Editorial: Por el fin del desamparo
Los Ángeles sigue siendo la capital nacional del desamparo.
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La declaración de guerra emitida ayer por el alcalde de Los Ángeles Eric Garcetti contra el desamparo es un importante paso adelante que cuenta con nuestro apoyo.
El aumento de un 12% en la cantidad de homeless aquí desde 2013 demuestra que los esfuerzos hasta ahora fueron insuficientes.
Cerca de 45,000 personas carecen de hogar en el condado y más de 25,000 en la ciudad. Los Ángeles sigue siendo la capital nacional del desamparo.
Las autoridades angelinas quieren eliminar el número de veteranos de guerra sin hogar antes de fin de año y que no haya aquí homeless a fin del año próximo.
Es un objetivo digno.
Pero para que ello suceda debe cambiar el énfasis y el método.
El año pasado, la ciudad de Los Angeles gastó 100 millones de dólares en los homeless, pero casi todo en arrestos y patrullaje y no en que tengan una casa, como paso previo e indispensable a su reinserción en la sociedad.
El desalojo a la fuerza de los homeless y la confiscación de sus magras pertenencias no puede ser la norma. Sin embargo cuando el concejo municipal aprobó esta discriminatoria ordenanza en junio Garcetti pudo haberla vetado y no lo hizo. No luchó entonces contra la idea que alejarlos de la vista, en algo avanza la solución del problema.
Afortunadamente también suspendió la aplicación de la medida punitiva.
El gobierno federal, a todo esto, ha reducido a la mitad la ayuda que proporciona a través del programa HOME Investment Partnership Funds, a solo $21 millones. E incluso estos fondos están en peligro. La administración se desdice de su obligación de ayudar a la gente que no tiene nada y el Congreso no debe permitirlo.
En cambio, correctamente Garcetti reconoce que solo mantener vivos en las calles a los homeless o tenerlos en viviendas sin recursos para mantenerlos no daba resultado.
Y su plan de tener un cuadro claro y presente de la cantidad de homeless es un buen comienzo para conocer la situación.
Pero también debería adoptar medidas propuestas por el administrador de la ciudad Miguel Santana, como crear una oficina municipal de lucha contra el desamparo, establecer centros vecinales para ayudar a la gente sin hogar en sus propios barrios e invertir más en llegar allí adonde están los homeless.
Esperamos entonces que la guerra contra el desamparo se libre con firmeza y éxito.
Un capítulo aparte merecen los homeless latinos, primero, para congratularnos de que su proporción en el total de los desamparados es menor que en la población en general, quizás gracias a los lazos familiares más estrechos dentro de esta comunidad, pero también para lamentar que muchas veces y por su condición de indocumentados no se muestran en público, no se registran, no están a la vista y en consecuencia no reciben los servicios de ayuda disponibles para otros.