Un zurdo que va derecho
James Rodríguez, la estrella de la selección de Colombia, es todo un crack desde pequeño
@jairogiraldo10
Artista. Atrevido. Valiente. Predicador en el desierto de los manuales de la rigidez táctica, James Rodríguez, es un sobreviviente. En el campo de juego y si se quiere, también en la vida.
Es el diez de Colombia. El eje de circulación por cuya pierna izquierda fluye el fútbol de la selección cafetera de gratos pasajes en el Mundial de Brasil.
Heredero natural de la camisa que hizo grande Carlos el “Pibe” Valderrama, el talentoso volante del AS Mónaco es un veterano de 22 años.
Desde temprano en su vida, con sólo 12 años, el pequeño James desparramaba su clase en el Barrio Jordán de Ibague (Departamento del Tolima).
La etapa crucial de su carrera llegaría en el Envigado FC de Segunda División, donde debutó a los 14 años como profesional y empezó a asombrar la madurez de su fútbol.
A los 16 años, cuando otros adolescentes se van de fiesta y tienen una vida emocional y volátil, James Rodríguez entendió que debía trabajar para apoyar a su familia y aceptó una oferta del Banfield de Argentina, en 2008, donde el entrenador Julio César Falcioni lo hizo debutar y básicamente lo convirtió en un jugador regular de la alineación del “Taladro” del Sur de Buenos Aires.
Con 18 años se consagró y llegó a ser la primera alternativa para rescatar las finanzas del Banfield y el Porto pagó 7.5 millones de dólares por un jugador de 18 años en 2010.
De ayer a hoy es el presente. Un paso brillante junto a Radamel Falcao y Freddy Guarín con los “Dragones” y tras dos años de títulos, y cuando ya había paseado su talento por los campos europeos, aparecieron los grandes compradores en busca de uno de los “Wonderboy” del fútbol mundial. Versiones los pusieron en Manchester United y Arsenal. Otros en AC Milan y Barcelona, pero el poder del petrodólar se quedó con la nueva perla del Porto que lo vendió al AS Mónaco por 62 millones de dólares donde ya destaca entre los mejores en su segunda temporada.
Volante armador natural, aunque también con explosión para definir en el área, James, como más se le conoce, hace parte de una especie en vía de extinción. Es de aquellos que privilegian jugar. Tener y tocar. De aquellos, que ya no abundan como Zidane o Riquelme. Como Valderrama, Kaká o Francescoli.
Un artista de los imposibles. El transgresor de códigos, que es James Rodríquez, cosecha titulares en el Mundial de Brasil y conduce a Colombia a la que puede ser su mejor actuación en la máxima cita del fútbol
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