Diana Ross fue la reina del Hollywood Bowl

Diana Ross repasó su dilatada carrera

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Si no hubiera echado una mirada a la biografía de Diana Ross, no hubiera dicho nunca, tras verla en el escenario del Hollywood Bowl el pasado sábado por la noche, que la exmiembro de The Supremes tiene 69 años.

A lo largo de 80 minutos, la legendaria cantante que definió el sonido Motown —entre otros muchos—, recorrió arriba y a abajo el escenario del anfiteatro angelino sin detenerse ni un solo segundo, salvo para cambiarse de vestuario.

Ese vertiginoso ritmo impidió que “la Divina Miss Ross” se detuviera para conectar con la audiencia, que llenó todos los asientos del Bowl (casi 18,000), más allá que con su música.

Y para qué hacerlo, muchos podrían preguntarse. Y no estarían equivocados.

Con un repertorio que incluye clásicos como I’m Coming Out (que lógicamente empleó para dar el pistoletazo de salida al concierto), Stop! In the Name of Love, You Can’t Hurry Love o Ain’t No Mountain High Enough (que interpretó como broche final, antes del bis, que fue I Will Survive, el inmortal tema de Gloria Gaynor, una conclusión como mínimo curiosa), Diana Ross no necesita interrumpir su actuación para recordar anécdotas profesionales y personales (que de bien seguro serían apasionantes).

Pero su apresuramiento musical —que contó casi con los mismos temas que interpretó hace cinco años en el mismo lugar— sí incidió en un distanciamiento emotivo con la platea, que fue solventado en ocasiones gracias a la elegante incorporación de una pantalla en el centro del escenario, justo detrás de los nueve extraordinarios miembros de la banda y tres coristas. Allí es donde se proyectó, por ejemplo, el homenaje al sello Motown, al tiempo que Ross cantó con pasión My World Is Empty Without You (se hizo especial hincapié a la relación de la intérprete con Michael Jackson).

Lo que se podría describir como “el segundo acto”, careció de la energía del primero. Aún así temas como Touch Me in the Morning, The Boss o los excelentes Don’t Explain y Why Do Fools Fall in Love merecen ser destacados frente a otros como Take Me Higher o It’s Hard for Me to Say, que no van más allá de convencionales apuestas del R&B más pop.

Ross no se fue, por supuesto, sin dar un guiño el álbum Lady Sings the Blues, donde se define una voz, un estilo y un arte que aún no la han abandonado.

Un lástima que sus 80 minutos de lección escénica fueran precedidos por la peor selección posible de teloneros.

En un ejercicio evidente de nepotismo, dos de ellos fueron hijos de Diana Ross: Rhonda Ross, que pasó sin pena ni gloria en sus escasos diez minutos de fama, y Evan Ross, quien con su irritante voz y nulo carisma trató de vender desesperadamente su primer álbum, que saldrá a la venta en septiembre.

En medio de ambos, Pentatonix, un grupo de “a capella” que sería mejor que apostaran por el silencio absoluto.

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2013 crítica hollywoodbowl review

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