El canario en la mina
Hay una relación entre los estudiantes y los inmigrantes asesinados en México
La expresión en inglés “thecanary in a coal mine”, literalmente “el canario en la mina de carbón”, se refiere a la vieja práctica de los mineros de llevar un pajarito enjaulado al interior de las minas. La muerte del canario era la señal de alerta de la existencia de gases tóxicos en el ambiente, por lo que había que evacuar el lugar de inmediato.
En la última década, los migrantes han sido el canario en una mina llamada México. Sus muertes, violaciones, secuestros, extorsiones y demás atropellos nos alertaban de la toxicidad, de la gran podredumbre que se apoderaba de la sociedad mexicana, eso que llamamos impunidad. Los migrantes eran bajados de trenes y autobuses por criminales comunes y organizados, interceptados por policías, agentes de tránsito y oficiales de Instituto Nacional de Migración, para luego ser entregados a los carteles.
Esto no podía ocurrir sin la complicidad de los vigilantes privados de las compañías ferroviarias, los choferes de las líneas de autobuses, los empleados de las compañías de envío de dinero que servían como infraestructura de la extorsión, y muchos más. Todos ellos, por miedo o porque recibían dinero, participaban de algo que no era ni accidental ni un equívoco del momento, sino algo sistémico. Es decir, algo que con raíces profundas y compenetradas con el sistema social y político. Nunca compré la tesis de Jorge Castañeda de que las muertes de los migrantes eran resultado del desafortunado encuentro entre las rutas de migrantes y las del narco. En todo caso, los carteles y la pedacería que resultó de la guerra lanzada por el gobierno federal y la correspondiente incapacidad de las autoridades de lidiar con las consecuencias de su estrategia, volvieron a los migrantes en apetitosa fuente de negocios.
La semana pasada, mientras los padres de los normalistas asesinados de Ayotzinapa se entrevistaban con las autoridades para reclamar su desaparición, la caravana de madres centroamericanas que buscan a sus seres queridos hacía un recorrido más por tierras mexicanas. Sus esfuerzos no han sido en vano ya que han encontrado con vida a algunos de sus familiares. Pero es probable que la mayor parte de ellos hayan sido asesinados y enterrados en fosas clandestinas. Su causa ha sido apoyada por sectores de la iglesia católica, las organizaciones no gubernamentales que trabajan en el tema migratorio y algunos actores políticos más. Sin embargo, dicha causa nunca llegó a ser punta de lanza de un movimiento social, como ahora sucede con Ayotzinapa. ¡Pero cómo se parecen ambos casos!
En este sentido, la frase más reveladora de las autoridades mexicanas no fue la del “ya me cansé” del Procurador General de la República, sino su terrible excusa, dada unos días antes, cuando se le preguntó si los restos encontrados en una fosa clandestina eran los de los normalistas. “No son ellos, son otros”, palabras más, palabras menos, dijo la máxima autoridad encargada de hacer valer la ley en México. Si no son los normalistas, quizá sean restos de migrantes, los restos del canario.