Acuérdate del Candlestick Park
Adiós al legendario estadio que dio momentos épicos a los equipos de Gigantes y 49ers
SAN JOSÉ. Era muy anticuado. Conectado por un par de salidas a la autopista 101, arteria principal del oeste de la Bahía, ir a disfrutar de una justa deportiva o de un espectáculo a este lugar, venía acompañado de cierta dosis de castigo, pues salir o entrar al estadio en auto era una pesadilla. La helada brisa que llegaba del mar pegaba casi de lleno a los espectadores, que no pocas veces cargaban cojines para calentar los asientos, además de llevar cobijas para soportar el frío, la llovizna y la niebla.
¿Se le extrañará a este viejo y frío pedazo de concreto? ¿Este lugar que vio jugar a tantos grandes del deporte nacional como Joe Montana o Willie Mays? Sin duda que sí: el Candlestick Park es más que un estadio, es un símbolo, un entrañable representante de la ciudad de San Francisco ante el país y el mundo.
El Candlestick fue construido con el único propósito de albergar a los Gigantes de Nueva York, que en aquel entonces y al acordar su nueva sede, serían de San Francisco. Su ubicación se decidió por la extensión de terreno disponible, además de su vista al resto de la ciudad.
La construcción del Candlestick está cargada de simbolismo: el hecho de traer un equipo profesional de béisbol y de edificarles un estadio, habla del espíritu mismo de esta ciudad, moderna, trabajadora, progresista. Una urbe que apostaba al desarrollo económico y que en la segunda mitad del siglo XX, le demostraba al resto del país que tenía con qué lograrlo.
Completada su construcción, los Gigantes comenzarían a jugar en el “Stick” en 1960. Debido a los fuertes y helados vientos, la mayoría de los juegos de béisbol se realizaban a mediodía. Cuando se llegaban a ir a entradas extra, sólo aquéllos fanáticos de hueso colorado aguantaban hasta el final del juego. Por eso, los Gigantes recompensaban a sus seguidores con un pequeño pin, “La Cruz de Candlestick”, cuyo grabado es el escudo del equipo con un poco de nieve encima. Los Gigantes todavía regalan este pin como recuerdo, en los juegos que sostienen en su nueva casa, el AT&T Park.
En 1971 los 49ers de San Francisco se mudarían de Kezar Pavilion a Candlestick, que a lo largo de los años hizo las modificaciones pertinentes para albergar a los fanáticos del fútbol americano. Aquí nació la dinastía de 49ers que conquistaría decenas de triunfos en poco más de 15 años, desde el inicio de los años ochenta hasta mediados de los noventa. Triunfos que de la mano de Joe Montana, Jerry Rice y Steve Young, entre otros grandes jugadores, le dieron a la afición un combinado de cinco Súper Bowls. De los momentos más memorables que se han vivido en Candlestick, está “la atrapada”, o the catch en inglés, donde en un aguerrido juego en contra de sus archirrivales los Vaqueros de Dallas, en enero de 1982, Joe Montana logró agónicamente conectar en un pase con su receptor Dwight Clark, en los últimos instantes del partido, dándole el campeonato de la Conferencia Nacional a los dorados y enfilándolos a ganar el primero de cuatro Súper Bowls.
Pero Candlestick no sólo fue testigo de grandes juegos, sino también de memorables espectáculos, como la última presentación en grupo del cuarteto de Liverpool, los Beatles, en agosto de 1966. ¿O qué tal la Serie Mundial de Beisbol entre Gigantes y Atléticos de Oakland de 1989? Equipos y fanáticos fueron sorprendidos por un terremoto de 7.1 en las escala de Richter. Es sabido que fue mínimo el daño estructural de este coloso de concreto, que resistió el embate de las fuerzas de la naturaleza sin lamentar una sola víctima.
Los Gigantes de San Francisco juegan desde el año 2000 el AT&T Park. Los 49ers estrenarán Levi’s Stadium, en Santa Clara en 2014. Una locación con múltiples conexiones a autopistas y transporte público, además de un clima mucho más agradable. Al viejo “Stick” le espera la demolición. En su lugar, más de 6 mil nuevas viviendas albergarán a nuevos inquilinos. El país del progreso rara vez permite a lo antiguo subsistir. Toca al Candlestick tomar su lugar en el recuerdo de miles de fanáticos, que sufrieron fríos y embotellamientos, pero que apoyaron con el corazón a sus equipos, representativos de su querida San Francisco.