Fin de laguerra, pero…
La guerra en Afganistán ha terminado “oficialmente” para Estados Unidos y sus aliados europeos. En realidad, es una continuación de los 13 años de conflicto, iniciado por los ataques terroristas del 9/11, que ahora pasa a ser una operación militar más reducida, pero no menos peligrosa.
Esto se debe a que la resistencia del Talibán no cedido un ápice, ni la seguridad del gobierno del presidente Ashraf Ghnai, electo en septiembre está garantizado.
Por el contrario, los ataques de los extremistas religiosos recrudeció en 2014, llegando a matar a cerca de 3,200 civiles y más de 4,600 soldados y policías afganos.
La decisión de dar fin ahora a la operación militar iniciada en 2001 tiene más que ver con la falta de apoyo estadounidense a seguir el conflicto y a la promesa del presidente Barack Obama de terminar esa guerra que a las condiciones internas de ese país.
Por ese motivo, mientras se baja el telón de una operación se sube el telón de otra. En este caso se quedará una fuerza de 13,500 soldados de los cuales, 11 mil son estadounidenses para respaldar y capacitar a los más de 350 mil efectivos afganos entre policía y ejército.
La actual frágil situación de seguridad hizo que recientemente el presidente Obama se viera obligado a ampliar el papel de las tropas estadounidenses remanentes para permitirles con operaciones antiterroristas contra el Talibán y AlQuaeda, además de dar respaldo terrestre y aéreo a las fuerzas afganas cuando lo necesiten.
Afganistán tiene una larga historia de ejércitos extranjeros que con el paso del tiempo terminan empatanados ante la resistencia local. Estados Unidos derrocó con rapidez el gobierno que amparaba a Osama Bin Laden antes y después del 9/11. Pero el desatino de la administración de George W. Bush hizo que la Casa Blanca dejara delado la prioridad de Afganistán para iniciar una guerra en Irak.
El presidente Obama intenta cumplir con su promesa de acabar con esta guerra, pero el hecho que haya miles de estadounidenses expuestos al Talibán es una señal que el fin del conflicto no está cerca y que la amenaza de los extremistas islámicos esta vigente. Afganistán sigue siendo para los más poderosos un hueso difícil de roer