Reflexiones en medio de la vergüenza
Y bueno, tal como estaba previsto, la larga telenovela de los dopados por la Clínica Biogénesis terminó ayer con el castigo merecido para los tramposos, como debería ser siempre en el deporte.
Y luego la inevitable mezcla de sensaciones y un desfile atropellado de reflexiones que, entre que coinciden y no coinciden con la mayoría, nos hacen respirar un molesto aire de vergüenza. Una palabra buena para un día malo.
Vergonzoso que Alex Rodríguez, otrora visto como un rol a seguir, ejemplo del latino “crossover” y paradigma de encumbramiento social, deportivo y económico, ascienda al podio de los grandes tramposos de la historia para posar al lado de Lance Armstrong, Marion Jones y Marc McGwire, entre muchos otros.
Justo es decir que la MLB, para el caso Bud Selig , dio su propia batalla, casi a título personal, para sancionar de manera ejemplar a los infractores y sentar un precedente de cero tolerancia, aunque en el fondo sea el mismo Selig un pecador que quiere lavarse el alma ahora que puede.
Porque, también es válido decirlo, fue Selig el mismo hombre que, como Comisionado del béisbol, cerró los ojos para no ver el desastre en el que se convertía el béisbol por cuenta del consumo masivo de esteroides en la década de los 90.
Seguramente usted ya lo adivinó, porque también ajustó las piezas del “puzzle”. Un rompecabezas con piezas diversas. Desde millonarios como A-Rod, hasta ignotos como Antonio Bastardo, o desempleados como Jordan Norberto, pero todos invariablemente latinos. De aquí y de allá, pero, de los nuestros. De los que apoyamos y hacemos conocer día a día en el quehacer de los medios.
Latinos, 12 entre 12. O si lo prefiere, latinos, 12 de 13, para incluir a Ryan Braun.
En el béisbol, un deporte de números y aritmética estricta, esta vez ni eso nos exculpa. Todo lo contrario. Resulta que los peloteros latinos en la gran carpa son el 29.6%, pero a la hora de doparse si que son una mayoría contundente.
Doce de doce.
¡Qué verguenza!, y eso que nadie todavía nos lo tiró a la cara. Venimos a Estados Unidos, entre otras cosas, a jugar beisbol y, según lo prueban estos hechos, a hacer trampa en cuanto se pueda. Así de rotundo.
De todos modos, bien por la sanción a los tramposos. No es justo que se ganen los millones que cobran respaldados en números construidos con el fraude como argumento. A menudo los peloteros compiten por un lugar en un roster, con millones en juego y, también frecuentemente, el lugar va a manos no del mejor, sino del más gamberro y atrevido para doparse, que es el que pone mejores números.
Un buen día para hacer justicia, y un mal día para Selig, que vuelve a las andadas y se convierte en instrumento de los Yanquis para castigar a A-Rod.
Da penita ajena que Selig tape el mérito de tocar a un intocable como Rodríguez, sesgando de manera tan frontal y calculada la aplicación de la justicia para ayudar a los Yanquis, que no le que quieren pagar el contrato al tercera base.
Todos fueron castigados con 50 juegos. Suena bien. A Alex Rodríguez le dan 211 porque no aceptó la decisión sin chistar, y anunció que apelaba.
Si usted lo recuerda a Manny Ranirez, la primera vez lo castigaron con 50 en Dodgers, y cuando fue reincidente en Rays recibió 100 juegos de suspensión.
¿Es peor el caso de A-Rod que el de Manny ? No creo.
Por eso se antoja un exceso los 211 de sanción, porque en el subfondo enuncia un tufillo a revancha de Selig, que le hace un favor a los hermanos Steinbrenner, dueños de los Yanquis. Por supuesto que ello también supone otra metida de pata del Comisionado tratando de acabar con la carrera de Alex Rodríguez.
Y como si no tuviéramos con toda esta basura, resulta que la norma draconiana que castiga a A-Rod le permite seguir jugando mientras corre la apelación, y por eso ayer mismo, cuando le notificaron la sanción, jugó frente a los Medias Blancas. Como si nada.
Luego la seguimos.