Detrás del escándalo en Flint, Michigan
Lo que se ha infligido a los niños de Flint constituye un nuevo apartheid norteamericano
La ciudad de Flint, Michigan, se ha convertido en un símbolo nacional del racismo institucionalizado. La decisión de parte de las autoridades del gobierno estatal de cambiar la fuente de sus aguas potables a un río contaminado que atraviesa la ciudad se hizo solo para ahorrar dinero.
Las aguas contaminadas tuvieron el impacto de corroer la cañería que lleva el agua potable a los hogares de los habitantes de Flint, quienes en su mayoría son afroamericanos y latinos.
El resultado ha sido en envenenamiento con plomo de los niños del pueblo. Los reclamos de la comunidad fueron escuchados solo después de que peritos independientes confirmaron la gravedad de la situación. Los niños han estado envenenados durante dos años enteros.
Cuando la nación empezó a enfocar su atención a este genocidio trágico, se enteró que los funcionarios estatales ya estaban concientes del problema poco después de que cambiaron a una fuente de agua potable “nueva y más barata”. Últimamente se ha revelado que a los mismos funcionarios del gobierno estatal les habían instruida a beber solo agua embotellada, no del sistema municipal. ¡Sabían perfectamente bien lo que sucedía!
El gobierno del estado de Michigan se había apoderado del control de las fuentes de agua potable. En Michigan, un 6% de los habitantes viven en pueblos donde el estado controla al agua potable y otros servicios públicos. Más importante es el hecho que un 30% de dichos servicios, que ya están bajo control del estado, están en comunidades afronorteamericanas y latinas.
Esta cosa temible que se ha infligido a los niños de Flint constituye un verdadero nuevo apartheid norteamericano. En la década de los sesenta mucha gente mencionó los paralelismos entre el sistema de apartheid, el sistema racista de la subyugación de la mayoría negra en Sudáfrica, y la segregación racial legalizada en los Estados Unidos. Lo que estamos aprendiendo actualmente es que, con el surgimiento de nuevas mayorías afroamericanas y latinas, las antiguos estructuras de poder de las élites de la raza blanca han hallado formas antidemocráticas de imponer de nuevo a la gente y establecer un nuevo apartheid.
Este apartheid empieza con negar el sufragio a 12 millones de inmigrantes indocumentados y otros seis millones de residentes legales permanentes. Sigue con la negación del sufragio a millones de afronorteamericanos y latinos por estar encarcelado o por haber estado en la cárcel en el pasado. En el estado de Florida, más del 30% de los hombres afroamericanos no tienen el derecho de votar por estas razones.
En 25 estados, las legislaturas controladas por mayorías del Partido Republicano han re-dibujados los mapas de distritos legislativos para suprimir al sufragio de la gente de color, y además han aprobado “leyes del derecho del sufragio” que tienen el impacto que para nuestras dos comunidades, resulta mucho más difícil inscribirse y votar.
Los indocumentados sufren el peor impacto de no gozar del sufragio. En la ciudad de Flint, no solo fue el caso que sus hijos sufrieron del envenenamiento por plomo, no pudieron recibir agua limpia de emergencia porque no tenían tarjetas de identificación del estado de Michigan. Cuando la Guardia Nacional de Michigan fue puerta a puerta para repartir agua potable, muchos tenían miedo de recibirlos, por temor de que las personas uniformadas fueran agentes de inmigración que los iban a deportar. Sin seguro de salud, los indocumentados y sus hijos van tener enormes problemas para conseguir el cuidado de salud que van a necesitar por mucho tiempo, debido al envenenamiento masivo.
Este nuevo apartheid norteamericano ha metido en la cárcel a millones de nuestros jóvenes, dándoles records delictivos que hacen casi imposible que consigan empleos. Luego los ha arrojado de nuevo en los “negocios” de la calle para tratar de sobrevivir en el medio de la violencia que regula ese “negocio”.
El nuevo apartheid norteamericano ha apartado para los jóvenes escuelas públicas que son tan malas como las que existían antes del movimiento pro derechos civiles.
Nosotros tenemos que inscribirnos para votar y participar masivamente en todas las elecciones. Para muchos de nosotros, las elecciones de noviembre de 2016 son una cuestión de vida o muerte. Aun así, queda claro que el nuevo apartheid norteamericano no se podrá desmantelar en forma inmediata por medio de las elecciones. Debemos organizar un movimiento tan fuerte, tan autosuficiente, para darnos el poder de cerrar a corporaciones, tribunales, cárceles y ciudades enteras hasta que se nos conceden un voto por una persona y se desmantele el nuevo apartheid.