La amenaza que se cierne

El rechazo al Obamacare es la fuente de las dificultades que llevaron a la crisis

El presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, cambió de parecer y ahora está de acuerdo en aumentar el límite de la deuda.

El presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, cambió de parecer y ahora está de acuerdo en aumentar el límite de la deuda. Crédito: AP

WASHINGTON

Los factores se están moviendo rápidamente. Al momento de redactar estas reflexiones tanto el Presidente Obama como el Presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, aún trataban de negociar algún acuerdo. Al menos seis semanas para elevar el techo de la deuda.

Con ello, sin que puedan lograr un arreglo al menos temporal, tanto para la aprobación del presupuesto, como para elevar el techo de la deuda, se cierne un grave riesgo sobre la economía mundial. El peligro es apremiante y las premoniciones son desastrosas.

Sin un acuerdo en Washington, podemos estar dentro de dos semanas enfrentando una crisis económica y financiera mundial más amplia y de mayor gravedad que la crisis última –no totalmente superada aún- que tuvo su punto de inflexión el 13 de septiembre de 2008 con la quiebra del banco Lehman Brothers.

A lo que hoy asistimos como sorprendidos testigos, ha sido producto de un proceso por demás sinuoso, en donde la fracción más conservadora del Partido Republicano –el Tea Party- ha impuesto hasta ahora su perspectiva: paralizar el país y amenazar con llevarse por delante la economía mundial, a partir del odio que tienen respecto a la reforma de salud última de Estados Unidos; también conocida como Obamacare.

El proceso se inició cuando en el primer trimestre del año la Administración Obama envió, para aprobación del Congreso, la propuesta de presupuesto que debía ser aprobada antes del 1 de octubre de 2013. El año fiscal en la potencia del norte concluye el último día de septiembre de cada año.

Como ha sido normal, en abril de este año, tanto la Cámara de Representantes como el Senado llegaron a tener su propia versión corregida del presupuesto. Algo que no es en absoluto extraordinario. A continuación se debía formar una comisión para la conciliación de las versiones que se habían establecido. Los demócratas han documentado que en 18 ocasiones pidieron al Presidente de la Cámara que se constituyera tal comisión.

Los esfuerzos fueron infructuosos. Con la influencia del Tea Party, los republicanos se opusieron a la conciliación. No deseaban comprometerse ni llegar a acuerdos. Al contrario. Esperaron hasta el último momento, cuando ya no había tiempo, para presionar con su iniciativa: aprobar el presupuesto de la Casa Blanca, no cerrar el gobierno y levantar el techo de la deuda, siempre y cuando no se implemente el Obamacare –una ley ya aprobada por las dos cámaras del Congreso en el año 2010.

Se trata precisamente de la única ley que Obama ha logrado aprobar con beneficios para los sectores más pobres. En lugar de sólo “rescatar” a los bancos a partir de sus “activos tóxicos”, ahora se logró que existiera un mínimo de “social leverage” (apalancamiento social) para los sectores que más lo necesitan, son cerca de 48 millones de personas que se ven beneficiadas con esta iniciativa; quizá signifique prevenir unas 40,000 muertes al año por carencia de cobertura de salud.

Se trata de establecer un sistema de salud que tiende a ser universal. Algo que ya poseen todos los países desarrollados, excepto Estados Unidos. Esta última nación, es de recalcar, es la que gasta más en salud, en comparación de los países más desarrollados, y la que ocupa el puesto 17 en el ámbito mundial en cuanto a calidad del servicio a la población.

Los republicanos han votado en 42 oportunidades a fin de liquidar el Obamacare. Su capacidad de oponerse a ello ha contrastado con su incapacidad de presentar alternativas. Se oponen furiosamente a ese programa sin que presenten nuevas ideas de atención a casi el 12% de la población del país que carece de cobertura médica.

Con el fin de no lograr ningún compromiso, sino de presionar como una manera de chantaje –no aprueban el presupuesto ni levantan el techo de la deuda- un senador republicano, Ted Cruz llegó a hablar de manera ininterrumpida 21 horas con 19 minutos.

Típica táctica dilatoria, obstruccionista, que se conoce como filibusterismo, mediante la cual se logra paralizar la actividad del Congreso.

En el fondo la verdad inconfesable es que en todo esto influye —en mayor o menor grado- el hecho de que hay gente en Estados Unidos que se siente enferma con sólo ver a Barack Obama, con ver un presidente negro, a un afroamericano en la Casa Blanca. En lo profundo de esto, late un racismo enraizado en añejos prejuicios, refinados odios y una trágica historia de discriminaciones.

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