Will Ferrell hace de su ‘Anchorman 2’ una oda a lo absurdo
Will Ferrell y Christina Applegate en 'Anchorman 2: The Legend Continues'. Crédito: Paramount Pictures
Jake Coyle Associated Press
EDITORES: DANIEL EDITA. Con AP Fotos.
NUEVA YORK. Para llegar al nivel de absurdo que logran el actor Will Ferrell y el director Adam McKay, el espectador debe ser muy receptivo.
Es un proceso de lluvia de ideas no premeditado, reescritura constante, improvisación infinita y pruebas ante el público que los lleva a lugares ridículos.
Anchorman: The Legend of Ron Burgundy fue la primera película que hicieron juntos tras salir de Saturday Night Live.
La segunda parte, Anchorman 2: The Legend Continues, se estrenó ayer, nueve años después de la original, una película que ayudó a lanzar una década de comedias e impulsó las carreras del director Judd Apatow (productor en Anchorman), y los actores Paul Rudd y Steve Carell.
Desde entonces, Ferrell ha protagonizado cada película dirigida por McKay incluyendo Talladega Nights y The Other Guys.
En una entrevista reciente, McKay y Ferrell reflexionaron sobre su proceso de ensayo constante y refinación continua.
“Creemos fervientemente en eso de sentarnos por dos, tres o cuatro horas”, dijo McKay. “Escribimos unas 50 ideas y dos de ellas valen la pena”.
Anchorman 2 lleva a su presentador de noticias chovinista y sexista a la década de los 80 y el surgimiento de los canales de cable con noticias las 24 horas. Pero todo pudo ser diferente.
Al principio planeaban hacer una versión musical en teatro antes de filmar la película. También consideraron ubicar la segunda parte en el espacio (“nunca supimos cómo o por qué”, dijo Ferrell) o que Ron se volviera amigo de Manuel Noriega en Panamá. También coquetearon con la crisis de rehenes en Irán (“Pero, ¿cómo hacíamos ESO gracioso?” dijo Ferrell), y con la idea de que Burgundy iniciara accidentalmente una guerra.
“Somos capaces de intentar todo”, dijo McKay.
“Nada es más agradable para mí que cuando veo una película o un programa de televisión y te da esa sensación de que todo puede ocurrir”, dijo McKay. “Es el sentimiento más divertido en el mundo”.
