La economía del engaño

Hay numerosos individuos y organizaciones que se aprovechan de la angustia del indocumentado

La muerte lenta de la reforma migratoria y de cualquier medida de protección contra la deportación a manos del Presidente Obama y el Congreso tendrá múltiples consecuencias. Una de ellas es la continua victimización de los inmigrantes indocumentados a manos de abogados, notarios y tramitadores, quienes seguirán vendiendo la promesa de la regularización migratoria a individuos y familias enteras a sabiendas de que es prácticamente imposible cumplir.

Se trata de toda una economía del engaño que victimiza en especial a los inmigrantes no autorizados. No se trata de unos cuantos individuos de mala fe, sino de un conjunto disímbolo de pequeñas y medianas organizaciones con una presencia constante en el mundo social de los inmigrantes. El resto de la sociedad se entera de la existencia de esta economía del engaño gracias a las exiguas medidas preventivas que toma el gobierno y que por lo general se reducen a campañas de comunicación contra el fraude. O cuando se identifica y sanciona a las empresas u organizaciones defraudadoras y se emprenden los difíciles esfuerzos por restituir a las víctimas el dinero perdido.

En Nueva York se anunció hace unos días un programa de restitución a las víctimas de dos organizaciones—la International Immigrants Foundation y la International Professional Association— que defraudaron a más de 24 mil personas, cobrándoles cuotas excesivas por tramitar permisos de trabajo, residencia permanente y otros servicios. Una característica interesante de esta economía del engaño es que está compuesta por empresas con fines de lucro (digamos, una firma de abogados) y organizaciones no lucrativas (o que al menos se hacen pasar como tales con nombres que sugieren benevolencia y filantropía). Unas y otras pueden sacarle miles de dólares, en pequeñas o grandes cantidades, a un inmigrante desesperado por arreglar su situación legal y la de su familia.

Esta economía del engaño tiene una dimensión transnacional, es decir, existe más allá de las fronteras de un solo país. En México, por ejemplo, el programa de visas de trabajo temporal H2 tiene como apéndice a una economía del engaño. En este caso, se trata de negocios que cometen fraudes masivos, anunciando que pueden tramitar las visas H2 a cambio de un pago de varios cientos de pesos (y a veces de dólares) y la entrega de documentos. Tienen inclusive la osadía de anunciarse en los medios masivos de comunicación.

Tan pronto como los interesados entregan su dinero, estos negocios desaparecen tan pronto como aparecieron, sin dejar huella. Otros negocios realizan engaños a cuentagotas, caso por caso, prometiendo conseguir la aprobación de una visa de trabajo denegada por las autoridades estadounidenses, por ejemplo. En estas situaciones, un solo negocio de tramitadores puede “ordeñar” a un trabajador por docenas de miles de pesos. En México, los operadores de estas empresas saben que la economía del engaño funciona porque la autoridad encargada de regular a los reclutadores—la Secretaría del Trabajo—no hace prácticamente nada para hacer valer la ley y cuentan con que la víctima preferirá irse a casa que quejarse en oídos sordos

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