Entrevista

Joaquín Cosío no aspiraba triunfar en Hollywood

Joaquín Cosío ha incursionado en el cine, el teatro, la televisión y la literatura con inusitada facilidad

Joaquín Cosío es un exprofesor de literatura que ahora trabaja en cine, teatro y televisión.

Joaquín Cosío es un exprofesor de literatura que ahora trabaja en cine, teatro y televisión. Crédito: Agencia Reforma

Más que un actor, Joaquín Cosío es un artista. Poeta que se inició en el teatro, es un exprofesor de literatura y comunicaciones que actualmente trabaja en cine, teatro y TV.

Aparte de haber publicado dos libros de poesía y una antología de poesía del norte de México, el actor mexicano de 50 años ha sido galardonado por la única obra de teatro que ha escrito, Tomóchic: El día en que se acabó el mundo, de 1994.

“No todos quieren leer poesía en estos días”, dijo durante una entrevista reciente Los Ángeles con motivo de su más reciente trabajo: la nueva versión El Llanero Solitario, The Lone Ranger, que se estrenó el miércoles.

En la cinta, Cosío interpreta a Jesús, un bandolero al estilo El Cochiloco, el personaje de El Infierno con el que ganó el premio Ariel al Mejor Actor de Reparto en 2011.

Su carrera actoral la inició en el teatro a los 18 años, y más tarde despegó en la televisión y el cine. Actualmente trabaja en la telenovela mexicana Mentir para vivir y se apresta a actuar en una obra teatral de Ramón del Valle Inclán en Madrid.

Ha aparecido en filmes como Savages, de Oliver Stone, A Better Life, de Chris Weitz, Matando cabos, de Alejandro Lozano y la cinta de James Bond Quantum of Solace, de Marc Forster. Próximamente aparecerá en el filme Cantinflas, de Sebastián del Amo, y en una obra teatral de Fernando Bonilla en la Ciudad de México.

¿Cuándo fue la primera vez que vio ‘El Llanero Solitario’?

De niño. Parecería una especie de chiste o de invención para favorecer las entrevistas pero no, mi primer encuentro con el cine, que yo recuerde, tiene que ver con El Llanero Solitario. Tiene que ver con [mi natal] Nayarit y mi tía con quien crecí y con un cine que tenía una bóveda enorme y un cielo estrellado. Y me acuerdo muy bien de esta escena que se me quedó grabada con El Llanero en un montículo o en una montaña con Toro a un lado con una chamarrita de cuero y con plumas simples y trenzas o pelo recogido y El Llanero con su impecable trajecito azul cielo y sombrero blanco. Es uno de los primeros recuerdos que tengo del cine.

¿Ha aplicado algo de poesía a la actuación?

La poesía es aspiración. La palabra éxtasis me parece peligrosa pero de aspiración creadora. Es un acto de libertad muy profundo. En la actuación yo buscaría, claro, a ese estado de libertad creadora, donde el personaje se mueva por sí mismo y tenga autonomía e independencia, que el grado de naturalidad, el grado de vida, sea tal que sea un acto de libertad del actor y el actor desaparezca y aparezca el personaje. Creo en el trabajo, en el trabajo de la imaginación creadora, en el trabajo que inviertes en el personaje. Eso es parte de lo que podría haberme enseñado la poesía.

¿Por qué no escribió más obras teatrales?

Tomochic la escribí sólo con el ímpetu de hacerla … porque el grupo teatral dijo: “Hagamos algo sobre Tomochic” y yo dije: “Yo la hago” y la hice. Me pareció fácil y luego me metí a estudiar dramaturgia y luego lo halle demasiado complicado y luego estuve ocupado como actor. Creo que la dramaturgia es una de las actividades más complicadas, por algo es interesante ver que los grandes nombres, no escritores sino grandes nombres, son dramaturgos. Los grandes padres literarios son dramaturgos. Me parece que el teatro es fundamental para los actores. El teatro te vuelve a confrontar con tu capacidad histriónica. Es tan físico, tan exigente. El cine también lo es pero son distintos niveles de intensidad. El teatro es profundamente sensual en el sentido de la corporeidad y de los sentidos. Es tu voz, tienes que oírte, hay trabajo estomacal, de respiración, de diafragma, tienes que cuidar los ángulos, tienes que proyectar ante el público y es un trabajo muy difícil. Siempre recomiendo regresar a él y, en mi caso, busco hacerlo. Generalmente lo hago, cada año busco tener una obrita teatral en la que pueda participar.

¿Cambió su concepto de la actuación después de que comenzó a hacer cine?

El camino como del actor es un poco ir reconociendo tus limitaciones, ¿no? Un poco más que tus cualidades. Las cualidades, el tiempo hace con ellas lo que desee, ya sea si eres joven o viejo, si eres fuerte o débil. Pero la búsqueda y la condición actoral tienen que ver más con los recursos propios y con los impedimentos y carencias que vas teniendo. Creo que mi trabajo como actor ha ido en base a esos reconocimientos, de poder ir descubriendo dos cosas: por un lado de qué puedo ser capaz y de qué no. Y por otro, el encuentro de la relajación como el gran hallazgo creativo, sí, el gran hallazgo creador. Creo que de allí vienen muchas cosas. Es un estado de conciliación, o de reconciliación, como un estado de disposición creativa, pero es un estado en realidad de mucho control y relajación, que es una palabra que se usa mucho en la teoría dramática.

¿Cuáles son sus aspiraciones en Hollywood?

Todo ha sido tan afortunado, ¿no? Yo no tenía la aspiración concreta de triunfar en Hollywood ni nada por el estilo: la carrera la he asumido con naturalidad, sin demasiadas aspiraciones. Lo más que he buscado es actuar. He hecho teatro, cine, televisión. No tenía prefijado algún tipo de destino, decir: “Yo quiero triunfar en Hollywood”. El cine apareció de manera casual en México y empecé a tener bastante suerte. Hablo de suerte no diciendo que no tiene que ver con mi esfuerzo, mi talento. Hablo de que se requiere también casualidad. Creo que tengo un tipo singular que a los directores les gusta.

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