El despiadado Estados Unidos

Antes de que sea demasiado tarde, los estadounidenses deben prestar atención a los niños.

Los niños perdidos de América Central se han perdido, realmente, en la bruma del debate sobre cuál será su destino. Los estadounidenses comenzaron hablando de los niños, pero rápidamente derivaron a conversaciones laterales sobre política, culpa, historia, ideología, y financiación del gobierno. El presidente Obama ha pedido 3,700 millones de dólares para encarar la crisis.

Un locutor radial de derecha, que perseguía sus propios objetivos, me preguntó si no era relevante que muchos de estos niños vengan de “países fallidos socialistas y de izquierda”. No, dije, en realidad, no. Después de todo, Nicaragua es quizás el país más izquierdista de América Central, y no está enviando a nadie al norte.

Y, como era de predecir, los niños de la frontera han sido arrastrados al debate de la inmigración. Es exasperante. Estos niños no son inmigrantes. No es que vinieran aquí para trabajar entregando diarios en las rutas que los niños estadounidenses no querían aceptar. Estos niños son refugiados, que vinieron en busca de puerto seguro porque pensaron que los estadounidenses lo ofrecerían.

También, lamentablemente para los 57,000 menores no acompañados que han cruzado la frontera mexicano-americana desde fines de octubre —después de que muchos fueran blanco de pandillas criminales— esta discusión tiene lugar en un año de elecciones, cuando los funcionarios electos parecen no tener la capacidad de pensar en nada que no sea mantener sus puestos.

Tal como sabemos, la cobardía es algo que afecta a ambos partidos. Miembros del Congreso de ambos partidos quieren evitar ser perjudicados políticamente por esta crisis y, por lo tanto, muchos están ansiosos por complacer el pedido de Obama de más poder ejecutivo para expulsar rápidamente a estos visitantes no convidados, negándoles el debido proceso. Hasta para los que están de acuerdo con que algunos de estos niños deben ser enviados a su casa —y yo soy uno de ellos— es horrible la velocidad con que el proceso está teniendo lugar. ¿No pueden los funcionarios de Obama al menos fingir que comprenden lo que está en juego y que estamos preparándonos para entregar sentencias de muerte a niños de 10 años?

Y eso en un país en que los legisladores aprueban leyes para proteger a los niños de choques frontales y bebidas azucaradas, donde podríamos reunir un subcomité del Congreso para investigar los peligros de la mantequilla de maní. ¿Cómo nos apartamos tanto de esa senda?

Silenciosamente, la purga ya ha comenzado. Temiendo la reacción negativa que proviene de ser percibido como suave en el asunto de la inmigración, Obama discutió, durante cinco años, si tenía o no autoridad legal para detener las deportaciones. Sin embargo, esta semana, no perdió tiempo en deportar la primera camada de niños refugiados a Honduras. Según una declaración del Departamento de Seguridad del Territorio, aproximadamente 40 adultos y niños que estaban en unas instalaciones de Nuevo México fueron devueltos por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas al gobierno hondureño. Se esperan más deportaciones a Honduras —capital mundial de asesinatos per capita. Guatemala y El Selvador, prepárense.

¿Es ésta la manera en que una gran nación trata lo que Obama, solo hace seis semanas, tildó de “urgente situación humanitaria”?

Una reciente encuesta Washington Post/ABC News halló que el 58% de los estadounidenses desaprobaban el manejo de Obama de la crisis de la frontera y el 66% reprobó a los republicanos. Entre los latinos, el 54% desaprueba la forma en que Obama manejó esta crisis.

¿Qué hay de humano en que uno de los países más ricos y poderosos del mundo envíe a niños asustados, que han escapado amenazas de agresión sexual y hasta de muerte, de vuelta a lo que podría ser su fin? Debería darnos que pensar el hecho de que estemos tomando tan a la ligera la idea de devolver niños a lugares oscuros, que cualquiera de nosotros intentaría escapar todas las veces que fueran necesarias.

Lo escucharon bien. Este acto de repatriar a jóvenes puede ser dramático, pero también es en vano. Hemos creado una puerta giratoria en la frontera, por la que los que deportamos pronto volverán. Sería útil que los que están en Washington, tanto en la Casa Blanca como en el Congreso, comprendieran este simple hecho. Los republicanos afirman que Obama causó la crisis al conceder acción diferida a jóvenes indocumentados, mientras Obama contesta que los republicanos la causaron al no aprobar la reforma migratoria.

Odio tener que informa de esto a nuestros líderes, pero los niños aterrorizados no actuarán según lo que los políticos de Estados Unidos hagan o dejen de hacer con respecto a esta crisis. Nuestros funcionarios electos cuidan sus propios intereses. ¿Por qué no debemos esperar que la gente de otros países haga lo mismo?

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Guatemala Honduras Inmigración México niños Washington

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