Deportados hallan asilo en Tijuana

En campamento cerca de frontera viven más de 700 en espera de nueva oportunidad

Cientos de migrantes y deportados acuden diariamente al Desayunador del Padre Chava para recibir alimentos, en Tijuana.

Cientos de migrantes y deportados acuden diariamente al Desayunador del Padre Chava para recibir alimentos, en Tijuana. Crédito: Notimex

TIJUANA, México (EFE).— Inmigrantes deportados desde Estados Unidos encuentran asilo en un campamento instalado a unos pasos de la frontera en Tijuana (México), donde actualmente viven más de 700 personas que esperan una nueva oportunidad.

El campamento, ubicado en la Plaza Constitución de Tijuana, donde únicamente una avenida los separa del muro que divide a México de EEUU fue instalado por una organización civil ante la necesidad de un espacio para hospedar a inmigrantes, quienes ahora buscan alternativas de trabajo en una ciudad que en su mayoría desconocen.

Javier Reyes, coordinador del grupo Ángeles Sin Fronteras, encargado del lugar, señaló a Efe que son cerca de 700 personas las que viven en este campamento, aunque explicó que “muchas ya se han ido al no ver ayuda moral por parte de las autoridades”.

Señaló que desde que se abrió el campamento hace cinco meses han sobrevivido gracias a donaciones de alimentos, cobijas y ropa para estas personas, en su inmensa mayoría mexicanos que cruzaron la frontera buscando un futuro mejor.

“La gente que se queda más tiempo es porque la familia está aquí cerca, en California”, mencionó Reyes. “Es fácil que sus parientes vengan aquí a visitarlos un fin de semana”.

Otros se mantienen en la ciudad ya que conservan la esperanza de regresar pronto a Estados Unidos, donde tienen familia y una vida hecha, mientras que en México no conocen a nadie y han perdido todo lo que tenían.

Sin embargo, este campamento será reubicado en próximos días por órdenes de las autoridades, que buscan soluciones para las cerca de 200 personas en esta situación que diariamente recibe Tijuana desde EEUU.

En el Día Internacional del Migrante, el coordinador del campamento reconoce que la ubicación actual no es el lugar más idóneo, pero lamentó la falta de alternativas.

“Son seres humanos que sienten; sé que el lugar no es adecuado para ellos, pero si no tienen para pagar un albergue o un trabajo es muy difícil”, opinó.

Al respecto, Christian Ramírez, director de la Coalición de Comunidades de la Frontera Sur, consideró que las autoridades mexicanas deberían prestar más atención a este tema ante el número récord de deportaciones realizadas por Estados Unidos en los últimos años.

“No existe una política pública para atender este fenómeno”, destacó el activista. “El Gobierno de México tiene la obligación moral y política de atender las necesidades de sus connacionales”.

“Lastimosamente los gobiernos municipales tampoco se sienten obligados a atender este problema, y la manera más fácil de hacerlo es por medio de la fuerza pública”, indicó.

En este sentido, Ramírez aseguró que se producen desalojos y maltratos por parte de agentes de policía, lo que genera una criminalización de los inmigrantes, cuando la mayoría de ellos no tienen antecedentes penales y fueron expulsados de EEUU tras cometer ofensas menores.

Rufino González, quien fuera deportado hace un año desde San José (California), señaló que está siendo una experiencia amarga llegar a Tijuana tras vivir por décadas en el país vecino.

Dijo que uno de los mayores problemas que enfrentan son abusos y maltratos por parte de la policía local, quienes los tachan de delincuentes, cuando la realidad es que únicamente buscan un trabajo y un lugar donde quedarse mientras se consigue dinero para regresar a su ciudad de origen.

“No somos criminales”, dijo. “Yo ahora lo que quiero es regresarme a Puebla con mi familia. Aquí no se puede estar”.

Recientemente, un grupo de universitarios lanzó un proyecto a través de Facebook para que inmigrantes refugiados en el campamento puedan ofrecer sus servicios profesionales, que en muchos casos eran los trabajos que realizaron durante su estancia en EEUU.

De esta forma, Leopoldo Rocha, quien llegó de Los Ángeles, obtuvo un empleo temporal instalando ventanas, con el cual ganó 350 pesos en una hora.

“Es lo que yo hacía, construcción, plomería y mecánica”, comentó. “Muchos de los que están aquí solo quieren un empleo en lugar de estar allá afuera haciendo cosas malas”.

Además de la ayuda de estos grupos, los inmigrantes del campamento también han recibido el apoyo de residentes de Tijuana, que han donado su tiempo.

Tal es el caso de la estilista Ana María Cervantes, quien una vez a la semana corta el cabello a habitantes del campamento.

“Un corte por más sencillo que sea les levanta el autoestima, los hace verse mejor”, dijo Cervantes, que explicó que sintió la necesidad de “apoyar a su gente” y que la mejor paga que puede recibir “es una sonrisa”.

“Muchas veces caen en depresión por los problemas que traen de Estados Unidos”, dijo la estilista, que reconoció que estas personas están “muy vulnerables” en esta situación.

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