”, manifiesta.

Un testigo del caso, que prefiere mantener el anonimato, sabe a qué se refiere Inés, y es consciente de que no será fácil borrar de su mente lo que vio. Según relata le tocó ver los tres cuerpos muertos y gente herida. “Había sangre por todos lados, no te podés imaginar lo que era”, expresa.

El hombre, de unos 27 años, se tomó un tren de la línea Sarmiento, “uno antes de los dos colisionaron cuenta”. Se bajó en la estación Castelar, y empezó a caminar para dirigirse al vivero en cual trabaja. A las pocas cuadras, un fuerte ruido. Vio el tren, y empezó a ayudar.

“Saqué a una señora en silla de ruedas, y una chica con síndrome down, además de otras seis personas. Después vino la policía y los bomberos y me pidieron que me alejara para poder trabajar”, dice.

De acuerdo a su testimonio, después, por ser uno de los primeros en ayudar y haber visto todo, la policía lo usó como testigo, al igual que otra persona. Le tocó, aunque no hubiese querido, ver el procedimiento. Entró, incluso, a la cabina del Motorman.

Los heridos ya habían sido trasladados a hospitales, pero aún estaban los tres cuerpos sin vida; dos en la formación 2609. No sabés lo que era. No quería mirar. Te desmayas a los segundos”, dice.

Aún no puede creer la suerte que tuvo, “tranquilamente podría haber estado en el tren del accidente”, dice.

Gloria Machicao tiene aún vivo el recuerdo de la Tragedia de Once. Allí perdió a su sobrina. Hoy, cuando vio por televisión el accidente de Castelar pensó lo peor: su marido podría estar en ese tren.

Sin pensarlo salió desde Liniers, donde vive, rumbo a la zona del accidente. No podía comunicarse, su marido no tiene celular ya que el que tenía se lo robaron días atrás. Al llegar, no pudo dar con él. Nadie sabía nada. Se larga a llorar, mientras saca una remera que reza: “Tragedia de Once, justicia por Micaela”.

Luego de varias horas, finalmente su marido apareció sanO. Pero la sensación de perder a dos seres queridos por la Tragedia de Once, fue muy fuerte. “Volvimos a revivir el horror”, dice a LA NACION.

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