Represión en Ecuador
Las Américas
La situación es grave, pero la reacción social no aparece. Ecuador sufre el Síndrome de la rana hervida. La democracia ecuatoriana está siendo cocinada a baja temperatura —y como la rana de Marty Rubin— nada placenteramente en la olla de agua, que ya pasó de tibia a caliente.
Los abusos del gobierno de Rafaél Correa son pan del día. Al amanecer del viernes 27 de diciembre de 2013, miembros de la policía acompañados de un fiscal allanaron la vivienda del opositor Fernando Villavicencio llevándose documentos, computadoras y teléfonos celulares. La orden judicial de allanamiento sólo decía “Acto urgente”, pero no señalaba el delito que se perseguía; se impidió el ingreso del abogado de Villavicencio al domicilio; y no se elaboró un acta de los objetos y documentos incautados. En fin, se violaron todos los procedimientos legales.
Mientras esto ocurría en la casa del activista, en la Asamblea Nacional se allanaba la oficina del representante Cléver Jiménez. Los arriba mencionados no son delincuentes, son opositores al gobierno y su falta es denunciar una serie de irregularidades en el manejo de los recursos petroleros del país. Pero este no es un caso aislado. En el 2012 un grupo de jóvenes a los que ahora se conoce como “Los 10 de Luloncoto” fueron detenidos y luego condenados a un año de cárcel por sabotaje y terrorismo. Su delito fue estar reunidos preparándose para una marcha pacífica; y las pruebas en su contra fueron un par de panfletos, discos de música protesta y camisetas del che Guevara.
En otro caso escandaloso, un par de semanas atrás un grupo de siete ciudadanos fueron condenados a cuatro años de prisión, también por el delito de sabotaje y terrorismo, por su participación en el ingreso ilegal a las instalaciones de uno de los canales de televisión estatal, con ocasión del levantamiento policial del 30 de septiembre de 2010.
Se usa a la función judicial para reprimir a los opositores, y al consejo electoral para inhabilitar a candidatos de oposición con gran aceptación popular.
Mientras tanto los medios de comunicación guardan un discreto silencio o se manifiestan timidamente, amenazados por la Ley de Comunicación que prácticamente convierte en delito el ejercicio independiente de la profesión. La oposición política está dispersa, confundida y sin cabeza visible. Son pocas las voces que todavía tienen el valor y la energía para protestar. Como a la rana de la fábula, el sofoco del agua caliente ya hace mella. No sé si no es evidente, pero Ecuador está viviendo una gran represión, y temo que esto apenas está comenzando, ojalá me equivoque.
Y como se va el 2013, parafraseando a mi abuelo, que hoy cumple un año más de fallecido, les deseo a los amables lectores que en el 2014 los atropelle el vehículo de la felicidad.