Obama también necesita la reforma migratoria

Su legado depende de lo anterior para que no quede como el presidente de las deportaciones

Washington — Si la reforma migratoria vive o muere depende, directamente, ahora de la Cámara de Representantes, pero el destino de esta ley también afectará la reputación y el legado de otro político que no tiene un voto directo pero sí una gran influencia: el presidente Barack Obama.

“El presidente Obama no puede aprobar esta ley por sí mismo, pero el resultado si afectará su legado y la viabilidad del resto de su presidencia”, apuntó Michael Genovese, politólogo de la Universidad Loyola Marymount.

“Los historiadores examinan la presidencia tomando en cuenta los compromisos asumidos, por lo que el presidente trabajó y lo que logró”.

Hace unos días, el presidente Obama habló a la nación y dijo que el resto de su período lo pasaría trabajando por la economía. Pero los expertos apuntan que la reforma migratoria puede ser vital para la lista de logros del presidente una vez que retire del puesto. Según Genovese, a Obama le urge obtener algún tipo de reforma migratoria en lo que le queda de su período de gobierno.

“Si no lo logra, habrá una marca muy negativa en ese legado”, apunta.

Hasta ahora Obama se ha destacado por una cosa en el aspecto migratorio: ha sido el presidente más efectivo en hacer funcionar la máquina de las deportaciones. Esto, agregó Genovese, fue una movida “calculada, para inocularlo de las críticas de la oposición sobre ser débil en el cuidado de las fronteras, pero le salió mal, porque la oposición en su mayoría no ha actuado relación a esta realidad”.

Obama falló en cumplir su promesa de campaña de 2008: aprobar una reforma migratoria en el primer año de su gobierno. En mayo 28 de 2008, el candidato Barack Obama dijo a medios de televisión hispanos: “Puedo garantizarle que durante el primer año de mi mandato tendremos un proyecto de reforma (en el Congreso) que yo apoyaré con vigor, y que yo mismo promoveré. Y eso quiero hacerlo lo más rápido posible”.

Obama tomó posesión de la presidencia ocho meses después de esas declaraciones en medio de la peor crisis económica luego de la depresión de los años treinta y sus prioridades eran otras.

Hacia el verano de 2011, tres años después de que el “presidente del cambio” subiera al poder, los grupos pro inmigrantes en todo el país estaban en pie de guerra contra las acciones de su gobierno en el área de la ley migratoria.

Hasta hoy, el gobierno de Obama ha deportado a casi 1.7 millones de personas, expandido el programa Comunidades Seguras de 14 jurisdicciones que colaboraban con el gobierno federal a más de 3,000 hoy.

Obama es más conocido como el presidente que más personas ha deportado en la historia reciente del país, y el punto de referencia más cercano sigue siendo la repatriación de mexicanos entre 1929 y 1939 que según cálculos se acercó a los dos 2 millones y en muchos casos ocurrió fuera de todo derecho a un proceso justo.

Aunque, en este caso, se trata de deportaciones legales y con procesos establecidos por la ley, las protestas contra los efectos de esta política no cesan; al contrario, han aumentado en las últimas semanas en torno a los esfuerzos de llamar la atención sobre las familias divididas y la falta de una reforma migratoria.

“El gobierno de Obama creó una máquina de deportación que destruyó a más de 1.5 millones de familias. Estas personas deportadas no son olvidadas y merecen regresar con sus familias”, afirmó esta semana en un comunicado la Alianza Nacional de Jóvenes Indocumentados (NIYA), un grupo que ha adoptado medidas de protesta radicales contra el Presidente y sus deportaciones.

La semana anterior, tres activistas “dreamers” asociados a NIYA intentaron entrar la país después de salir en días anteriores voluntariamente, generando preocupación y hasta críticas por parte de otros activistas pro inmigrantes que creen demasiado arriesgada la acción. Mientras grupos como America’s Voice ejercen presión sobre los republicanos y el efecto político de su falta de cooperación en el tema migratorio, otros grupos de base mantienen la presión sobre el presidente Obama y sus deportaciones, con la idea de que tome medidas por su cuenta para detener el efecto que el status quo tiene sobre la comunidad latina.

Por el momento, no parece que el papel del presidente vaya a ser muy directo en la negociación de una reforma migratoria, aunque la Casa Blanca dijo que participaría más directamente en esta parte del proceso para aumentar la presión sobre congresistas.

“Muchos republicanos de la cámara detestan a Obama y si ven que trabaja directamente en un proyecto de ley o si empuja muy duro, probablemente alienaría a la mayoría de los republicanos, que prefieren oponerse a cualquier cosa que este apoye”, dijo.

No obstante, es mucho lo que está en juego para Obama, coincidieron los expertos.

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