Facebook, bazar para los traficantes de refugiados

Gracias a la red informan sobre precios, rutas y cómo obtener pasaportes falsos

Refugiados sirios consultan  la red en busca de datos cruciales.

Refugiados sirios consultan la red en busca de datos cruciales. Crédito: Getty Images

La Nación

En Europa pueden pedir asilo, pero el reto consiste en llegar. Las redes sociales, sobre todo Facebook, se han convertido para los refugiados en la alternativa a los consulados, que les impiden solicitar asilo desde el extranjero y los obligan a recurrir a los traficantes. Encienden el ordenador o el celular y ahí está todo. Precios, rutas, pasaportes falsos.

Facebook es una desmesurada vidriera en la que los contrabandistas compiten sin pudor por rentabilizar la miseria ajena. Gracias a la red social son capaces de llegar a clientes en los rincones más remotos y devastados del planeta sin costo.

En el bazar digital de los desesperados es posible comprar todo lo necesario para empezar una nueva vida lejos de las bombas. La oferta es muy variada. El cliente puede elegir viajar por tierra, mar o aire. Cuanto más barato, más peligroso y más probabilidades de morir ahogado.

La oferta varía desde un bote de goma lleno de refugiados hasta un asiento de avión directo a Estocolmo o París con un pasaporte falso. Los chicos viajan a mitad de precio.

En una página que se hace llamar “El refugio y la emigración hacia Europa”, los traficantes especifican que en la ruta de Turquía a la isla griega de Rodas, “los chicos mayores de cuatro años pagan como media persona y los menores de cuatro viajan gratis”. En otra, llamada “Entrar ilegalmente en Europa”, ofrecen el acceso a los países de la Unión Europea (UE) de forma ilegal y de todas las maneras. En concreto venden viajes diarios a Europa desde Estambul. “Sólo para clientes serios”, advierten. Hay también ofertas terrestres. Una de ellas, en auto, desde Turquía hasta Salónica. Todo por 2500 euros.

Otra página ofrece varias opciones. La primera, viajar de Turquía a Grecia por tierra, cruzando el río Evros. Desde Adana hasta Orestiada por 400 euros. Segunda opción, hasta Bulgaria por 1500 euros. Un interesado pide el teléfono al traficante.

Pero no solo el viaje está a la venta. Una página ofrece “un pasaporte con motor que puede recorrer 400 kilómetros europeos por 400 euros”. Otro, un visado a Suecia para toda una familia “con sello de la embajada por 30.000 euros y contrato de trabajo incluido”. Este anunciante también exige “seriedad” a los clientes.

Otra página vende título universitarios, de bachillerato, carnet de conducir sirio y hasta títulos de maestrías. Se puede elegir uno de dirección de empresas con una calificación de 79,95%. El pago, se especifica, debe hacerse en una oficina de seguros en Bagdad o en Estambul. Allí se firma un pagaré, que el traficante cobrará en el momento acordado, que puede ser, al inicio del viaje, o cuando se monten en el barco o incluso al llegar al destino. Frecuentemente, son los familiares en la diáspora los que suscriben el contrato. Aún así, en general son transacciones sin ningún tipo de garantía, en las que el cliente se la juega. Arriesga su dinero, pero también su vida.

La impunidad y la visibilidad con la que operan los traficantes sorprende. Hay páginas que incluso cuelgan el número de teléfono del contrabandista y la hora y el lugar preciso de partida para el viaje.

En Europa, en los centros de acogida se puede ver a los refugiados teléfono en mano, siguiendo las noticias de su país, pero también la suerte de los familiares que aún están en ruta. Puede que no tengan ni para comer, pero es raro el refugiado que no viaja con celular, que se han convertido en la pieza de equipaje más valiosa, en auténticos salvavidas.

Hay grupos de Facebook en los que decenas de miles de sirios comparten historias de naufragios y fotos de los que llegaron sonrientes. Pero, sobre todo, intercambian aplicaciones sobre el estado del mar o la altura de las olas. Con Google Earth, también desde el teléfono localizan las rutas, intercambian coordenadas y son capaces de fabricarse rutas a medida sin la necesidad de recurrir a los traficantes en buena parte del trayecto.

Por eso, la tecnología supone a la vez una gran oportunidad y una amenaza para el negocio de los traficantes, especialmente en los trayectos terrestres, ya que en el mar, a la fuerza tienen que recurrir a ellos para subirse al barco. Aún así, la confusión y la incertidumbre hace que la inmensa mayoría opte por ponerse en manos de los llamados facilitadores para incrementar las posibilidades de éxito de una huida, que marcará el resto de su vida.

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