Al final, ganó la exclusión

El Sínodo realizado en El Vaticano muestra a una Iglesia Católica que todavía no está lista para enfrentar directamente los grandes desafíos que tiene ante si muchas familias creyentes que no caen en un molde tradicional.

El documento inicial, hecho público el lunes pasado, que proponía una apertura compasiva hacia los homosexuales, a las parejas de hecho y a los divorciados casados en segunda nupcias por civil, despertó una luz de esperanza para millones de católicos que se sienten excluidos por la iglesia

También levantó una tormenta de críticas entre los religiosos del sector “doctrinario” dentro de la iglesia, que ven con desconformidad los cambios promovidos por el Papa Francisco.

El tema del Sínodo era la familia. La versión final aprobada por la gran mayoría de los 191 religiosos elude olímpicamente atender los temas más controversiales propuestos en el borrador inicial. Las enmiendas aprobadas en el documento final, en su mayoría insistían en reforzar a la familia católica y sus valores, dejando de lado lo que podría llamarse las “uniones irregulares” .

Con respecto a la cuestión de los hijos gays, los padres gays, las parejas en concubinato y los divorciados, la única referencia a ellos es como cuestiones “problemáticas y complejas” para las familias.

Que desilusión que se solamente se defina de esa manera la situación en la que se encuentran muchísimos católicos creyentes. Que indignación que no haya un espacio para un mensaje que reconozca los valores humanos positivos en la personas, más allá de lo que sería su situación pecaminosa.

Esta era la oportunidad para reafirmar el cambio de tono del Papa Francisco de hacer una iglesia más inclusiva. Pero los padres sinodales escondieron la cabeza en el agujero como el avestruz, dejaron que prevalezcan los prejuicios y temores. Por eso, las personas queridas en círculos familias quedaron reducidas a ser “problemas” sin mención ni humanidad.

La propuesta inicial no cambiaba doctrina, ni daba legalidad a lo que hoy es pecado. Solo reconocía situaciones reales, proponiendo a hablar sobre ellas. El Sínodo reveló que todavía ni siquiera los puede nombrar sin hacer acusaciones ni señalamientos. La compasión quedó para otro día

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