¡Adiós al Atlante!

El descenso de los Potros de Hierro significa la caída de uno de los equipos con más tradición y abolengo en el futbol mexicano

Atlante es sinónimo de dolor constante y esperanza continua, de luz que parpadea y sombra que entristece, de sufrimiento desmedido y alegría efímera.

Atlante es la pasión de aquellos que se enamoraron del futbol viendo a un grupo de “peladitos de la calle” que a base de coraje deportivo lograron que los colores azul y grana fueran respetados.

Atlante es la tradición que muere conforme el equipo se desintegra en el tobogán que, una vez más, lo deposita en el infierno del descenso.

Los malos resultados obtenidos en fechas recientes han dictado sentencia: los Potros de Hierro dejaron de pertenecer al grupo de los 18 equipos más poderosos del balompié mexicano.

El Atlante nació en 1919 en las calles de uno de los barrios bravos del Centro de la Ciudad de México.

En ese lugar, unos chamacos prietitos, sucios y desalineados confeccionaron una pelota de hilo y retazos de cuero para tratar recrear los lances de sus ídolos que veían jugar en el Club España.

Por las venas de los jóvenes pobres de barrio comenzó a correr sangre de campeones y fue así que decidieron formar un equipo cuyo nombre sufrió varias transformaciones hasta llegar a ser el Atlante.

Los primeros integrantes del equipo azulgrana eran muchachos de piel oscura, sin recursos, sin educación pero con mucho corazón.

De este equipo salieron figuras inolvidables con atinados y pintorescos sobrenombres que describían alguna de sus cualidades o características físicas.

El “Dientes” Rosas, la “Marrana” Olivares, el “Trompo” Carreño, el “Patadura” Rojas, infinidad de personajes con los que el pueblo se identificó en los inicios de un equipo muy querido al que hoy mucha gente llora su caída.

Atlante nació en el llano, nació pobre, y en grandes períodos de su historia, la penuria económica fue su eterna constante.

El equipo pasó por varias manos, por varios dueños, por varios directivos, todos ellos con un amor profundo a los colores azul y grana pero sin dinero suficiente para sostener al equipo.

Una de las épocas más dolorosas del Atlante se da cuando en 1966 es adquirido por el empresario Fernando González “Fernandón”.

El litógrafo de origen español amaba al Atlante pero no tenía los medios suficientes para pagar a sus jugadores a tiempo, para comprarles ropa de entrenamiento, para rentar una cancha de entrenamiento.

Bajo el mandato de “Fernandón”, el Atlante se desplazaba en un viejo autobús para cumplir con sus partidos de visitante, practicaba en parques públicos y los cheques de pago a los jugadores llegaban a cuenta gotas.

“La historia del Atlante siempre ha sido muy sufrida”, dijo Rafael Puente, quien de 1968 a 1974 cubrió la portería de los Potros de Hierro, posición en la que se convirtió en figura histórica del club.

El ahora comentarista de ESPN DEPORTES recordó que durante su estancia en el conjunto atlantista no había dinero para pagar los salarios de los jugadores y mucho menos para viajar en avión para cumplir sus compromisos dentro de la Liga Mexicana.

“Un 31 de diciembre, por ahí de 1972-1973, jugamos en Monterrey, ese partido lo ganamos 1-0 y ‘Fernandón’ en lugar de pagarnos la prima por haber ganado el partido nos pagó el boleto de avión de regreso a la Ciudad de México para poder llegar la noche del 31 a cenar con nuestras familias. Esa fue la única, pero la única vez, que en siete años con Atlante viajamos en avión”, rememoró Puente.

El inminente descenso del Atlante en esta temporada se suma a otros tres ocurridos en las campañas 1976, 1990 y 2001 y esos golpes han sido muy dolorosos para los fieles seguidores del también llamado “equipo del pueblo”.

“Es muy triste, muy lamentable que el Atlante descienda por cuarta vez en su historia”, dijo Heriberto Murrieta, el comentarista de ESPN DEPORTES quien es un atlantista de cuna.

“Yo nací siendo atlantista y crecí con el Atlante. Tengo fotos de mi persona vistiendo el uniforme del Atlante cuando estaba en la carriola. Guardo cuadernos de la escuela en donde en sus hojas dibujé el escudo del Atlante una y otra vez. Es por eso que duele mucho ver lo que hoy está pasando con el equipo”, apuntó.

El periodista es también autor del libro “Azulgrana”, obra en la que narra la historia del club de sus amores, del equipo al que, según Murrieta, se le ha tratado muy mal por parte de los dueños que a través de los años ha tenido la franquicia.

El comentarista se refiere en específico a la salida del Atlante de la Ciudad de México para comenzar una danza gitana que lo llevó a jugar en Ciudad Netzahualcóyotl, Querétaro y ahora Cancún.

“Tanto desarraigo, tanto manoseo y tanta despersonalización hacen que la gente se aleje del equipo. Siento que los jugadores ya no juegan con amor a la camiseta, vemos al equipo juagando muy lejos del Distrito Federal y esas cosas hacen que una institución tan querida, con tanto abolengo, con tanta tradición vaya perdiendo identidad”, aseguró.

En sus casi 100 años de historia, el Atlante ha ganado apenas dos títulos de Liga, el de la temporada 1946-1947 y el de la campaña 1992-1993, pero más allá de trofeos obtenidos, la grandeza atlantista radica en cosas mucho más importantes.

Su arraigo con el estrato social de la clase popular, de esa gente que día a día tiene que partirse el alma para salir adelante en la vida.

La legendaria entrega de sus jugadores en la cancha para suplir calidad con corazón.

El ser la cuna de figuras que forjaron la historia del futbol mexicano como lo fue Horacio Casarín.

Todas esas son las piezas que construyeron la historia de un Atlante que hoy ya duerme en la antesala de la División de Ascenso.

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