El brasileño que tiene 5 millones de discos de vinilo (y quiere más)
A lo largo de medio siglo, Zero Freitas se ha hecho de una colección de discos que tal vez sea la mayor del planeta. BBC Mundo habló con él.
Cualquiera que alguna vez quiso escuchar un disco que nunca tuvo debería ponerse en lugar de Zero Freitas, que tiene un problema bastante mayor: el álbum de Tom Jobim que busca se ha traspapelado en su colección de millones de vinilos.
“Tengo ese disco”, asegura este brasileño de 60 años aludiendo a un ejemplar del genio musical de su país, autografiado el día de su lanzamiento. “Pero no lo encuentro”.
Es posible que esté en algún rincón de los enormes galpones de Sao Paulo donde Freitas guarda lo que quizás sea el mayor acopio de discos de vinilo del mundo.
Pero lejos de inquietarse por el álbum extraviado o por todos los discos que le falta catalogar, Freitas piensa en ampliar la colección que, sostiene, ya suma más de cinco millones de unidades.
“Tengo espacio para el doble de eso”, afirma durante una entrevista con BBC Mundo. Y lo hace como si apenas se tratase de acomodar unas pocas manzanas en un gran frutero.
Freitas cuenta que desde pequeño colecciona cosas diferentes, como recortes de diarios o libros, y que a los 12 años empezó a recopilar discos de vinilo. A los 18 iba a tiendas y compraba decenas de álbumes juntos.
Pero fue en el cambio del siglo -cuando su colección sumaba unas 100.000 unidades- que descubrió el sitio de compras por internet eBay y accedió a un mercado que nunca imaginó a su alcance.
También notó que, en pleno furor de los discos compactos, había personas en el primer mundo que buscaban deshacerse de lotes de viejos discos que habían guardado durante años.
El dinero no era un gran problema para Freitas, socio y director comercial de una empresa familiar de autobuses de transporte de Sao Paulo. Dice que su pasión por los discos la financia con transacciones inmobiliarias que suele realizar.
Así llegó, por ejemplo, a un acuerdo con un excomerciante musical de la ciudad estadounidense de Pittsburgh llamado Paul Mawhinney, quien decía tener la mayor colección de vinilos del mundo y quería venderla. Freitas la adquirió.
Pero según dice, también buena parte de lo que ha recibido son donaciones gratuitas, sobre todo de Estados Unidos. El costo de irlas a buscar en camión al domicilio, llevarlas al puerto y despacharlas a Brasil asciende a unos 20 centavos por disco.
Hoy tiene incluso ejemplares de música japonesa o discursos de Hitler (que, aclara, nunca le interesaron) y calcula que dos tercios de sus vinilos carecen de valor comercial alguno, pero el resto sí tendría un precio si pretendiera venderlo.
Calcula que el valor promedio de cada disco podría ascender a un real brasileño. Su colección entera equivaldría entonces a casi US$2,2 millones, pero Freitas niega que su plan sea hacer negocios.
“Nunca vendí un disco”, comenta.
Freitas es cauto al considerar si la suya es la mayor colección del mundo. “No puedo decirlo”, sostiene. “Creo que hay mucha gente con millones de discos, que ni lo divulga”.
Casi 90% de los que tiene son de música extranjera y apenas 500.000 son brasileños.
Dice que desde afuera no paran de llegarle ofertas. Por ejemplo, tras un reciente artículo que publicó sobre él el diario The New York Times le llegó un correo electrónico de la biblioteca de París para donarle 5.000 discos repetidos de música clásica.
“Hoy tengo ese problema”, reflexiona. “Tengo que conseguir un camión en París”.
También explica que hace tiempo dejó de “cazar” ejemplares raros en el mercado y ahora su prioridad es ampliar la colección de discos brasileños.
Ha llegado a un convenio universitario para que estudiantes de historia trabajen como pasantes catalogando su colección, por orden cronológico, según la fecha de llegada al depósito.
Y prevé crear un instituto sin fines de lucro, que ponga el catálogo en internet para quien quiera acceder gratuitamente a un disco determinado, con un interés profesional o personal.
Señala que una dificultad es que Brasil carece de la costumbre de donar que existe en otras partes.
Pero asegura que luego de años de terapia que realiza desde la adolescencia, aprendió a tener una relación equilibrada con sus discos.
“Trabajo para no ser esclavo de ellos”, aclara. “Porque si no, tienes un problema de salud física y mental”.
Cuando le preguntan qué disco le gustaría tener que le falta, menciona la edición inglesa de “London London”, del compositor y cantante brasileño Caetano Veloso.
Pero al definir su disco favorito, habla de uno de Bidu Sayão -una soprano brasileña que murió en 1999- cantando piezas de Heitor Villa-Lobos. “La escucho y lloro”, admite Freitas.
Sin embargo, calcula que apenas ha escuchado una pequeña fracción de su colección: ¿20.000 discos tal vez?
Esta noche dice que en su casa pondrá uno de la cantante brasileña Zélia Duncan, pero en CD porque nunca fue editado en vinilo. Y Freitas tampoco parece fundamentalista: sostiene que además posee casi 100.000 discos compactos.