La sociedad y la raza

Sociedad

Quizás, en algún momento, la Oficina de Censos de los Estados Unidos clasifique a los hispanos como blancos, negros, asiáticos u oriundos de Alaska/amerindios o Hawaianos/habitantes de las Islas del Pacífico. Las rabietas sobre quién es “latino” o “hispano” —y si esas designaciones constituyen en sí mismas un grupo racial en los formularios del censo— será, esperemos, parte del pasado.

No más denominaciones incorrectas como “latinos” o “españoles” —una se refiere a la antigua Roma, la otra a los oriundos de España o a la lengua española. Ninguna describe con precisión, por ejemplo, a un ciudadano nacido en Estados Unidos de ascendencia colombiana.

Ya no sería necesario explicar de dónde proviene la madre y el padre de uno, ya no habría más competencia entre los cubanos y los dominicanos, o los mexicanos y los puertorriqueños. Habría que marcar sólo una de las actuales clasificaciones raciales del Censo de los Estados Unidos.

Están los que temen un futuro así —en que la identidad hispana no se codifique como una categoría de censo que pueda ser utilizada para anunciar a los no-latinos el potencial poder electoral. Pero el resto de nosotros estaremos de lo más bien si se disemina a los hispanos en las otras clasificaciones raciales.

Oh, estarán los que se rebelen y prefieran hacer una declaración política sobre su identidad personal. Pero la globalización y las tasas de matrimonios mixtos anuncian una época en la que ya no nos concentraremos en las etiquetas étnicas.

Consideremos lo siguiente: La revista People acaba de nombrar a la actriz Lupita Nyong’o, que ganó un Óscar por su papel en 12 Years a Slave, como la “Mujer Más Bella del Año”.

Sólo me enteré de que es mexicana porque mi madre —la mexicana de nuestra familia mexicana/ecuatoriana/estadounidense– me lo dijo, con más de una pizca de orgullo nacional.

Nyong’o nació en la ciudad de México, fue criada en Kenya y vive ahora en Brooklyn.

Sí, técnicamente, aquí en los Estados Unidos, es hispana —hasta habla español. Pero cuando se presenta como un maravilloso modelo para las jóvenes y habla de la auto-aceptación del color de su piel y la textura de su cabello, está hablando sobre la experiencia afroamericana. Lo cual es fantástico.

Ahora tomemos al cómico Louis C.K. A riesgo de ofender a la pequeña porción de la población que fanáticamente prefiere el término caucásico, Louis C.K. es blanco. Aunque no es muy sabido (y no es que vaya a hacer ninguna diferencia) la apariencia del cómico proviene mayormente de su madre irlandesa, su padre nació en México y la familia de su padre aún vive allí. El mismo Louis C.K. tiene ciudadanía doble con México.

El color marrón, tan versátil, puede ir para uno u otro lado y, simplemente, se difumina cuando se mezcla con las principales razas.

Mis dos primos, como yo, nacieron en Estados Unidos, y tienen un padre de México y el otro de Ecuador. Si uno observa los hijos de nuestras tres familias verá tres razas diferentes. Mi esposo es blanco, como lo son mis dos hijos. Un primo se casó con una filipina y tiene tres hijos que, para todo efecto, son asiáticos. Mi otro primo tiene dos hijas que son afroamericanas.

Todos nos queremos mucho y no estamos pensando qué porcentajes de esto o de lo otro o de dónde somos “realmente”, o qué son los niños “en realidad”. Dentro de unos años, a medida que más hispanos se casen con personas de otras razas, sus distinciones ancestrales se volverán como las irlandesas e italianas —importantes personalmente, pero no para el formulario de un censo ni para la posición social.

No todos están de acuerdo, por supuesto. En un ensayo que está circulando entre hispanos, Nicholas Vargas, un profesor asistente de Sociología de la Universidad de Texas, en Dallas, sostiene que aunque algunos académicos creen que los hispanos de Estados Unidos pronto serán clasificados como blancos, en forma muy similar a los grupos de inmigrantes del Este de Europa, él duda que eso vaya a suceder.

Aunque “algunos grupos podrían moverse arriba o abajo de la jerarquía racial impuesta por los blancos,” Vargas cree que los hispanos no siempre son considerados blancos por los demás y escogen etiquetas raciales incorrectas, dependiendo de su percepción personal, y que “los recientes e inminentes polémicos debates sobre la inmigración y la legalidad en todo el país podrían solidificar aún más el límite racial entre blancos y latinos.”

Quizás.

O quizás debamos esperar a que el Censo simplifique su sistema de clasificación. En cuanto a nosotros, debemos confiar en que el crisol de razas realice su trabajo, históricamente excelente, de convertir esas distinciones nada más que en información de contexto.

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México razas Vargas

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