Un psicólogo para tu mascota: ¿vale la pena?
Si has tenido a tu cargo una mascota alguna vez, muy probablemente puedas identificar cuando un animal está ansioso, nervioso, deprimido, estresado o tiene problemas de conducta. Esos comportamientos son generados por estímulos externos que afectan al animal, como su relación con el humano y el ambiente en el que vive. Si observaras este comportamiento en personas y no en animales, posiblemente pensarías en sugerir la visita a un psicólogo. En los animales la cosa no es tan distinta.
¿Un psicólogo para tu mascota? Tal vez te suene a disparate, pero si partimos de que la psicología es el estudio del comportamiento y de que el ser humano es también una especie animal que evolucionó de forma distinta a las demás, se entiende que los animales tengan su propia psicología. De hecho existe la rama llamada psicología animal, cuyos orígenes se remontan a la obra “La expresión de las emociones en el hombre y en los animales”, escrita nada más y nada menos que por Charles Darwin en 1872.
Pero vayamos a lo práctico: cuando tu animal doméstico tiene comportamientos extraños o nocivos, es posible que requieras la ayuda de un experto que te ayude a determinar cuáles son los estímulos que hacen que tu mascota se comporte así. Si rompe cosas de manera compulsiva, si repite una conducta de manera obsesiva sin razón aparente (como perseguirse la cola o lamerse las patas) o incluso si se hace daño a sí misma, es posible que necesite ayuda. Y, aunque no te guste lo que vas a leer, considera que casi siempre esos trastornos tienen que ver contigo y la relación que mantienes con tu animal de compañía.
En pocas palabras: tú y tu mascota necesitan apoyo. Por ejemplo, un perro que aúlla o ladra mucho es posible que esté buscando una manera de expresar su frustración y su estrés por pasar mucho tiempo solo, por lo que necesitará que construyas una relación más cercana con él, que le pongas más atención y le dediques un poco más de tu tiempo para sacarlo a pasear o mimarlo.
Afortunadamente los animales no son tan complejos como los humanos, así que quizá si cambias algunos hábitos como hacer más ejercicio con ella o ser más cariñosa, notes una mejoría en su comportamiento. Si nada de lo que hagas logra un cambio, vale la pena buscar un apoyo especializado para ese compañero que es tu mascota.