Líder a punta de abusos
Indocumentada golpeada y humillada se transforma para ayudar a otras
SACRAMENTO. A María Hernández, una inmigrante mexicana indocumentada le tomó más de quince años dejar una vida de abusos, golpes y humillaciones para convertirse en toda una líder.
A diario escucha y ayuda a otras mujeres a través de su trabajo como coordinadora de programas y asistencia de la línea de asalto sexual de la organización Mujeres Unidas y Activas.
Es también una apasionada promotora de la reforma migratoria. Esta madre de tres hijas fue una de las 115 mujeres detenidas recientemente en Washington DC durante una acción de desobediencia civil que acaparó la atención nacional.
“Vine hace 19 años al país. He hecho de todo. Trabajé en una fábrica de chocolates, en una fábrica de maniquíes, y limpiando casas”, relata.
Durante años aguantó el maltrato del padre de sus hijas con la esperanza de que cambiara.
Fue en un refugio para mujeres cuando estaba embarazada de su tercera hija que empezó a recibir ayuda contra la violencia doméstica. Ahí supo de Mujeres Unidas y Activas, una organización no lucrativa con sede en San Francisco que se encarga de empoderar a las trabajadoras domésticas.
Finalmente hace ocho años dejó a su marido quien para entonces ya no sólo era violento con ella sino con sus propias hijas. “Antes de irse me ponchó las llantas del carro, me quebró los vidrios y me acusó de ser lesbiana”, recuerda.
Hernández dice que las historias de las inmigrantes víctimas de violencia doméstica es la historia de todas. “Tienen miedo de denunciar, de llamar a la policía, de ser arrestadas y deportadas. Y lo he visto, hemos tenido al menos dos o tres casos de mujeres que denunciaron y porque sus agresores hablaban inglés mejor que ellas, no les creyeron y ahora enfrentan la deportación”, cuenta.
“A las mujeres inmigrantes latinas nos cuesta mucho más abandonar la vida de violencia porque culturalmente nos han criado con la idea de que uno se casa para siempre, que tenemos que cargar con nuestra cruz, que el hombre manda en la casa. Y luego a uno le da vergüenza decir lo que le está pasando por el ¿qué dirán?”, explica.
“Muchas mujeres dicen es malo pero paga la renta”, comenta la inmigrante.
Los despidos provocados por el E-Verify han agravado la violencia en los hogares de los inmigrantes porque han puesto mucho estrés en las familias, indica.
Hernández, de 38 años, ya no vive con miedo a que la maltraten al llegar a su casa, pero no se ha podido liberar de otro miedo que la persigue día a día cuando va al trabajo, al llevar a alguna de sus hijas a la escuela, o al hacer sus compras.
“¡Basta! no queremos seguir en las sombras”, dice. Y con esa frase en su cabeza se marchó a Washington D.C. para participar en la demostración civil que puso presión por una reforma migratoria que acabaría con sus miedos y el de millones de indocumentados en el país.
“La reforma migratoria significaría una vida sin miedos, libertad, oportunidades. Y ya es tiempo. Hemos trabajado muy duro para merecer esta oportunidad”, concluye.
El reporte “Reforma de Migración y Mujeres Inmigrantes No Autorizadas en California” preparado por el Buró de Investigaciones, una entidad del gobierno estatal, reveló esta semana que el 34% de todos los inmigrantes indocumentados en el estado son mujeres y 13% niños.?